Si bien el trauma causado por la pérdida del Pacífico fue menos sentido en el oriente boliviano y Tarija que en el occidente, esto no significa que estas regiones no hayan participado de una u otra manera en el conflicto bélico de 1879, ni tampoco —como anota el expresidente Carlos Mesa— que estén en contra de la histórica demanda marítima.
La historiadora cruceña Paula Peña afirma que la guerra
(1879-1880) afectó a todo el territorio. “Las municipalidades y las
ciudades mandaron sus aportes en metálico y hombres”. El historiador y
diplomático Ramiro Prudencio señala que existió, aunque poco numeroso,
un regimiento procedente de Santa Cruz que fue a La Paz, donde fue
recibido por un tiempo.
“Los muchachos querían ir,
pese a que Hilarión Daza ya estaba en Tacna. Insistieron y fueron,
aunque se les había pedido que no lo hagan. Participaron en la Batalla
del Alto de la Alianza”, señala. Hubo otro “pequeño contingente” que
llegó del Beni que “se unió en La Paz al grupo de cruceños. Si bien eran
pocos, demostraron gran patriotismo”.
El libro
Aclaraciones históricas sobre la Guerra del Pacífico, de Roberto
Querejazu Calvo, relata: “De acuerdo con la separación de clases
sociales que existía en la época, los llamados ‘jóvenes decentes’ o
juventud de la clase blanca se alistaron en la ‘Legión Boliviana’ con
sus propios caballos y con armas de su propiedad, quienes poseían
rifles. Los de La Paz y Oruro integraron el batallón ‘Murillo’; los de
Cochabamba, el ‘Vanguardia’; los de Sucre, Potosí y Camargo, el de los
‘Libres del Sur’; los de Santa Cruz y Trinidad, el escuadrón ‘Velasco’ y
los de Tarija el escuadrón ‘Méndez’”.
De éstos
últimos, Prudencio afirma que nunca llegaron a entrar en combate. Aunque
Querejazu da más detalles: “Potosinos y tarijeños quedaron vagando
durante meses en la altipampa a las órdenes del general Narciso Campero y
sólo llegaron a la zona (a) principios del año siguiente (1880)”. Los
cruceños y benianos (del destacamento “Velasco” llegaron al campo de
operaciones) el 13 de octubre, señala.
De acuerdo
con ese texto, la “clase mestiza de Santa Cruz y el Beni” no fue
llamada. No obstante, la “juventud mestiza de las demás ciudades y
capitales de provincias (en su mayoría artesanos, maestros, oficiales y
aprendices)”, fueron a dar a los batallones de infantería: los del
departamento de La Paz al “Victoria”, “Illimani 2”, “Paucarpata” e
“Independencia”; los de Cochabamba al “Aroma”, “Viedma” y “Padilla”;
aquéllos de Chuquisaca al “Olañeta”; los de Oruro al “Dalence”; los de
Tarija y Potosí, al “Bustillo”, “Ayacucho”, “Tarija” y “Chorolque”.
Meses antes, cuando se fue esparciendo por el país la noticia de la
invasión chilena —tardíamente a causa de la falta de telégrafo en
Antofagasta— y llegó a Santa Cruz y Trinidad “hubo manifestaciones
similares con profunda fe bolivianista. Desgraciadamente, la prensa no
registró detalles para la historia”, afirma el estudio de Querejazu.
En cuanto a Tarija, señala que la información llegó el 1 de marzo de
1979. “En vista de las noticias llegadas de Tupiza, el pueblo marchó por
las calles eufórico de patriotismo y suscribió un documento de adhesión
al Gobierno y de ofrecimiento de servicios y personas hasta el
sacrificio final”.
Ya en el combate, el beniano
Daniel Velasco registra en su libro La Leyenda de Avaroa que el Gobierno
habría enviado a un representante para responder negativamente a la
rendición. En marzo de 1879, el elegido habría sido un cruceño, el
comisionado Menacho, cuyo nombre se pierde en la historia. El enviado
habría sido desaparecido por los chilenos.
También es
rescatado el nombre de la enfermera de origen cruceño Ignacia Zeballos,
quien fue, posiblemente, una de las pocas mujeres presentes en la
batalla más importante de la Guerra del Pacífico: la batalla del Alto de
la Alianza.
Destacaron de igual manera los médicos
cruceños Bailón Mercado y Zenón Dalence. En el campo militar se menciona
al coronel Castro Pinto, quien comandó la resistencia en los corredores
de Tacna.
Perdida la guerra, 25 años después, poco
antes de la firma del Tratado de Paz y Amistad, hubo una gran tensión
entre los parlamentarios nacionales, cuenta la historiadora Peña. Entre
ellos estaba el cruceño Pablo E. Roca, que se negó a firmar el tratado y
“fue sujeto de un atentado posterior”. Parte de la opinión pública
boliviana de esa época se opuso a la firma del mismo. “Desde el oriente
se envió al Congreso el famoso Memorándum de 1904, en el que queda clara
la posición de la región sobre ese desastre firmado por diputados y
senadores”.
Sin embargo, si bien es rescatable la
actitud de Roca en ese momento, su postura no fue aislada entre los
parlamentarios de ese año. Así, Prudencio calcula que la diferencia en
la votación fue muy escasa, “algo así como 30 diputados que votaron a
favor de la firma contra 20 en contra, entre los que incluso había gente
del partido oficialista, el Liberal. Nunca hubo simpatía por el
Tratado, ni siquiera la tuvo el Gobierno, estaba presionado por todo
lado, el Brasil, Paraguay y Perú”.
Así es cómo la
historia registra la participación oriental y de Tarija en la Guerra del
Pacífico, que si bien fue menor a la occidental —no sólo a consecuencia
de factores demográficos, sino también por las distancias en un país
extenso— no debe ser olvidada.
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