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lunes, 11 de julio de 2022

Historia colonial - Historia del arte: un campo de batalla

Estas búsquedas influyeron también sobre campos de saber histórico tan diversos como la historia del arte. Se empezó a revalorizar algunos aspectos del pasado colonial como, por ejemplo, el arte y la cultura gracias a las investigaciones de José de Mesa y Teresa Gisbert que no solo estudiaron la influencia del arte europeo y enfatizaron la participación activa de los indígenas en la producción artística, sino que acuñaron el concepto de “barroco mestizo” que ha marcado una época relacionada con el estudio de la historia del arte colonial. Según Mesa y Gisbert, entre 1650 y 1740 —la Edad de Oro del arte altoperuano— se produjo la unión entre la cultura indígena y española, formándose la nueva nacionalidad. Según Francovich (1980: 111), los Mesa Gisbert rescataron el mundo colonial para Bolivia e intentaron superar “el mito del espectro español” que dominaba la sociedad boliviana, contribuyeron “al conocimiento de la realidad de la Colonia y hicieron la incorporación de ésta al ser de la nación”, sacando a flote la importancia de los imaginarios como una de las potencialidades bolivianas.

Por otro lado, el concepto de “barroco mestizo”, como síntesis o simbiosis cultural acuñado por Gisbert, inicialmente rechazado, y tuvo posteriormente una amplia aceptación, es actualmente analizado desde la literatura y a partir de distintas visiones. Así, Boaventura Sousa Santos (2001) hace un elogio del mestizo y acuña el concepto de “ethos barroco” como argamasa social y estética de la nación. Souza sostiene que el debilitamiento del control por parte de España y Portugal de sus colonias en el siglo XVII “posibilitó una creatividad cultural y social, muy específica, a veces muy codificada, a veces, caótica, a veces erudita y vernácula, a veces oficial, a veces ilegal. Tal mestizaje está tan fuerte enraizado en las prácticas sociales en estos países que ha llegado considerarse como ethos cultural típico de América Latina, manteniéndose desde el siglo XVII hasta nuestros días” (2001: s/p.). Para Leonardo García Pabón (1995), lo barroco expresado a través de la fiesta muestra el contraste, la distancia y contradicciones de una desigualdad. Sin negar los rasgos conservadores del barroco, el autor llama la atención sobre la necesidad de complejizar la afirmación sobre el valor represivo del barroco. García Pabón califica el barroco como el movimiento cultural y social que buscaba afirmar su diferencia con España, posibilitó la expresión de “su condición social y cultural” a los criollos y a los indígenas y además, permitió “transformar esta sociedad”.

A pesar de estos argumentos, Cecilia Salazar (2009) insiste en que el barroco colonial expresa la esencia de la dominación colonial, representando sus rasgos como “misticismo conservador, intolerante y absolutista de la vieja España, con la cosmogonía indígena, atemperada en la cultura natural de la sociedad agraria y colectivista”. Salazar retoma los argumentos de los años 1970 para demostrar que esta relación de dominación se basa sobre las relaciones esclavistas y feudales, rechazando la idea de “barroco mestizo” como una relación armónica “cómoda” o “compenetrada” entre los indígenas y los conquistadores. Para Salazar, la expresión del “barroco mestizo” es un conflicto colonial irresuelto, siendo las expresiones indígenas en el arte “la exquisita simbolización ornamental de las iglesias católicas”, la expresión de “elementos de resistencia y distinción”.

Recientemente (2013), Carlos Mesa Gisbert ha vuelto sobre el tema insistiendo en la necesidad de la profunda reflexión sobre la “ética y la legitimidad o ilegitimidad” sobre la construcción de lo mestizo a través de los mensajes aún no decodificados del mundo iconográfico y de una “lectura doble, no contrapuesta, entre “imposición y construcción””.

Una reflexión de la joven historiadora del arte, Lucía Querejazu (2012), sobre el uso de los conceptos por la historiografía del arte andino, permitió rastrear los orígenes del uso del concepto mestizo como la búsqueda por parte de los historiadores de los elementos considerados originales para “tipificar y encontrar la voz activa de los indígenas”, considerado como “estilo indígena” (Querejazu, 2012: s/p.). Así mismo, señaló otras alternativas respecto a la conceptualización como aculturación, transculturación, síntesis y la hibridez, y rescató el uso amplio de conceptos para la labor de la interpretación histórica.

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