La riqueza cultural de los valles interandinos tiene tanta profundidad temporal como la que conocemos en el área altiplánica. Esta característica ya fue advertida a mediados del siglo XX por los investigadores del Museo Arqueológico de Cochabamba, quienes la denominaron “Cultura de Túmulos”.
Al igual que Wankarani, algunas poblaciones del Formativo de los valles también reocuparon los sitios y crearon montículos artificiales donde actualmente se registran los restos materiales de sus actividades. Pero, por otro lado, también se registraron asentamientos formativos con terrazas habitacionales en las laderas de los cerros, en el piedemonte, así como en lugares planos. Gran parte de estos sitios fueron ubicados preponderantemente al sureste de Cochabamba, siendo Mizque y Aiquile las áreas donde se registraron los más importantes (Pereira y Brockington, 2005). Sin embargo, investigaciones también realizadas en otras regiones de los valles del Sur y del Oeste de Santa Cruz muestran una dinámica muy particular para el tratamiento de este período a nivel macroregional.
Las características más sobresalientes de los sitios formativos en los valles son:
- Asentamientos en montículos de ocupaciones sucesivas, áreas de plataformas y planicies, cuyas dataciones más tempranas se remontan hacia el 1300 a.C.
- Identificación de una tradición escultórica, en la que predomina una especie de estatuillas antropomorfas que principalmente son representadas con ojos rasgados, característica denominada “grano de café” (Fig. 23).
- Existencia de una tradición cerámica que en sus fases más tempranas presenta incisiones sin pintura y formas muy particulares que la caracterizan. Para las últimas fases del Formativo, dichas tradiciones se complejizan con decoración pintada, dando paso a los estilos que luego serán claramente manifestados en el período de Desarrollos Regionales Tempranos.
- Elaboración de artefactos de metal y de piedra, los cuales son producto de un sistema de intercambio y de acceso a recursos de otras regiones ecológicas.
Los sitios más característicos en Cochabamba son Sierra Mokho, Chullpa Pata, Mayra Pampa, Conchupata, Villa Granado, Khopi, Yuraj Molino, Valle Ibirza y Sehuencas (Pereira y Brockington, 2005) (Fig. 24). En esos asentamientos está representada toda la secuencia del Formativo de Cochabamba, desde la presencia más temprana hasta lo que luego dará paso al surgimiento del estilo Tupuraya, paralelamente al desarrollo del Formativo Tardío en la cuenca del Titicaca.
Muchos de esos asentamientos fueron estudiados durante décadas y los resultados nos llevan a discutir la heterogeneidad de las poblaciones y el grado de influencia de las mismas a escala regional. A partir de excavaciones y dataciones radiocarbónicas se han establecido secuencias locales, cuyo fechado más temprano se encuentra en Yuraj Molino (1300 a.C.), como parte del Fomativo Temprano (1300-500 a.C.); luego se identifican el Formativo Medio (500 a.C.-200 d. C.) y el Formativo Tardío (200-600 d. C.). Aunque gran parte de los sitios se encuentra en Cochabamba, muestras de su relacionamiento se observan hasta los valles de Santa Cruz.
Las excavaciones y dataciones del sitio Tambo en Santa Cruz son hitos que permiten entender el Formativo de los valles interandinos. El trabajo desarrollado por Pereira y Brockington (2005) muestra una profundidad temporal que llega alrededor del 2000 a.C. Este proceso dio paso al estilo Mojocoya Monócromo, el cual es antecedente estilístico del Mojocoya Tricolor que se manifiesta en el período de Desarrollos Regionales Tempranos y que desde los valles cruceños llega hasta Chuquisaca y Cochabamba.
De la misma forma, los trabajos desarrollados en la región Sur de Potosí por Lecoq (2001) muestran otro tipo de asentamientos del Fomativo, relacionados a la existencia de aldeas con estructuras circulares de barro o piedra, asociadas a terrazas de cultivo. En la misma línea, es relevante el trabajo desarrollado por Claudia Rivera (2011), quien establece una periodización del Formativo en los valles de Cinti y San Lucas. La investigadora establece secuencias cronológicas que identifican la presencia de asentamientos formativos asociados a antiguas áreas de caza, los cuales desde una cerámica sin pintura desarrollan estilos locales que luego serán manifestados en el período posterior. Otros asentamientos representativos son los registrados en los valles de Tarija, cuyo indicador más claro es el registro de cerámica incisa sin pintura.
En esta larga secuencia de asentamientos también se hace evidente el relacionamiento de las poblaciones del Formativo de los valles con las del altiplano, ya que en algunos de los sitios se registraron materiales muy similares a los existentes en tierras altas. Un caso bien documentado al respecto es el movimiento de cerámica wankarani hasta los valles de Cochabamba y hacia la costa, aspecto que pudo deberse a movimientos de intercambio (Gabelman, 2001; Ayala y Uribe, 2003).
Toda esa información lleva a plantear que desde un período tan temprano se dio un tipo de articulación interzonal que integraba diferentes nichos ecológicos. De ahí surge la idea de un movimiento transversal que unía los valles interandinos con la costa a través del altiplano. Probablemente, los restos altiplánicos encontrados son parte de esa dinámica, consolidada en tiempos posteriores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario