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domingo, 26 de mayo de 2013

Una entrevista post mórtem al coronel Andrés Cáceres • El 26 de mayo de 1880 se libró la batalla del Alto de la Alianza

La batalla del Alto de la Alianza, conocida también como la batalla de Tacna fue el último episodio bélico en el que participó un ejército boliviano en la Guerra del Pacífico desarrollada entre 1879 y 1883, es por eso que se afirma con toda vehemencia que fue el 26 de mayo de 1880, el día que terminó la guerra para Bolivia. En ese episodio bélico se observó el coraje de las tropas aliadas integradas por los ejércitos de Bolivia y Perú, que a la hora de la confrontación tenían tan solo 12 mil hombres, 6.500 peruanos y 5.500 bolivianos, según datos oficiales aunque se tiene información que sólo participaron 9.000 hombres; mientras que las tropas chilenas estaban integradas por 19 mil, dirigidos por el general Manuel Baquedano.

Los Colorados de Bolivia, comandados por el coronel Eliodoro Camacho, tuvieron una heroica participación en esa batalla, que bajo el rótulo de "Temblad rotos que aquí están los Colorados de Bolivia", hicieron retroceder al invasor chileno, pero no fue suficiente, ya que la suerte boliviana estaba marcada por una serie de desaciertos que se originaron en el propio país.

La batalla de Tacna fue denominada por los chilenos como la batalla del "Alto de la Alianza" porque tenían la intención de ponerle un alto definitivo a la alianza Perú-Boliviana.

Simplemente una introducción para contextualizar la entrevista al coronel peruano, Andrés Cáceres, quien vivió en carne propia el desarrollo de esa batalla en el cerro Inti Orco, muy próximo a la ciudad de Tacna-Perú.



LA PATRIA (LP).- ¿Coronel Andrés Cáceres puede indicarnos jefe de qué batallones peruanos estaba a cargo?

ANDRÉS CÁCERES (AC).- Fui comandante de los batallones "Zepita" y "Misti" encuadrados en la Segunda División peruana.

LP.- ¿Cómo se planificó la estrategia aliada para encarar la Batalla del Alto de la Alianza?

AC.- Los generales Campero y Montero y los jefes de Estado peruano-boliviano, acordaron entonces sorprender al enemigo en la Quebrada Honda, lugar donde vivaqueaban (acampaban). El general Campero quien me distinguía bastante tuvo a bien llamarme para comunicarme el plan que habían adoptado, según dicho plan, la marcha debía realizarse durante toda la noche del 26 en tres columnas, mandadas por (el General Narciso) Campero a la derecha, por (el coronel Eliodoro) Camacho la del centro y (el contralmirante Lizardo) Montero en la izquierda.

A las doce de la noche del 25 (de mayo) se puso en movimiento nuestro ejército, dirigido en la marcha por el General Campero.

LP.- ¿Usted en qué columna participó y qué pasó una vez que iniciaron la marcha?

AC.- Yo iba con mi División en la columna Camacho. Después de una caminata de hora y media, vi que llevábamos mal rumbo y me dirigí a Camacho a decírselo, Camacho me contestó que íbamos bien puesto que nos guiábamos por el General Campero quien llevaba la dirección. Sin embargo, le repliqué: Estoy en el caso de insistir en el que el General Campero ha errado la dirección; tenemos ya al enemigo a la izquierda y dentro de poco dejaremos a la espalda dando nuestro frente al cerro de Pachia, si continuamos en la vía que estamos siguiendo, yo, he hecho el servicio de avanzada y que conozco bien esta región, le puedo asegurar que nos hemos extraviado.

LP.- ¿Cuál fue la respuesta del jefe militar boliviano?

AC.- Entonces, el coronel Camacho se dirigió al General Campero para hacerle notar el errado rumbo que llevábamos, conviniendo todos que en vez de marchar de frente se había oblicuado demasiado a la derecha. Hizo pues, indispensable rectificar la dirección, y para esto el General Campero mandó variar a la izquierda las divisiones que tenía a sus órdenes, las cuales al efectuar el movimiento se encontraron de frente con las del centro donde yo estaba, encuentro que produjo la mayor confusión, por lo cual mandó alto el General Campero, a todo el Ejército.

LP.- ¿Cómo retomaron el rumbo para el combate?

AC.- Pero entonces ya no se sabía a qué distancia del enemigo se encontraban nuestras tropas y convencidos de que estábamos perdidos en la dirección de la marcha, el General Campero mandó a sus ayudantes a hacer fogatas en el campamento que quedaba a la derecha. Poco después en efecto, se vio alumbrado el paraje y las divisiones recibieron orden de regresar al punto donde se inició la marcha. El ayudante que fue a dar la orden al General Montero, lo encontró perdido en el campo y casi a la mano del enemigo, de donde felizmente pudo contramarchar.

En esta descabellada marcha y contramarcha nos sorprendió el día fracasando así la pretendida sorpresa en Quebrada Honda.

LP.- ¿Qué pasó con el enemigo?

AC.- Los chilenos entretanto hacían una noche de descanso en Quebrada Honda y muy de mañana levantaron su vivac (campo) dirigiéndose a nuestras posiciones. Nosotros en cambio, apenas sí tuvimos tiempo para ocupar las alturas del Inti Orco que habíamos abandonado temporalmente en la noche.

LP.- ¿Cómo se organizaron en el campo de batalla?

AC.- Nuestra línea de defensa estaba dividida en tres sectores, la de la derecha mandada por el señor Montero, con la 1ra. y 6ta. División peruana de Dávila y Canevaro; el centro mando por el coronel Castro Pinto con las divisiones de Zapata y la 5ta. División peruana del coronel Herrera, en la izquierda mandada por el coronel Camacho con la 3ra. División de Suárez y la 2da., que es la que yo mandaba.

Nuestra artillería estaba distribuida en la siguiente forma: Seis cañones en la derecha, un cañón y dos ametralladoras en el centro y los restantes cañones en la izquierda. Como reserva teníamos tres divisiones instaladas inmediatamente a retaguardia y extendidas casi a lo largo de la línea y nuestra pequeña caballería dividida en dos grupos situados detrás de las alas. De esta manera quedaba formada nuestra línea de defensa con los nueve mil hombres de que constaba el ejército aliado.

LP.- ¿A qué hora comenzó el combate y cómo se desarrollaron las acciones?

AC.- Eran poco más de las ocho de la mañana del día 26 cuando despejaba ya la "camanchaca" que hasta ese entonces había cubierto el campo, vimos aparecer al enemigo, que avanzaba en un extenso frente en tres líneas, siendo la más adelantada la que se dirigía hacia nuestra ala izquierda. A eso de las nueve, el ala izquierda chilena que se encontraba como a dos mil metros de nuestra ala izquierda, rompió un nutrido fuego de artillería, que fue contestado inmediatamente por nuestras baterías, entablándose así un duelo que duró cerca de dos horas sin producir en nuestra fuerza efecto material de importancia, pero sí permitiendo que las otras columnas enemigas continuaran su movimiento de avance hasta ponerse a la altura de la primera. El fuego de artillería se empezó a hacer intermitente hasta cesar casi por completo. Eran como las once de la mañana cuando ya los chilenos tenían desplegadas por completo sus tropas en el frente moviéndose hacia adelante en un amplio ataque frontal.

LP.- Al formar un gran frente de ataque, ¿lograron hacer retroceder al enemigo?

AC.- Del escalón a la derecha que venía más adelantado, avanzaron sus guerrillas dirigiéndose contra nuestra izquierda, inmediatamente salieron a su encuentro fuerzas de los batallones de mi división y trabóse reñido combate en el cual hicieron retroceder los nuestros a los chilenos.

Pero estos fueron reforzados y recrudeció la lucha tomando mayores proporciones una vez que los nuestros también recibieron refuerzos. Al mismo tiempo se empeñaba el combate en todo el frente, sosteniéndose los nuestros tenazmente, sin ceder un paso. Pero el foco de la refriega se localizó en el ala izquierda a la cual trataban los chilenos de abordar a todo trance, en esos momentos el coronel Camacho ordenó cambiar de posición a la artillería e hizo entrar a la 4ta. División del coronel Mendoza a que ocupara el claro dejado por aquella; así mismo ordenó que la

División de Acosta, boliviana, que se encontraba en reserva entrase a la lid para defender el flanco

que se encontraba seriamente amenazado.

LP.- Pese al refuerzo, el frente de ataque fue debilitado. ¿Por qué se lo hizo?

AC.- La lucha prosiguió intensa por más de una hora. El coronel Camacho pidió refuerzos que el General en Jefe le envió sucesivamente, debilitando el resto del frente, mandando hasta la reserva del centro para reforzar a la División Acosta, que en esos momentos se encontraba muy comprometida.

LP.- ¿Es ahí donde entran en acción los Colorados de Bolivia?

AC.- Los famosos "Colorados" y "Aroma", que fueron sacados del ala derecha llegaron jadeantes e intervinieron con poderoso brío en la contienda. Su intervención logró sostener a la División Acosta y nuestra izquierda no solo se sostuvo firmemente, sino que emprendió un vigoroso empuje que obligó a retroceder a los asaltantes y a emplear como sostén su caballería.

El enemigo carecía de cercanos refuerzos, pues las otras divisiones chilenas estaban tenazmente empeñadas con el resto de la línea y la columna de reserva se hallaba muy retirada.

LP.- ¿Eso significa que controlaron la situación durante la batalla?

AC.- La situación en el ala izquierda parecía cambiar a nuestro favor, y el coronel Camacho quiso aprovechar esta oportunidad y ordenó el contraataque, el cual se inició con el avance de mi División y la de Suárez. Apenas había avanzado ya unos cien metros a la cabeza de mis batallones "Zepita" y "Misti", cuando perdí el caballo. Mi ayudante el capitán Lazurtegui me dio el suyo que también pronto quedó inutilizado. Mi segundo jefe, el comandante Llosa, al avanzar sobre el enemigo, recibió un balazo en el pecho, que lo mató instantáneamente, su caballo, sintiéndose sin jinete, partió pero fue tomado por uno de los oficiales quien me lo trajo, al tiempo de poner el pie en el estribo este fue arrancado por una bala y tuve que montar por el lado izquierdo. De los ayudantes que me acompañaban, cayeron el capitán Chacón y el capitán Cabello; el abanderado teniente Padilla, murió haciendo flamear la bandera en medio de la lucha, y ordené al teniente Castellanos que recogiera la insignia del "Zepita". Nuestro contraataque fue vigoroso y tenaz; los "Colorados" rivalizaban con nuestros bravos del "Zepita" y la refriega era cada vez más enconada y terrible.

LP.- ¿Tenían los refuerzos suficientes para continuar y sostener la brega?

AC.- Aliados y chilenos se arremetían con furia haciendo proezas, con todo nuestro empuje avanzábamos pero nos faltaban refuerzos para cubrir nuestras bajas y sostener el impulso de nuestro golpe, refuerzos que ya no era posible obtener pues todas nuestras fuerzas de reserva estaban en la línea. La lucha era tremenda.

LP.- ¿Por qué les dieron la orden de retroceder?

AC.- El fuego que se nos dirigía de todas partes diezmaba mi división y la de Suárez que la acompañaba en el avance y hubo un momento en que estuvimos a punto de ser totalmente envueltos, pues el resto de nuestra línea no había seguido nuestro avance sino que se encontraba combatiendo duramente en sus propias posiciones.

En esas circunstancias recibimos orden de retroceder, retroceso que se cumplió sin precipitación cubriendo la retirada el "Zepita", que a cada paso veía clarear más y más sus filas, quedando al fin reducido a menos de cien hombres después de cuatro horas de un duro y valiente combate.

LP.- ¿Cuánta fue la pérdida de uniformados del batallón "Zepita"?

AC.- El "Zepita perdió más del 80 por ciento de sus efectivos pero se retiró conservando sus banderas. El resto de la línea se vio arrojada, al mismo tiempo, de sus posiciones pronunciándose entonces la derrota, eran como las tres de la tarde.

LP.- ¿Qué pasó después de la retirada y qué hicieron con los heridos que aún estaban tendidos en el campo de batalla?

AC.- Dueños los chilenos del campo acabaron despiadadamente con todos los soldados del "Zepita" que se encontraban malheridos, diciéndoles al ultimarlos: "Toma Tarapacá", en represalia de la derrota que infligieron los del "Zepita" en aquella acción.

En la retirada, con los restos de mi División llegué al principio del camino que lleva a Tacna, procurando reunir a todos los que podía en torno a la bandera. De trecho en trecho hacía clavar ésta en alguna eminencia y hacía al corneta tocar "a reunión". Por allí encontré a los señores Campero y Montero que se retiraban, y les manifesté la conveniencia de que se dictara algunas medidas con el fin de reagrupar las tropas aliadas que todavía se podían reorganizar.

LP.- ¿Cuál fue la respuesta del general peruano Montero a esa solicitud de reorganización?

AC.- El general Montero me contestó que todo estaba perdido y que no había nada que hacer, a pesar de esto, me quedé en aquel sitio alentando a mis compañeros para que se esforzaran en reunir a los dispersos e indiqué al coronel José La Torre que bajase a la población a donde ya había llegado el general Montero y le dijese que me diese el mando del escuadrón "Gendarmes" a fin de cerrar con estos el paso a los dispersos y efectuar, reunidos, la retirada en orden. El general Montero respondió que había ordenado que todos fueran a Torata, al regresar La Torre con esa respuesta continué mi retirada hacia esa población a donde llegué dos días después.

LP.- ¿Qué pasó después de la Batalla del Alto de la Alianza o Tacna?

AC.- Con la Batalla de Tacna terminó la campaña del Sur, pues como se ha visto fue imposible la reorganización del Ejército. El general Montero había perdido toda iniciativa.

El Ejército de Arequipa, al mando de Leyva que pudo cooperar favorablemente en la acción de Tacna y contribuir al triunfo de nuestras armas no se dio la prisa necesaria. Sólo el 28, dos días después de la batalla llegó a Locumba y cuando aún podría caer sobre el enemigo, victorioso pero fatigado de la lucha, contramarchó tranquilamente.

LP.- ¿Los sobrevivientes del Ejército boliviano qué hicieron? ¿Se reagruparon en Locumba?

AC.- Los bolivianos como era natural fueron a su país y la alianza, que, rota después de la traición de Daza pudo mantenerla el general Campero, se había deshecho nuevamente. En el campo de batalla quedaban valientes jefes peruanos y bolivianos caídos para siempre en defensa del honor de su bandera.

NOTA.- Entrevista basada en el relato del coronel peruano Andrés Cáceres, publicado en el libro la Batalla de Tacna de Eduardo Congrains Martin (abril 1978).

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