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domingo, 5 de diciembre de 2021

Período Formativo - Las primeras aldeas (2000 a.C.-500 d. C.) - Los asentamientos más antiguos del Formativo del Altiplano

 La presencia wankarani no muestra homogeneidad regional, pues se identifican variantes locales tanto a nivel de los tipos de asentamiento como de sus expresiones materiales. Sin embargo, los fechados de los sitios muestran una permanencia de estas poblaciones entre el 1800 a. C. y el 500 d. C., con un rango de más de 2000 años de pervivencia. Ese fechado corresponde al sitio de San Andrés en Oruro, área de mayor concentración de montículos formativos (Bermann y Estévez, 1995).

Wankarani se fue dispersando, lo que permitió localizar sitios en áreas más alejadas como las registradas al Sur de Oruro. En estos casos se identificaron montículos de menor tamaño, asociados a una especie de plataformas agrícolas, como se observa en la región de Quillacas. Este hecho lleva a plantear que en los últimos tiempos de Wankarani las poblaciones también se dedicaban a la agricultura, a la par de su actividad pastoril.

En esos sitos se identificaron evidencias de artefactos foráneos como el mullu (Spondylus), proveniente de la costa Norte, lo cual indica el movimiento interregional realizado en esos tiempos (Michel et. al., 2002). Dicho movimiento se dio tanto a nivel local, como desde los valles costeños y mesotermos. Trabajos realizados en ambas áreas permiten observar la influencia de una tradición wankarani, relacionada sobre todo a la cerámica local. Este aspecto podría estar mostrando que la gente ya en el Formativo utilizaba las caravanas de llamas para acceder a recursos de otros ambientes ecológicos; dejando, a través de ellas las huellas de su presencia cultural. La afinidad de Wankarani con la representación de camélidos puede ser la explicación o prueba de que estas poblaciones utilizaban ese medio de contacto.

El Formativo de esta región del altiplano no presenta una secuencia tan claramente definida como la registrada en el área circunlacustre. Lo que se advierte más bien, y como propuesta de diferentes investigadores, son secuencias locales con manifestaciones materiales particulares (Bermann y Estévez, 1995; McAndrews, 2006; Rose, 2001). Al parecer, lo que identifica a los asentamientos wankarani es la estructuración de sus sucesivas ocupaciones en montículos y la elaborada escultura de cabezas de camélidos.

Una pregunta que queda por responder es si esta tradición escultórica estuvo relacionada a una tradición religiosa o ritual regional, como la observada en la cuenca del Titicaca.

Para los tiempos más tardíos, en la región de La Joya se identificó el complejo cerámico Jachakala, producto del contacto de la población local con Tiwanaku. Al parecer, los núcleos poblacionales wankarani fueron mantenidos hasta tiempos en que en la cuenca del Titicaca se establecía el Estado. Esto probablemente dio lugar al establecimiento de identidades locales bien definidas, período conocido como el de Desarrollos Regionales Tempranos.

En cuanto al relacionamiento interregional de Wankarani, los investigadores han propuesto la movilidad de esas poblaciones hacia los valles de la vertiente oriental, en Cochabamba (Gabelmann, 2001). Se piensa que este relacionamiento fue producto de una interacción económica por el acceso a recursos específicos, ocurrida en las fases tempranas del desarrollo Formativo de ese valle, denominado Sierra Mokho (Pereira y Brockington, 2005).

¿Urus como producto de Wankarani?

Al ser una cultura acuática y de pescadores, además de presentar rasgos tan diferentes a los aymaras, todavía no se han identificado a los ancestros culturales de los urus. Debido a la similitud de sus putucus con los restos de estructuras wankarani y a la pervivencia de una tradición de movilidad constante, se plantea hipotéticamente que los urus son los descendientes de los antiguos wankarani. Aunque este planteamiento no está comprobado, promueve mucho interés y discusión en el ámbito académico.

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