¿Podrá pensarse en un proyecto indígena en
tiempos de invasión y conquista? Resulta complicado
llamar efectivamente “proyecto” a las estrategias
de los indios llevadas adelante durante el
periodo de invasión y conquista. Una explicación
relativamente sólida de por qué se desmoronó tan
fácilmente el Imperio Incaico pasa por entender
que no se trata de un momento, sino de un largo
proceso de asalto y desmoronamiento del sistema
cultural cuyos valores resultaron ineficaces ante
el asedio europeo. El periodo inicial estuvo
marcado por una radical sensación de otredad,
incomprensión que con distintos matices se
extenderá a lo largo de la conquista (Todorov,
2007). Solo así se explica la falta de decisión en
momentos claves, como el sitio de la ciudad del
Cuzco (1536), cuando los hermanos Pizarro y su
gente pudieron ser fácilmente sometidos.
Quizás habría que llamar estrategia a las
acciones contra la invasión y proyecto al que se
fue construyendo a medida que se implantaba la
colonia. Como la etapa que incumbe a este capítulo
concluye en 1542, estaremos hablando de
una estrategia indígena que no fue un proceso
lineal ni único, aún así proponemos que algún
tipo de proyecto comenzó a gestarse en este
momento bajo la pregunta¿qué tipo de sociedad
será posible de ahí en adelante? Las respuestas
están enraizadas justamente en el momento
de la invasión, cuando los incas desarrollan
dos proyectos paralelos, uno de resistencia en
Vilcabamba y otro de aceptación en el Cusco.
Recordemos que en medio de la incertidumbre
de lo que podría ocurrir con el arribo
de hombres del otro lado del plantea, estaba
en curso una guerra entre los incas hermanos
Huáscar y Atahuallpa a punto que el primero
fue mandado asesinar por el segundo. Los incas
armaron una estrategia militar cruzada por la
pelea interna entre los hermanos sucesores a
la mascaipacha de modo que los generales de
Atahuallpa atacaron a los españoles al mismo
tiempo que a sus rivales incas. Vencidas las
huestes de Atahuallpa, el nuevo Inca descubrió
que los españoles no eran los aliados que habría
pensado y una facción, con Manco Inca a la cabeza
y acompañada por el sacerdote Vilac Uma,
huyó a Vilcabamba y mantuvo la resistencia
armada, atacando y hostigando a los españoles y
manteniendo la corte inca en un exilio interno.
Pero otra facción, la de Paullu, acompañada
por el sacerdote Challco Yupanqui, intentó
convivir con los europeos para mantener vivos
los despojos de una élite inca y la posibilidad
de sobrevivencia cultural. Señalado por la historiografía
como el Inca títere, Paullu más bien
jugó el rol del segundo inca en una diarquía en
condiciones dramáticas de invasión y conquista
(Medinacelli, 2010). Esta dualidad en el proyecto
inca cubre unos cuarenta años hasta la llegada
del virrey Toledo (1570), cuando fue sofocada la
resistencia de Vilcabamba y ejecutado el último
inca que resistía en la selva.
Se ha propuesto que fue gracias al apoyo de
las facciones descontentas con el inca y que colaboraron
a los españoles, que la conquista fue muy
fácil. Algunas cifras, sin embargo, nos dan pautas
para la reflexión. En el cerco de Cochabamba el
ejército surandino, con Tisoc a la cabeza, contaba
con unos 60.000 soldados, mientras los cercados
eran 70 españoles con unos 5.000 indios (Platt
et al, 2006). Es decir que los 5.000 indios aliados
no explican la victoria española.
En esta complicada etapa actuaron dos
bandos españoles (pizarristas y almagristas),
hubo dos incas en ejercicio (uno resistiendo en
la selva y el otro al lado de los europeos), además
se observan distintos niveles de respuestas de las
provincias del Tawantinsuyu. No será igual la
actuación de los aliados de los españoles huancas
y hatun collas, por ejemplo, que los fieles seguidores
de Manco Inca, lupacas y urus que fueron
decisivos en la batalla contra los españoles en el
Desaguadero. Distintas serán las dudas de los
señores de Charcas, que deliberaron acerca de
cuál sería su papel frente a los acontecimientos
optando primero por la resistencia y luego por la
rendición. Todavía distinta fue la actuación de los
pueblos de los márgenes del imperio, como los
de Jujuy e incluso los chichas que se mantuvieron
en pie de guerra por un tiempo más prolongado.
En el curso de los acontecimientos, además, es
probable que fueran profundizándose antiguas
diferencias entre las distintas naciones.
Estudiado desde el Collasuyu, este periodo
se desarrolla en tres fases, de las que hay que
subrayar, todas ellas dependían de la iniciativa
inca. La primera fase tiene lugar a partir de 1535
durante el ingreso de Almagro con el Inca Paullu
en reconocimiento del territorio de la Nueva
Toledo; en la segunda fase en 1538 participa
también Paullu pero esta vez con los hermanos
Pizarro y la tercera (fines de 1538-42) fue la
resistencia final y rendición. En el desarrollo
de estas tres fases, como veremos, hubo un
tortuoso proceso en el que dos incas intentaron
acomodarse a las coyunturas provocando
constantes cambios en las alianzas y posiciones
políticas. Sin embargo Manco y Paullu se mantuvieron
pendientes uno del otro, el uno “auca”
(guerrero) y el otro “yachaj” (administrador)
(Medinacelli, 2007).
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