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domingo, 14 de junio de 2015

Tres historias que aún permiten revivir la Guerra del Chaco



En Tarija sobreviven tres Beneméritos de La Patria a 80 años del cese de hostilidades que se recuerda el 14 de junio de cada año y que puso fin a la Guerra del Chaco que enfrentó a Bolivia con Paraguay. Eusebio Muñoz Aparicio cumplió 98 años, es actualmente el presidente de la Federación de Beneméritos de Tarija y vive en la comunidad de San Agustín. Julio Gareca, también de 98 años y Benigno Garrado Peñaranda de 104 años, ambos viven en Villa Montes.

Eusebio Muñoz
Cada vez es más difícil escuchar sus historias de sus propias voces debido a que su avanzada edad y las enfermedades les dificultan continuar narrando las anécdotas de esa experiencia que marcó sus vidas. Sin embargo, sus recuerdos perviven a través de las personas que escucharon sus relatos.
De acuerdo a los relatos de don Eusebio, a través de la voz de su nieto Valdemar Muñoz, él fue a la guerra con apenas 16 años, no había hecho el servicio militar y aunque por ley debían ir después de los 18 años él fue reclutado debido a que era crecido para su edad y no podía certificar que aún no tenía la edad reglamentaria para ir a la guerra porque en esa época mucha gente, especialmente del área rural, no tenía certificados de nacimiento. “A él se lo llevaron y después le dieron un arma y le mostraron un poco cómo funcionaba y ya”.
Entre los recuerdos de don Eusebio está la obligatoriedad de matar al enemigo para poder preservar la vida. “Él recordaba cómo tenían que matar, no les quedaba otra y decía que luego de cada enfrentamiento quedaban regados por todos lados los cuerpos de los compañeros”, amigos a quienes ni siquiera podrían enterrar y cuyos cuerpos quedaban a expensas de los buitres. “Sólo cuando había un tiempito dice que los enterraban”.
Don Eusebio contaba cómo, el grupo con el que estuvo en la guerra fue de los primeros que tuvo la iniciativa e ideó la construcción de trampas que consistían en cavar fosas hondas de un diámetro de dos metros y cubrirlas con maleza y ramas para que los paraguayos cayeran en ellas. Se ocultaban en los matorrales, los paraguayos venían corriendo y caían en la trampa. De este modo tomaron muchos prisioneros.
Don Eusebio tuvo la suerte de no sufrir ninguna herida de bala, pero no se salvó de las enfermedades que aquejaban a la mayoría de los combatientes debido a que consumían agua de pozo, por lo que eran víctimas de vómitos y diarrea, males que no los eximían de continuar en el frente por lo que debían seguir en la zona de conflicto pese a esas dolencias. Solo eran evacuados cuando tenían heridas muy graves.
Actualmente don Eusebio vive solo con su nieto quien lo llama papá, luego de que cinco de los 10 hijos que tuvo murieron y los cinco restantes se marcharon, cuatro a Argentina y una hija a Santa Cruz.

Julio Gareca
El benemérito Julio Gareca también tiene 98 años y se le hace muy difícil caminar, utiliza un “burrito” que le permite desplazarse con dificultad. Sus rodillas sufren las secuelas de su participación en la Guerra del Chaco en la que él se desempeñó aprovisionando a las tropas. Él contaba que no podían llevar los alimentos por medio del monte sino que debían ir por el río, caminar dentro del agua por largas horas y eso es lo que le ha provocado la enfermedad de las articulaciones que ha sufrido desde hace muchos.
Benigno Garrado Peñaranda tiene 104 años. Después de la guerra se quedó a vivir en Villa Montes y durante muchos años no supo que como Benemérito de la Patria tenía derecho a recibir ciertos beneficios del Estado. Lo descubrió recién el año pasado cuando la Federación de Beneméritos de Tarija lo localizó. “Él es reconocido por el Estado Mayor y tiene documentos y diplomas que le han conferido, pero nunca recibió la renta del Estado. Hemos tratado de que se le dé, pero no han querido, es un tema burocrático”, explica Gladys Choque, administradora de la Federación de Beneméritos, para quien es una pena que no se pueda eludir la burocracia y darle una retribución económica a este benemérito de la Patria que es una persona de escasos recursos.
Germán Zambrana y el parte que anunció el cese de hostilidades
En enero de este año dejó de existir Germán Zambrana, quien guardaba los recuerdos de ese día glorioso para los miles de hombres bolivianos que combatían en la Guerra del Chaco. Don Germán contó en numerosas oportunidades cómo tuvo la posibilidad de recibir el parte de cese de hostilidades. A través de sus relatos era fácil imaginar la emoción y alegría vivida por los soldados enfermos, cansados y hambrientos que no se rendían pero anhelaban el fin de esa guerra “absurda” como la calificaba Zambrana.
La noticia corrió como reguero de pólvora y de un lado y otro del frente se oyeron los vivas en honor a las naciones enfrentadas. “La gente se abrazaba, reían, lloraban de alegría”, relataba don Germán reviviendo ese momento en el que la Guerra del Chaco llegaba a su fin.
Don Germán estuvo en diferentes enfrentamientos, en diferentes lugares del Chaco y nunca fue herido. Esto lo atribuía sin dudar a la gracia de Dios. “El espíritu de Dios me salvó”, solía decir. Su paso por la guerra fue voluntario, se enlistó en 1928 interrumpiendo sus estudios. Los retomó cuando pareció volver la calma, pero volvió a abandonarlos cuando comenzó la guerra en 1932 y estuvo en diferentes puntos donde se desarrolló, siempre a salvo de la muerte que rondaba los campos de batalla.
Una ocasión en la que estuvo muy cerca de morir fue cuando se encontraba en una tropa encargada de hacer el reconocimiento del terreno, en la que había un importante grupo de chilenos que vinieron a luchar por la causa boliviana. En una ocasión en que debían hacer un reconocimiento del área, Zambrana recibió la orden de ir a buscar leña y la tropa partió sin él. Al ver que no volvían luego de tres días fueron a buscarlos y los encontraron muertos a todos. “Me quedé porque el espíritu de Dios me ayudó a que no fuera. Son momentos en los que no hay nada exacto, sino que es cuestión de destino. Me salvé esa vez”.
Para cada uno de los soldados que participaron en esta guerra y tuvieron la oportunidad de retornar a sus hogares y volver a ver a sus familias, ese día, el 14 de junio de 1935 fue el día en que supieron que podrían retomar su vida luego de haber soportado el hambre y la sed, el frío y el calor, el miedo a la muerte y el coraje para enfrentar al enemigo. Ese día supieron que la vida continuaba para ellos.



La herencia de los
beneméritos para Bolivia

La Federación de Beneméritos de la Guerra del Chaco es una institución que existió y existe por y para los beneméritos por lo que al ir quedando tan pocos es necesario prever que pasará cuando ellos ya no estén.
De acuerdo a la información proporcionada por Gladys Choque, administradora de la Federación en Tarija, existe una norma que indica que cuando fallezca el último benemérito la Federación pasará a manos de la Alcaldía Municipal y también establece que la infraestructura donde funciona actualmente se convertirá en un museo.
Los 80 años sin guerra han transcurrido con historias diversas de los ex combatientes que quedaron con secuelas de su participación en la guerra, unos murieron jóvenes, otros pasaron los cien años y siempre ha pendido sobre ellos la sombra del olvido y la ingratitud del país por el que lucharon. Con rentas insuficientes, a veces olvidados y abandonados por las instituciones del Estado y hasta por sus propios hijos.
En ese sentido Gladys Choque considera que es importante rendir un homenaje a estos hombres en vida, y la implementación del museo de los Beneméritos de la Guerra del Chaco sería uno de ellos.
“Ojalá esto pudiera agilizarse y el último benemérito por lo menos pudiera inaugurar este museo”.



El valor del soldado boliviano

Soldados niños agarraron las armas

Muchos jóvenes que aún no habían alcanzado los 18 años fueron reclutados para ir a la Guerra del Chaco, en su mayoría eran hijos de campesinos quienes no los habían registrado y por lo tanto no podían demostrar la verdadera edad que tenían. Fueron casi niños y tuvieron que aprender a matar antes de aprender a vivir. Muchos murieron y muchos retornaron ilesos, son ellos los que serán conocidos como los últimos beneméritos.

La hazaña de aprovisionar a las tropas

La guerra se luchó de muchas maneras y en ella jugaron un papel importante aquellas personas que tuvieron la obligación de aprovisionar a las tropas bolivianas recorriendo grandes extensiones a pie arreando los animales de carga. Para llegar a su objetivo debían hacer largas caminatas por el río para evitar dejar huellas, sacrificando su salud para poder llegar con el alimento que escaseaba en todo momento en el frente.

La guerra mostró el temple de los soldados

Una guerra injusta motivada por intereses foráneos y en un país pobre fueron ingredientes necesarios para sacar a relucir el temple de los soldados bolivianos que se vieron obligados a encontrar medios de sobrevivencia en un territorio en el que escaseaba el agua y la comida. Tuvieron que diseñar sus propias estrategias de lucha cavando trampas porque también las armas escaseaban.

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