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viernes, 12 de junio de 2015
Las vicisitudes de Tarija en la guerra con el Paraguay
Hace 80 años, un 12 de junio de 1935, se firmó el acuerdo para el cese de hostilidades que puso fin a la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia. Sin embargo, las armas callaron recién el 14, en una contienda que se inició el 9 de septiembre de 1932.
Tarija, por ser una ciudad de paso en el camino al frente bélico fue la que más perdió, sostuvo el presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia, geólogo y escritor, José Paz Garzón.
No sólo perdió un vasto territorio, sino que también sufrió la destrucción de sus campos y la ocupación de templos y escuelas, pérdidas que nunca fueron compensadas por ninguno de los gobiernos en Bolivia, adelantó Paz al agregar que fue una decisión desacertada influida por empresas extranjeras y que ocasionó un enorme e irreparable daño a la economía de la región al reducir su territorio, provocar la deforestación porque la ocupación necesitaba leña y había que alimentar a la tropa que estaba de paso.
Además, bajó gente del norte, del altiplano a un territorio desconocido, un escenario geográfico caracterizado por ser subtrópico y que fue otro enemigo particular para las tropas bolivianas que sufrían mordeduras de víboras y picaduras de alimañas, además de que muchos fallecieron ahogados porque debían cruzar ríos que no tenían puentes.
Paz también brindó información inédita sobre lo que sucedió en Tarija a través de los escritos de un ex combatiente que fue también miembro de la Sociedad que preside, el profesor J. Humberto Arce, que en sus textos mecanografiados relata las vicisitudes de la población chapaca.
Movilización
Arce cuenta que cuando las fuerzas paraguayas atacaron el 6 de diciembre al fortín Vanguardia, hubo manifestaciones de protesta de todo el pueblo y su juventud fue más allá, al escuchar las arengas del prefecto de ese entonces, el coronel Núñez del Prado y cantar el Himno Nacional, muchos de ellos, comprendidos en las reservas del 26, 27 incluso antes, pidieron armas y se enlistaron.
Sin embargo, marcharon sin uniforme, los más a pie, otros tuvieron la fortuna de conseguir un caballo, fueron alojados en “pahuichis” y, hasta que fueron licenciados, ni siquiera se les pagó sus socorros (emolumento que percibe un soldado) así que cuando volvieron “aún vestían sus rotosas ropas de civil con las que habían ido a cumplir un sagrado deber”.
El benemérito escribió que Tarija respondió con sus jóvenes que fueron a llenar los vacíos en los diferentes regimientos, por ejemplo de esta región salió el destacamento “106”, contribuyó con su gente y, como ciudad de paso, ofreció sus establecimientos escolares, que sirvieron como cuarteles y hospitales de emergencias, sacrificó su ganadería para alimentar a las tropas.
“Ganado que dudamos que haya sido pagado, y sí, simplemente decomisado, por eso pasada la guerra, han pasado muchos años y la ganadería no se rehace. Con la guerra Tarija ha sido la más perjudicada, perdió gran parte de su territorio, su ganadería, sus calles y edificaciones fueron destruidas”, describió.
El ex combatiente también nos da un pantallazo sobre el escenario de operaciones, una tropa sin armamento adecuado, sin caminos de penetración al Chaco, el 80 por ciento de ellos provenían del altiplano, bajaron de los más de 3.000 metros sobre el nivel del mar a los llanos con menos de 700, con 35 grados a la sombra en un ambiente de semibosques, pajonales, tuscales y zonas desérticas sin agua.
Algunos de los heroicos combatientes chapacos
El ex combatiente, rescata los nombres de algunos de esos jóvenes chapacos olvidados por la historia oficial: Alfredo Rodo, Pablo Colodro, José María Villena, Antonio Mogro, Castelfort Castellanos, Clodomiro Ibáñez, Pablo Aguirre, Antonio Moreno, Carlos Vidal, Andrés Barrientos, Pancho Cherroni, Jesús Gaité, Raúl Borda Germán Zambrana, Cruco Zabala, Alejandro Ávila, Enrique y René Pantoja, Máximo Iñiguez, Gilberto Campero, Carlos Tavera Trigo, Anacleto Galarza y muchos otros.
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