Comúnmente, se conoce hoy una nueva interpretación
de la historia colonial y una nueva
construcción de la historia colonial que proponen
una visión simplificada de este período
histórico como un período de dominación y
opresión y cuyo interés se centra básicamente
en el período de la conquista y en finales del
siglo XVIII. Desde una posición ideológica, se
retoman las perspectivas cuestionadas sobre la
historia tradicional para la cual la colonia fue
un período largo y oscuro. Es la situación que
describió Lempérière (2005)al señalar que “la
cuestión colonial” se convertía en el discurso
político; en este caso, “la posición del historiador
es necesariamente operar siempre una distinción
entre historia y conmemoración, lo mismo que
entre historia y militancia, historia y hagiografía,
crítica y denuncia”.
Nosotros queremos reflexionar sobre los
avances realizados por los historiadores bolivianistas
en el campo de la historia política, económica,
social, la etnohistoria y la historia de arte
para repensar la idea de “lo colonial”. Además,
queremos superar el pensamiento sobre la colonia
vista como un bloque, concentrándonos en los
siglos XVI-XVII, manteniendo los ejes cronológicos,
temáticos y regionales.
Nuestro propósito es construir un nuevo
relato de la conquista, haciendo un balance de una
mirada anterior de la historiografía nacional que
otorgaba un mayor espacio a la conquista frente
a otros temas de la historia colonial, y ubicar
nuestra mirada en el Collasuyu más que en el
Cusco. No obstante, no pretendemos una historia
etnocéntrica en torno a la conquista de la región
andina; queremos presentar el proceso como lo
que sucedió en el territorio de los pueblos que hoy
conforman Bolivia: para ello, nos centraremos en
el proceso más intenso que se dio en el siglo XVI
en la región andina y de los valles.
Queremos, asimismo, rescatar la participación
de los indígenas en la conquista y el
peso de las alianzas entre españoles y naciones
contrarias a los incas. De la misma forma, nos
interesa examinar dos entradas a Charcas, desde
el Pacífico y el Atlántico, y el movimiento de los
guaraní-chiriguanos, presentando el estado en
el que se encontraban las regiones de las tierras
bajas, tanto en el norte como en el sur, y tomando
en cuenta que la conquista de estos territorios no
se desarrolló de la misma forma que en las tierras
altas. Por otro lado, queremos extender los límites
cronológicos de la conquista más allá de 1538, es
decir la conclusión de la guerra entre almagristas
y pizarristas, pues la visión tradicional pone esta
fecha como límite de este proceso, proponemos
tener en cuenta que existe otra opinión según la
cual la conquista se prolongo hasta el episodio de
Vilcabamba (1572).
Nos parece muy importante enfatizar el período
de 1542 a 1570 como la época de la transición
de la sociedad precolombina hacia el Estado
colonial. A nivel global, se trata del proyecto de la
nueva sociedad pensado desde la España imperial
de Carlos V y Felipe II. Pero este proyecto no
fue monolítico ni unilateral: también incluía los
proyectos de la Iglesia católica y los de sus órdenes
religiosas y fue influido por las corrientes del
pensamiento humanista y luego barroco como la
gran bandera de la Contrarreforma. A nivel local,
estudiamos el funcionamiento institucional del
poder colonial como los corregimientos, los cabildos
y luego la erección de la Audiencia de Charcas,
conjuntamente con el análisis del sistema de las encomiendas y la fundación de las ciudades,
haciendo énfasis en las nuevas investigaciones sobre
el “descubrimiento de Potosí” y el desarrollo
de la minería. Se hará hincapié en el análisis de
las tensiones sociales como consecuencia de los
debates sobre el proyecto colonial (Las Casas
sobre los servicios personales, la Leyes Nuevas),
las guerras civiles, la resistencia incaica en Vilcabamba.
Por otro lado, se intentará presentar las
posibles estrategias de ajuste y readaptación del
mundo indígena al sistema colonial.
Sostenemos que el afianzamiento de la organización
del sistema colonial se produjo en el período
de 1570 a 1600. En estos años, se consolidó
el proyecto monárquico que profundizó el virrey
Toledo, después del intento del virrey conde de
Nieva y del presidente García de Castro que pusieron
en ejecución un plan dirigido a establecer
un sistema administrativo de larga duración.
Nuestra intención es analizar cómo funcionó el
proyecto toledano en el territorio de la Audiencia
de Charcas: éste tuvo dos fases y estaba dirigido
a diversas áreas como la minería y sectores de la
administración colonial; abarcó el tema de las
encomiendas, las tasaciones, las reducciones de
las comunidades indígenas. Nuestro análisis se
centra en la implantación del nuevo sistema de
la mita y su impacto sobre las poblaciones indígenas;
pretendemos entender las consecuencias
de las reformas para la economía minera, para el
desarrollo de los centros urbanos —sobre todo
Potosí— del comercio y las nuevas rutas locales,
regionales y transatlánticas.
La última parte que, al principio, llevaba
el título de “el largo siglo XVII”, se refiere a
este siglo (de 1600 a 1700) entendido como el
período de consolidación y crisis del proyecto
toledano, de reacomodo dentro del sistema
colonial de distintos grupos de la sociedad y
su reacción frente al sistema de dominación.
Queremos mostrar el afianzamiento de la sociedad
que funcionaba bajo los parámetros de
los pactos entre la Corona y la sociedad local,
las instituciones y los individuos. Analizamos
los altibajos de la producción minera a lo largo
del siglo y evocamos la magnitud de la “economía
paralela” basada en el contrabando y
fraude; asimismo, ponemos énfasis económica
y simbólicamente en Potosí como parte central
del imperio español y del mundo globalizado.
Consideramos que es menester incluir el estudio
de las estrategias individuales y colectivas del
mundo indígena, la inserción de los indígenas
al sistema mercantil y la “renovación” del pacto
colonial para comprender las contradicciones
y fisuras que se presentan dentro de los pactos
coloniales que conducirán a reacomodos y rupturas
en el período siguiente.
En cuanto a la metodología, pretendemos
articular lo local con lo global, rescatar los procesos
frente a los acontecimientos, revitalizar el
relato como elemento articulador y explicativo
de varias líneas de conocimientos que necesitan
entrar en un mismo escenario para permitir que
se comprenda una época. Rescatamos las figuras
sociales, políticas, económicas, artísticas, etc.
que se generaron durante la colonia de forma
local, es decir apropiaciones del modelo global
para contrastar y dar una mirada enriquecida de
la colonia en la región de Charcas. El modelo
clásico difundido en la “latinoamericanística”
nos remite al modelo “coercitivo y centralizado
de construcción y organización imperial” que,
según nuestra posición, no permite entender la
capacidad de la Corona española para conservar
un dominio estable durante casi tres siglos.
Nuestra visión del período colonial se basa en
la comprensión de las relaciones que se establecieron
dentro de la sociedad colonial como pluridimensionales,
compuestos de varios proyectos
de índole política, económica, social y simbólica
proyectados por la Corona (el rey y sus funcionarios),
por los particulares (los conquistadores,
encomenderos, mineros, hacendados), por los
Incas (proyecto de Manco Inca y sus sucesores,
de Paullu, de los descendientes de los Incas), los
señores étnicos (particulares y comunitarios).
Estos proyectos también tuvieron sus propias
contradicciones.
En cuanto a la base teórica, partimos de los
conceptos de invasión y conquista que marcan la
situación jurídica de los territorios de las Indias
incorporados a la Corona de Castilla. Aunque teóricamente,
éstos podían gozar de los mismos derechos
que otros territorios que formaban parte del
imperio español, sin embargo, la conquista militar
otorgaba derechos sobre los vencidos en la guerra
que se expresaban en obligaciones impuestas en distintas
formas de trabajo forzado y en la tributación,
diferenciándolos de los súbditos de otros territorios
del imperio que pasaron a formar parte del mismo
como resultado de la legitimidad dinástica.
Para entender la especificidad del Estado
colonial, se propone ver a Charcas como parte
del sistema imperial español, poniendo énfasis
en la idea que éste era un Estado distinto del
Estado decimonónico en cuanto al poder de
los distintos cuerpos que formaban parte del
mismo Estado, a los pactos con distintos grupos
sociales, a una relación con el rey lejano y a la
existencia de una hegemonía de los proyectos
coloniales. Consideramos que la estructura
estatal jerarquizada verticalmente funcionó a
través de las interdependencias y redes del poder
que se extendieron desde la corte de Madrid y
los virreyes hasta las comunidades y pueblos
más remotos. Las redes también funcionaron a
nivel económico a través de la participación de
los diversos actores en los mercados locales y
virreinales, sosteniendo, además, el sistema de
exacción masiva. Asimismo, consideramos que
el orden colonial se basaba en una organización
política (cabildos, corregimientos, audiencia),
económica (encomienda, repartimientos, cacicazgos),
social (legislación indiana, jerarquización
de grupos sociales) y religiosa (Iglesia,
extirpación de idolatrías).
En cuanto a la dominación, no sólo se trata
de la dominación de la metrópoli sobre el conjunto
regional, con varios niveles que funcionan al
interior del conjunto diseñado por Assadourian.
En lo referente a lo social, pensamos en el acceso
a los puestos administrativos y otros privilegios
basados en la pureza de sangre y la procedencia
étnico-racial; en lo económico, en la apropiación
de los bienes materiales como los frutos de trabajo /
tributo y de la mano de obra / mita. La dominación
espacial se presenta como el monopolio establecido
por la metrópoli sobre el comercio y control de
del capital comercial de Lima sobre la región de
Potosí y su producción de plata, siendo Potosí el
centro de atracción de los capitales, mercancías y
mano de obra de las zonas agrícolas y ganaderas.
La dominación simbólica (reconocimiento simbólico-
religioso de la soberanía del Rey de España,
lengua, usos y costumbres, modos de residencia,
fiestas, propaganda regia, arte religioso) es importante
al respecto.
El concepto del pacto colonial refleja la idea
del proceso constante de negociación que tenía
lugar entre y en los múltiples espacios del poder,
entre la metrópoli y el ámbito local indiano.
Consideramos, al igual que otros autores, que el
pacto colonial o “pacto de reciprocidad” —término
acuñado por Tristan Platt— se afianzó desde
los primeros años de la conquista, tratándose de
la transferencia simbólica y material de poderes
al Rey de España por parte del Inca y los señores
étnicos locales a cambio del reconocimiento de
sus derechos. Este pacto fue afianzado medio
siglo después entre el virrey Toledo y los caciques
del altiplano surandino: a cambio de ese reordenamiento
y la consolidación de sus derechos
territoriales, los curacas accederían a la entrega
periódica de los contingentes mitayos.
Por supuesto, cuando se utiliza el concepto
de pacto, no hay que perder de vista un elemento
importante como su carácter asimétrico. En caso
contrario, se puede cometer el error de ver los
pactos como relaciones armónicas, como lo
advirtió Ana María Presta (2009) en el “debate
Serulnikov”, al señalar que “en el mar de cambios
que incurren los Andes desde la conquista, que
trastoca la vida cotidiana, a todo nivel, de los ayllus
y remanentes de grupos étnicos, la armonía
no se hacía presente ni siquiera bajo las pautas de
reciprocidad, redistribución y control vertical…”.
Sin embargo, estos pactos se volvieron necesarios
para ambas partes, dominantes y dominados: los
primeros no podían gobernar sin pactar; los otros
debían pactar para sobrevivir. No había armonía
pero sí, beneficios mutuos, claro que más para los
primeros que para los segundos.
Para nosotros, los autores de este tomo, evocar
la experiencia colonial significa recuperar una
visión sobre los pueblos indígenas como actores
importantes de esta nueva sociedad, en los siglos
XVI y XVII, sin restar la importancia a otros agentes
coloniales. De esta manera, ampliamos el concepto
del pacto a otros sectores de la sociedad, partiendo
de la idea de que el sistema del pacto incluyó
asimismo los compromisos entre el Estado y los
mineros de Potosí (azogue, mano de obra / quintos
reales), entre los mineros y caciques (mano de obra
o dinero a cambio), entre los caciques y hacendados
(manos de obra / dinero), los caciques, corregidores
y curas (mano de obra / favores).Consideramos el
pacto colonial como la piedra angular del orden
colonial basado en la dominación, y se trata de pactos
asimétricos y en muchos casos, implícitos, fuera del
esquema oficial imperante. Estos pactos están en
muchos casos contaminados por la corrupción; funcionaban
como garantía para mantener la autoridad
y los privilegios de las partes en juego.
Pretendemos analizar la sociedad colonial
como una sociedad multiétnica, dinámica y
mestiza, partiendo de su pasado prehispánico
transformado por el proceso de la invasión y
conquista. Se intenta ir más allá de la visión
miope de una sociedad dividida en “dos repúblicas”,
pero sí, pensando en miradas con
cierta autonomía étnica, tomando en cuenta la
diversidad étnico-social de ambas y de grupos
intermedios que surgieron como consecuencia
del mestizaje biológico y cultural. Un especial
interés merece el tema de la Iglesia como
institución y su papel en la construcción de
la sociedad colonial y de la religión ya que
permiten comprender cómo funcionó dicha
institución y cómo se construyó la relación
entre religión, Iglesia y sociedad que pervive
hasta nuestros días.
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