En el desarrollo de las comunidades y civilizaciones precolombinas, en todo el continente americano, los astros fueron un libro casi abierto que pronosticaban malos o buenos presagios y estaban relacionados íntimamente por el cambio de las cuatro estaciones del ciclo de vida agrícola y, por lo tanto, de suma importancia para el ser humano.
El sol, la luna, las estrellas y las constelaciones en aquella lejana época, habían sido estudiados por las civilizaciones maya, azteca, tiwanaku e inca. Aquel oficio, derivado tal vez de las prácticas chamanes, fue especializándose durante siglos de manera que, esos hombres, sabios sin lugar a dudas, fueron adquiriendo poder debido a sus conocimientos de predicción y en particular, en el orden agrícola, al señalar con exactitud el inicio y final de las cuatro estaciones existentes en el lapso de un año.
Aquella pléyade y nos referimos concretamente a la civilización Tiwanaku, de la cual somos respetuosos y profundos admiradores, conocían sin exageración, palmo a palmo el firmamento y los astros visibles en el día y en la noche.
En el día, el astro sol fue observado y seguido en sus evoluciones por los astrónomos de Tiwanaku para medir no sólo las horas, sino el día y la hora exactos que marcaban, por ejemplo los solsticios, reflejados ora en las rocas de las montañas, ora en las edificaciones clásicas de la soberbia cultura tiwanakense.
El sol, fue además de la deidad que imperó en las civilizaciones que recorren desde las Rocallosas, en el territorio actual de Estados Unidos y transitan en dirección sur desde los misteriosos zenotes mayas y continúan descendiendo por México, tierra de soberbias y empinadas pirámides para estar más cerca de los dioses que habitan el cielo, hasta culminar en el área andina y mucho más abajo aun, en las tierras australes de América Latina.
WILLKA - INTI
Tiwanaku dedicó un espléndido monumento al astro rey, que conocemos con el nombre de la “Puerta del Sol”, cuyos relieves artísticos de acuerdo a sabios modernos como Arthur Posnansky y Carlos Ponce Sanjinés, entre otros estudiosos brillantes, opinan que además de estar presente la imagen del sol, estarían señaladas matemáticamente, las cuatro estaciones del año agrícola. El sol, fue nombrado Willka por los kollas e Inti, por los habitantes del Imperio Inca.
Recientes estudios sobre lo peculiar de la Puerta del Sol y de varios litoesculturas, habrían descubierto en los supuestos adoradores de este dios astro, vestigios de plantas alucinógenas (no estupefacientes), utilizadas por médicos, kallawayas y astrónomos pertenecientes a la clase dirigente englobada en lo que hoy denominamos “sacerdotes del Sol” (ver “imágenes legibles: la iconografía Tiwanaku como significante”, de Constantino M. Torres).
EL WILLKA-KUTI
Arthur Posnansky, en una de sus principales notas sobre este apasionante tema, publicó en el Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz, el año 1941 del siglo pasado su teoría: “los conocimientos astronómicos de los constructores de Tiwanaku y su aplicación en el Templo del Sol para la determinación exacta de las fechas agrícolas”.
Su ponencia en 1941, explicaba: “…se comprenderá que “Kalasasaya” era algo más importante que un simple adoratorio del sol; era un almanaque de piedra labrada, con el que se determinaba de manera matemática las diferentes estaciones del año con sus subdivisiones. Estas determinaciones, prosigue Posnansky, solo fueron posibles mediante un edificio orientado con precisión en el meridiano y cuyo largo y ancho se hallaban ajustados al ángulo máximo de la declinación del sol entre los dos solsticios”.
“Los solsticios, los Willka-kuti” fueron fiestas de rogaciones para que el sol no se aleje más y que vuelva para favorecer al hombrE con su luz y calor benignos” agrega Posnansky.
LA CRUZ DEL SUR
Los astros de la noche ocuparon también a los sabios sacerdotes de Tiwanaku (también llamados “willkas”), que a lo largo centurias, catalogaron planetas, la vía láctea y otros cuerpos celestes del Universo.
La Cruz del Sur conforme lo revelan monumentos en Tiwanaku, por ejemplo la cruz escalonada o cruz cuadrada existente en un bloque lítico en el Templo Kantatayita de Tiwanaku (ver “Tesoros sagrados de Tiwanaku” de Carmelo Corzón, Ediciones Cima), fue admirada y escrupulosamente estudiada por nuestros antepasados precolombinos.
“La constelación de la Cruz del Sur, es un ente y un concepto astronómico ligado a la problemática del control de las estaciones. La longitud de sus brazos: mayor y menor, están en la misma relación que el lado de un cuadrado y su diagonal (…) “La Cruz cuadrada, es una figura geométrica utilizada como símbolo “odenador” de los conceptos matemáticos en el mundo religioso andino. Su forma se origina de un desarrollo geométrico, que toma como punto de partida un cuadrado unitario que, al crecer por diagonales sucesivas, permite determinar con bastante exactitud el valor “Pi” y conformar un sistema”, afirma Carlos Milla Villena, autor peruano de “Génesis de la Cultura Andina”.
Agreguemos que a los pies del Tata Sabaya, en Oruro, aún existen piedras labradas a manera de recipientes para almacenar. Estos “espejos líticos” reflejaban en las noches los astros celestes. La Cruz del Sur, fue una famosa constelación que las civilizaciones precolombinas, estudiaban en las noches, en el reflejo de tan sorprendentes espejos.
Aquellos instrumentos, con toda razón podrían ser denominados “observadores astronómicos” a cuyo alrededor, se juntaban los sabios amautas.
PRESAGIOS
A propósito, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) conmemoró el Quinto Centenario del Encuentro de Dos Mundos, en 1992, publicando la decimotercera edición del libro de Miguel León-Portilla, “Visión de los vencidos, Relaciones Indígenas de la Conquista”.
León-Portilla destaca en su famoso libro, el proyecto de Fray Bernardino de Sahagún, sacerdote que convocó a sus estudiantes indígenas de Tlatelolco, México, para que redactaran en idioma náhuatl y de acuerdo a su punto de vista, la más amplia relación de la dramática incursión española.
Los estudiantes indígenas, hablan de ocho funestos “Presagios de la venida de los españoles”, que por su importancia y como respaldo al presente artículo “Superstición y Coloniaje”, reproducimos a continuación: “Primer presagio funesto: Diez años antes de venir los españoles primeramente se mostró un funesto presagio en el cielo. Una como espiga de fuego, una como llama de fuego, un como aurora: se mostraba como si estuviera goteando, como si estuviera punzando en el cielo (…) pues cuando se mostraba había alboroto general: se daban palmadas en los labios las gentes, había un gran azoro…”.
El segundo presagio funesto, cuenta que “por su propia cuenta se abrasó en llamas; se prendió en fuego: nadie tal vez le puso fuego, sino por su espontánea acción ardió la casa de Huitzilopochtli. Se llamaba su sitio divino…”Casa de Mando”… pero cuando le echaban agua, cuando intentaban apagarla, sólo se enardecía flameando más. No pudo apagarse: del todo ardió”.
El tercer presagio funesto, narra que un rayo cayó sobre un templo: “Sólo de paja era: no llovía recio, solo lloviznaba levemente. Así se tuvo por presagio; decían de este modo: “No más fue golpe de Sol”. Tampoco se oyó el trueno”.
Cuarto presagio funesto: “Cuando había aún Sol, cayó un fuego. En tres partes dividido: salió de donde el Sol se mete: iba derecho viendo a donde sale el Sol: como si fuera brasa, iba cayendo en lluvia de chispas. Larga se tendió su cauda, lejos llegó su cola…”
Quinto presagio funesto: “Hirvió el agua: el viento la hizo alborotarse hirviendo…se levantó muy alto. Llegó a los fundamentos de las casas: y derruidas las casas se anegaron en agua. Eso fue en la laguna que está junto a nosotros”.
Sexto presagio funesto: “muchas veces se oía: una mujer lloraba, iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos: ---¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! Y, a veces decía:-- ¿Hijitos míos, adónde os llevaré?”.
Séptimo presagio funesto: “Muchas veces se atrapaba , se cogía algo en las redes. Los que trabajaban en el agua cogieron cierto pájaro ceniciento, como si fuera grulla. Luego lo llevaron a mostrar a Moctezuma, en la Casa de lo Negro (casa de estudio mágico)…Había uno como espejo en la cabeza del pájaro como rodaja de uso, en espiral y en rejuego, era como si estuviera perforado en su medianía. Allí se veía el cielo. Las estrellas… y Moctezuma lo tuvo a muy mal presagio (…) Pero cuando vio por segunda vez la cabeza del pájaro, nuevamente vio allá en lontananza, como si algunas personas vinieran de prisa; bien estiradas; dando empellones. Se hacían la guerra unos a otros y los traían a cuestas unos como venados…”
Octavo presagio funesto: “Muchas veces se mostraban a la gente hombres deformes, personas monstruosas. De dos cabezas pero un solo cuerpo. Las llevaban a la Casas de lo Negro, se las mostraban a Moctezuma. Cuando las había visto luego desaparecían”.
Pues bien, como una conclusión, afirmamos que presagios y ciencia iban juntos en tan remota etapa.
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