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jueves, 16 de diciembre de 2021

Tiwanaku (500-1100 d.C.) - El territorio nuclear. La ciudad de Tiwanaku

 Durante siglos se reflexionó, se investigó y se elaboraron teorías sobre la naturaleza de la formación política, conformación social y económica de Tiwanaku. Las hipótesis variaron desde la concepción de Tiwanaku como un Imperio hasta el planteamiento de un Estado con una formación social segmentaria. De igual manera, se propusieron interpretaciones de lo que pudo haber sido el carácter y las funciones de la ciudad de Tiwanaku.

En los últimos años, las investigaciones apuntan a interpretarla como un complejo ceremonial unificado, como expresa Vranish (2008), con sectores de residencia de las distintas clases sociales, y que se convirtió en el núcleo espacial que aglutinaba, bajo su ideología y prácticas rituales y festivas, a formaciones sociales de una región muy amplia.

Posiblemente, como muchas otras ciudades antiguas de distintos lugares del planeta, Tiwanaku cumplía el rol de centro físico y simbólico del mundo conocido, donde no solamente se consolidaban relaciones sociales, sino que se reproducían simbólicamente las relaciones entre la tierra y el cosmos y se realizaban las ceremonias que permitirían mantener la armonía entre la naturaleza, los hombres y los seres sagrados. También, al igual que otras ciudades capitales de culturas antiguas, probablemente la ciudad fue concebida como un axis mundi, como el centro u ombligo del mundo. Desde este punto central habría sido posible unir lo sagrado de abajo con lo sagrado de arriba y, en el imaginario colectivo, allí confluirían las “cuatro esquinas del mundo”, las direcciones cardinales marcadas por las construcciones que se hicieron.

La ciudad fue un punto de convergencias de toda índole: ecológica, étnica, simbólica y religiosa. El sitio de ubicación de Tiwanaku, como centro urbano, marcaba también el centro físico de una interesante estructura ecológica “vertical” con acceso a productos y artículos variados en distancias relativamente cortas. La zona del Pacífico, a una distancia de 400 kilómetros al Oeste, significaba la posibilidad de acceder a pescados, mariscos, algas, conchas, nácar y corales. Pasando el desierto de Atacama –considerado como el más árido del mundo– los oasis tenían productos del valle; la precordillera, con sus húmedos y altos pastizales, era el entorno ideal para la vida de las vicuñas, guanacos, llamas y alpacas. En el altiplano se podía producir una gran variedad de papas y, de hecho, este tubérculo llegó a ser la base de la alimentación de Tiwanaku. Otros productos como la quinua y la cañawa procedían también de la misma zona. Los cercanos valles del este permitían el acceso a productos como el maíz, la madera y los zapallos; de la zona subtropical procedía la coca; de la Amazonía el algodón, todo tipo de plantas medicinales y tintóreas, el ají, la miel silvestre y plantas alucinógenas, como la willka.

Sin embargo, todos estos fueron producidos por agricultores, pescadores o ganaderos, entonces, ¿de qué manera tuvo Tiwanaku acceso a estos productos? ¿Qué tipo de relaciones se establecieron entre el núcleo del altiplano y las sociedades locales que producían estos bienes? La imagen mecánica de un centro que coordina a sus colonias para el aprovisionamiento de productos diversos ha quedado ya descartada por la arqueología.

Tiwanaku fue el punto-imán a donde diferentes grupos sociales llevaban productos y bienes y los intercambiaban con otros procedentes de diferentes ecologías, funcionando como un centro de irradiación de ideología y de atracción para diversos grupos sociales. Y posiblemente las imágenes y la iconografía emitidas desde el centro por las élites llegaron a distintos lugares de la costa, valles y otros sitios del altiplano; es decir, alcanzaron a todos los centros contemporáneos difundiendo una cosmovisión, estructuras de pensamiento, capacidad de significar y una ideología colectiva.

Posiblemente, el otro nombre que recibió Tiwanaku, Taypikala, traducido como la piedra del centro (kala, la piedra fundamental, el cimiento, y taypi, el centro, el punto de encuentro y unión), expresa la característica antes mencionada. El orden de su arquitectura, la ubicación de sus edificaciones con una clara orientación hacia los puntos cardinales y la propia estructura urbana obedecieron también a estos principios.

Un componente importante de las actividades que se realizaban allí eran las fiestas y los festejos con comida y bebida que operaban como fuertes actividades de atracción y que servían para reforzar las relaciones con otras sociedades integradas al Estado, como muestran investigaciones realizadas en el centro ceremonial (Vranich, 2008).

En el escenario de este complejo ceremonial se realizaban cíclicamente performances, “puestas en escena” –ritos, ceremonias y fiestas– que no solamente ponían de manifiesto una representación grupal, sino que posibilitaban la propia estructuración de la sociedad, como señala Bourdieu (1977), quien considera que una sociedad se ordena a sí misma de acuerdo a sus representaciones.

Complejo Ceremonial de Tiwanacu


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