Si bien la presencia europea significó un cambio radical, es también cierto que las sociedades no se
derrumban de un momento a otro. Una cantidad de elementos materiales, sociales y simbólicos sobrevivieron
por bastante tiempo. Es importante no dar una imagen de absoluta destrucción, porque sería falsa.
En primer lugar una resistencia armada se mantuvo por casi 40 años en Vilcabamba, con una autoridad
inca que mantenía religión y ejército. La crónica de Tito Cusi, descendiente de estos incas rebeldes es un
incomparable documento sobre este periodo. Entonces la organización del Estado por bastante tiempo
tuvo un inca en la selva (Manco Inca y sus descendientes) y otro bajo el dominio español (Paullu Inca), con
un poder ficticio, pero que al parecer se mantenía en contacto con el de Vilcabamba (Medinacelli, 2007).
También la infraestructura caminera, el sistema de tambos, la vigencia de los ayllus con su sistema de
autoridades étnicas locales se mantuvo durante mucho tiempo. Incluso en censos del siglo XVII se puede
encontrar que seguía vigente la poligamia entre la élite, como se observa en Sacaca (1614).
En cuanto al poder, una vez derrumbado el poder incaico, las autoridades regionales, intentaron
recuperar su antiguo mando, esfuerzo que dejó huellas en la documentación colonial temprana en una
cantidad de probanzas presentadas ante el rey donde dejan saber su antigua alcurnia prehispánica, aunque
también su colaboración al poder colonial.
Una de las continuidades importantes fue la visión de mundo que sobrevivió y en muchos casos se
articuló a la que intentaban imponer, transformando a colonizados y colonizadores. Ni la religión andina
ni la cristiana serán iguales a partir de entonces.
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