El amor de madre es un sentimiento sublime e incomparable. La amamos con entrañable respeto y admiración, la adoramos no sólo por el hecho de habernos concedido la vida o nos haya traído a este mundo de lágrimas, sino porque, desde que nacimos hemos sido protegidos entre sus brazos y alimentados por su leche materna. Nuestro reconocimiento eterno por habernos enseñado con ternura y paciencia a gatear, a dar los primeros pasos, siempre agarrados de sus fuertes manos y balbucir con dulzura la primera hermosa
palabra universal: mamá.
Inconfundible como abnegada mujer, gran compañera, verdadera amiga, siempre predispuesta a conducirnos por el sendero del bien a través de sanos consejos con ejemplos de ética y moral, normas de conducta y educación. Como trabajadora del hogar, es inquieta en los menesteres de la
casa y es sostén del núcleo familiar. Su labor agotadora comienza desde tempranas horas de la mañana a ritmo sostenido. Qué cosas agradables no hace la incansable buena madre para complacer y agradar a su familia.
Está siempre pendiente del cuidado de cada uno de nosotros con sus manifestaciones de cariño y ternura. Advertimos en ella, muchas veces preocupación, congoja, sufrimiento espiritual y moral, desvelos, rogativas a Dios, cuando nos encontramos delicados de salud, decaídos y tristes por
causa de desavenencias conyugales, dificultades en
las oficinas o talleres, y lo más grave, por falta de fuentes
de trabajo que da paso a la desesperación por no poder llevar
el sustento diario al hogar, y otros muchos problemas propios de la lucha por la vida cotidiana. Por ello y mucho más, con humildad, agradecemos de corazón y en el alma las virtudes humanas del ser sublime y noble de la humanidad: la madre bendecida. ¡Felicidades querida mamá!
Esta fecha clásica, página épica de nuestra historia, se estableció por primera vez en los Estados Unidos de Norte América, en un día del mes de mayo, a iniciativa de una maestra de escuela. Haciéndose eco de ello, en Bolivia se instituyó durante el gobierno de Hernando Siles, en 1928 como el Día de la Madre, el 27 de mayo, y en homenaje a las heroínas de la Coronilla de San Sebastián, Cochabamba.
Si no puede medirse su cariño, si derraman lágrimas sus ojos, si por ti lucha y sufre, esa es tu madre. ¡Póstrate de hinojos!
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jueves, 23 de mayo de 2013
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