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martes, 26 de julio de 2022

El Estado promotor de la Conquista: El proyecto indígena

¿Podrá pensarse en un proyecto indígena en tiempos de invasión y conquista? Resulta complicado llamar efectivamente “proyecto” a las estrategias de los indios llevadas adelante durante el periodo de invasión y conquista. Una explicación relativamente sólida de por qué se desmoronó tan fácilmente el Imperio Incaico pasa por entender que no se trata de un momento, sino de un largo proceso de asalto y desmoronamiento del sistema cultural cuyos valores resultaron ineficaces ante el asedio europeo. El periodo inicial estuvo marcado por una radical sensación de otredad, incomprensión que con distintos matices se extenderá a lo largo de la conquista (Todorov, 2007). Solo así se explica la falta de decisión en momentos claves, como el sitio de la ciudad del Cuzco (1536), cuando los hermanos Pizarro y su gente pudieron ser fácilmente sometidos.

Quizás habría que llamar estrategia a las acciones contra la invasión y proyecto al que se fue construyendo a medida que se implantaba la colonia. Como la etapa que incumbe a este capítulo concluye en 1542, estaremos hablando de una estrategia indígena que no fue un proceso lineal ni único, aún así proponemos que algún tipo de proyecto comenzó a gestarse en este momento bajo la pregunta¿qué tipo de sociedad será posible de ahí en adelante? Las respuestas están enraizadas justamente en el momento de la invasión, cuando los incas desarrollan dos proyectos paralelos, uno de resistencia en Vilcabamba y otro de aceptación en el Cusco.

Recordemos que en medio de la incertidumbre de lo que podría ocurrir con el arribo de hombres del otro lado del plantea, estaba en curso una guerra entre los incas hermanos Huáscar y Atahuallpa a punto que el primero fue mandado asesinar por el segundo. Los incas armaron una estrategia militar cruzada por la pelea interna entre los hermanos sucesores a la mascaipacha de modo que los generales de Atahuallpa atacaron a los españoles al mismo tiempo que a sus rivales incas. Vencidas las huestes de Atahuallpa, el nuevo Inca descubrió que los españoles no eran los aliados que habría pensado y una facción, con Manco Inca a la cabeza y acompañada por el sacerdote Vilac Uma, huyó a Vilcabamba y mantuvo la resistencia armada, atacando y hostigando a los españoles y manteniendo la corte inca en un exilio interno. Pero otra facción, la de Paullu, acompañada por el sacerdote Challco Yupanqui, intentó convivir con los europeos para mantener vivos los despojos de una élite inca y la posibilidad de sobrevivencia cultural. Señalado por la historiografía como el Inca títere, Paullu más bien jugó el rol del segundo inca en una diarquía en condiciones dramáticas de invasión y conquista (Medinacelli, 2010). Esta dualidad en el proyecto inca cubre unos cuarenta años hasta la llegada del virrey Toledo (1570), cuando fue sofocada la resistencia de Vilcabamba y ejecutado el último inca que resistía en la selva.

Se ha propuesto que fue gracias al apoyo de las facciones descontentas con el inca y que colaboraron a los españoles, que la conquista fue muy fácil. Algunas cifras, sin embargo, nos dan pautas para la reflexión. En el cerco de Cochabamba el ejército surandino, con Tisoc a la cabeza, contaba con unos 60.000 soldados, mientras los cercados eran 70 españoles con unos 5.000 indios (Platt et al, 2006). Es decir que los 5.000 indios aliados no explican la victoria española.

En esta complicada etapa actuaron dos bandos españoles (pizarristas y almagristas), hubo dos incas en ejercicio (uno resistiendo en la selva y el otro al lado de los europeos), además se observan distintos niveles de respuestas de las provincias del Tawantinsuyu. No será igual la actuación de los aliados de los españoles huancas y hatun collas, por ejemplo, que los fieles seguidores de Manco Inca, lupacas y urus que fueron decisivos en la batalla contra los españoles en el Desaguadero. Distintas serán las dudas de los señores de Charcas, que deliberaron acerca de cuál sería su papel frente a los acontecimientos optando primero por la resistencia y luego por la rendición. Todavía distinta fue la actuación de los pueblos de los márgenes del imperio, como los de Jujuy e incluso los chichas que se mantuvieron en pie de guerra por un tiempo más prolongado. En el curso de los acontecimientos, además, es probable que fueran profundizándose antiguas diferencias entre las distintas naciones.

Estudiado desde el Collasuyu, este periodo se desarrolla en tres fases, de las que hay que subrayar, todas ellas dependían de la iniciativa inca. La primera fase tiene lugar a partir de 1535 durante el ingreso de Almagro con el Inca Paullu en reconocimiento del territorio de la Nueva Toledo; en la segunda fase en 1538 participa también Paullu pero esta vez con los hermanos Pizarro y la tercera (fines de 1538-42) fue la resistencia final y rendición. En el desarrollo de estas tres fases, como veremos, hubo un tortuoso proceso en el que dos incas intentaron acomodarse a las coyunturas provocando constantes cambios en las alianzas y posiciones políticas. Sin embargo Manco y Paullu se mantuvieron pendientes uno del otro, el uno “auca” (guerrero) y el otro “yachaj” (administrador) (Medinacelli, 2007).

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