Al indagar en la complejidad del poblamiento
étnico del Chaco, el panorama general que nos
ofrecen las fuentes materiales y escritas deja
grandes lagunas para la época prehispánica. En
efecto, es tal la fragmentación social y étnica
de los diferentes grupos a lo largo del tiempo
que la profusión de etnónimos en la documentación
ha generado gran confusión entre los
autores, quienes a menudo han buscado signos
de equivalencia del presente con el pasado para
explicar las identidades actuales, negándoles así
historicidad (Combés, 2009b). A esto se suma la
poca precisión con la que usualmente se manejan
conceptos, como “grupo étnico”, y se los asocia a
secas a una organización socio-política, cuando
en realidad no sabemos a ciencia cierta a qué nos
remiten (Barragán, 1994).
La escacez de investigación de la arqueología
chaqueña en nuestro país, hace que necesariamente
acudamos a los estudios realizados en el
Chaco argentino, que presentan mayores avances,
sobre todo en relación a dataciones y hallazgos
de urnas funerarias. A pesar de que los datos no
son definitivos, los mismos han permitido conjeturar
la presencia de una cultura prehistórica
“netamente chaqueña” influenciada por los grupos
calchaquíes provenientes del Oeste (Boman,
1908; Nordenskiöld, [1903]; Lima, comunicación
personal).
Ante los grandes vacíos derivados de la
ausencia de información escrita y estudios
arqueológicos pormenorizados, los autores se
refuerzan con ayuda de filólogos y lingüistas,
que han clasificado a los grupos “típicamente
chaqueños” en distintas “familias lingüístias”:
Mataco, Guaycurú, Lule-Vilela, Lengua-Maskoi,
Zamuco, Arawak y Tupí-Guaraní (este último
también hablado en Argentina y Paraguay, aunque
el mayor número de hablantes se encuentra
en Bolivia).
Aun cuando la mayoría de estas categorizaciones
han sido formuladas a partir de fuentes
históricas bastante más tardías, no pasa desapercibido
el hecho de que en el Chaco nos encontramos
ante una pluralidad de troncos lingüísticos;
algunos de ellos vinculados a los grupos del Sur,
como es el caso de la lengua Lule-Vilela; otros,
más bien, a los grupos amazónicos de lengua
arawak del Norte. Los chiriguanos vendrían a
ser parientes lingüísticos de los grupos guaraní
del Brasil, lo que sugiere que en el Chaco convergieron
lenguas de regiones vecinas.
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