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miércoles, 20 de julio de 2022

¿Conquista o invasión? Hombres europeos llegan a los Andes (1533-1542) - Introducción

La fuerza con que se instalaron en el imaginario colectivo algunos de los temas relacionados con el primer momento del encuentro y enfrentamiento entre el Viejo y Nuevo Mundo tienen repercusiones hasta el presente. Para Europa, América no significó solamente el descubrimiento de nuevas tierras, sino también de una nueva humanidad. El protagonismo del Nuevo Mundo abre horizontes antes desconocidos y promueve la conciencia de la posibilidad de un nuevo tiempo; América, entonces, acaba siendo el lugar físico donde realizar la utopía que parecía necesaria para los europeos de entonces (Cantú, 2002). Por su parte, los pueblos americanos entraron de golpe en contacto con un mundo distinto. Tipos humanos, idiomas, animales, bienes culturales, enfermedades y armas mortales llegaron con unos seres extraños. Sin embargo, llegar a la simple, pero fundamental constatación de que eran finalmente seres humanos comían, sentían y morían como ellos mismos tomó un tiempo. Algunas noticias ya habían llegado a los Andes e incluso algunos virus desconocidos se adelantaron a los hombres como una terrible premonición de lo que luego vendría.

Ya Levi Strauss en los años 50 expresó que probablemente la mayor debilidad de la sociedad americana fue la ausencia de contacto con otras culturas, a diferencia de Europa que había tenido relaciones con Asia y África por mucho tiempo. Aun así, este “descubrimiento” por parte de los europeos de un mundo ni siquiera imaginado significó que, por primera vez, se tuvo una idea completa del mundo en que habitaban, la conciencia de ser parte de un todo, que antes de la incorporación de América al escenario mundial era únicamente un mito (Todorov, 1982/2007).

Colón llegó con la mentalidad de su época; se discute todavía si era un hombre medieval o moderno cuya audacia, atención y conocimiento a los signos de la naturaleza, que le ganaron el respeto de su tripulación, iban de la mano de una mentalidad medieval que veía en todo la intervención divina y aunque sus diarios reiteran hasta el cansancio la búsqueda de oro, su meta final era más bien parecida a una cruzada que buscaba la expansión del cristianismo.

Descubriendo al otro, ambos – “americanos” y europeos - se descubrieron a sí mismos en una dimensión distinta. Una de las maneras de asimilar este incomparable suceso para unos y otros fue mediante la religión: en un caso, para europeos, eran los designios divinos los que pusieron en sus manos la posibilidad de llevar el evangelio y en el otro, para americanos, eran los retornos de antiguas deidades o castigos de las divinidades (Wachtel, 1976).

La Corona española vio la gran oportunidad de ejercer dominio político sobre las nuevas tierras, esta posibilidad provocó que tanto la Corona como la Iglesia ingresaran en intensos debates sobre el rol que les tocaba cumplir. Debido a la necesidad de contar con un instrumento para la “conquista de las Indias”, el debate tuvo impacto en el ordenamiento jurídico internacional, pues en el centro del debate estaban temas como la legitimidad de la conquista y el mito del buen salvaje. Los argumentos fundamentales eran el oro y la evangelización; el primero justificaba el poderío político en tanto que la conversión de los indios daba coherencia ideológica a la empresa pues sin el apoyo que dio el Papa Alejandro VI a los Reyes Católicos, la conquista no hubiese sido viable. A pesar de ello surgieron voces, especialmente entre los sacerdotes, que negaban el derecho que se arrogaba la Corona a someter a servidumbre a los nativos que vivían en paz antes de la invasión. Incluso alguno, como Luis Vives, se preguntaba si a los pueblos de las Indias “la Naturaleza los hizo más semejantes a Dios que a nosotros”. Las distintas posturas llevaron a la promulgación de las leyes de Burgos en 1512 -1513 y más tarde las Leyes Nuevas en 1542.

Las leyes de Burgos buscaban resolver la propiedad de los títulos de dominio sobre América. Este conjunto de leyes concluyó que el Rey de España tenía dominio pleno sobre el Nuevo Mundo, pero sin derecho a explotar al indio, ya que éste era un hombre libre que podría tener propiedades, pero que como súbdito debía trabajar en favor de la Corona a través de los conquistadores españoles asentados allí. La Junta de 1512 se caracterizó por presentar dos planteamientos jurídico-teológicos enfrentados: la supremacía de lo espiritual podía llegar al punto de invalidar el derecho natural por lo que los paganos podían ser sometidos a la fuerza, pero el otro planteamiento insistía que no se podía quitar al hombre sus atributos naturales. Dicha controversia se resolvió con un compromiso recogido en las Leyes de Burgos, que mantenía el trabajo forzoso de los indios, si bien limitándolo y humanizándolo parcialmente. La aplicación de estas leyes fracasó como se demostró posteriormente con la aniquilación de numerosos pueblos indígenas del Nuevo Mundo como ocurrió en las Antillas Españolas.

Llegados a México y luego al Perú, los europeos a la cabeza de Cortés en el primer caso y de Pizarro en el segundo, invadieron y se impusieron sobre las sociedades locales. ¿Por qué cayó tan fácilmente el Imperio Incaico ante un grupo de europeos que numéricamente eran ínfimos en relación a la población local? ¿Y por qué ocurrió lo mismo con los aztecas? Esta pregunta se la ha hecho reiteradamente generación tras generación mereciendo distintas respuestas y puntos de vista. Se aludió a la diferencia tecnológica especialmente de las armas y al uso de perros y caballos que aterrorizaban a la población local, a la división interna de los incas en facciones irreconciliables, a la alianza de poblaciones contrarias a los incas, a las epidemias que llegaron aún antes que los europeos y también a la distinta concepción de lo que era una guerra entre europeos y americanos, en fin a las abismales diferencias de formas culturales. Pero además, a la derrota por las armas le siguió una catástrofe demográfica que continuó por más de un siglo calculada en una merma entre el 33% y 50% de la población (Cook, 1981), hecho que ha merecido que lo ocurrido en esta etapa sea llamado un genocidio. Anidó, entonces, en el imaginario americano la constatación de una derrota y de ahí en adelante el supuesto de que las sociedades del Nuevo Mundo serían inferiores a las europeas y estas ideas pesaron en nuestro futuro.

Estos reiterados cuestionamientos al pasado, han sido la base para plantear dos puntos de vista opuestos: “invasión” o “conquista” (Murra, 1987), como si conquista fuese el término para explicar los acontecimientos desde la perspectiva europea e invasión desde la indígena. Mirar el momento desde las sociedades locales, es un punto de vista no sólo legítimo sino indispensable, pero a nuestro entender incompleto. No solo que los dos lados del proceso están irremediablemente articulados y forman una maraña que es necesario desmadejarla, sino que se entiende que invasión es la primera fase, violenta, de dominio, mientras que la conquista se fue dando a continuación con la paulatina instalación del nuevo poder. Invasión, entonces, es la primera fase del periodo de conquista, aunque en distintos escenarios.

El debate sobre estos términos se agudizó al acercarse el año 1992 cuando se conmemoraba el quinto centenario del “descubrimiento” “invasión”, “choque” o “encuentro de dos mundos” según los puntos de vista. En esta conmemoración se buscó enfatizar en la violencia y radicalidad del momento histórico. Sin embargo, al subrayar la invasión como si todo el proceso hubiese sido de enfrentamiento violento, se subraya también la derrota bélica y nos olvidamos de la gran capacidad de la población local por revertir el proceso así como la creatividad para incorporar los aportes que llegaron con los recién llegados, asimismo dejamos de ver las rivalidades internas del lado español y sus intereses.

Siendo este periodo sumamente complejo, tomaremos como ejes los proyectos de sociedad que comenzaron a construirse a mediados del siglo XVI: analizaremos los proyectos de la Corona, de la Iglesia, de los particulares y de los indígenas (incas y elites locales). Esta aproximación nos alejará de estar atrapados en la dicotomía conquista/invasión, pues las implicaciones de estos proyectos son mucho más complejas. 

Mapa de america

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