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domingo, 2 de febrero de 2014

El origen tiwanacota del poder incaico

"Quiero que Tiwanaku se conozca en todo el mundo”, dice la historiadora Patricia Montaño Durán, quien afirma que la antigua urbe andina fue la capital de un gran imperio que se extendió por todo el occidente boliviano, casi toda la costa del Perú, el norte de Chile y el noroeste argentino.
Para Montaño, Tiwanaku es el antecedente directo de la conformación del imperio incaico, lo cual argumenta en su libro El imperio de Tiwanaku.
Montaño ha estudiado Tiwanaku por varios años y parte de sus investigaciones las realizó junto al famoso arqueólogo boliviano Jorge Ponce Sanjinés (1925 – 2005), con quien estuvo casada por varios años.
Un imperio se caracteriza por la asimilación de culturas que son dominadas políticamente, lo cual pasó en la antigua urbe andina, en la cual junto al aymara, que era la lengua predominante, se hablaban los idiomas de las culturas asimiladas, como el puquina, el uru y el quechua, dice la especialista.
Tiwanaku nació como una aldea en 1580 a.C. y como un Estado en 133 d.C., y fue a partir de 724 d.C. que logró su mayor esplendor, hasta 1187 d.C.
El imperio se construyó por medios militares, pues la capital contaba con un ejército especializado, que incluso tenía órdenes de élite y una construcción militar como era Puma Punku.
Era frecuente que se representara a los guerreros sosteniendo cabezas trofeo y ellos incluso tenían perros, los cuales seguramente eran usados en las batallas para amedrentar al enemigo, dice Montaño.
Así, los guerreros tiwanacotas dominaron los valles, de donde se obtenían recursos y tributos. Para ejercer su influencia en cada enclave se contaba con funcionarios, quienes se ocupaban de hacer las recaudaciones.
En muchos de estos lugares, la dominación fue de forma pacífica, pues también se establecían alianzas, por ejemplo, a través del matrimonio con diferentes señores locales, indica la historiadora.
El fin
Montaño dice que no se sabe si hubo una resistencia por parte de las poblaciones locales, pero sí quedan evidencias de una guerra civil que antecedió el final del imperio, que fue precedida por una crisis económica provocada por una gran sequía que produjo inestabilidad política. De las culturas que habitaban las regiones vallunas, posiblemente los mollo fueron los que se enfrentaron con el ejército tiwanacota en una última batalla, dice Montaño.
En 1644, Fernando de Montesinos escribió Memorias historiales y políticas del Perú, obra en la cual afirmó que en aquella batalla murió el último rey de Tiwanaku, que causó la desmoralización y posterior derrota y desintegración del ejército tiwanacota.
El historiador peruano Waldemar Espinoza afirma que tras aquella hecatombe una caravana real que llevaba a un niño heredero del trono partió de Tiwanaku.
A partir de esta caravana surgió el imperio incaico, dice Montaño, quien argumenta que por ello todas las mitologías en torno al origen inca se ubican en el lago Titicaca y por tanto en Tiwanaku.
Nombres aymaras
Una prueba de la relación entre Tiwanaku y los incas también fue dada por Montesinos, quien en su obra consignó una lista de 105 gobernantes incas.
Ponce Sanjinés consideraba que sin saberlo este cronista había recogido una parte de la historia de Tiwanaku, afirma Montaño.
Según el arqueólogo boliviano, 49 de los 105 soberanos consignados por el cronista en el siglo XVII eran señores tiwanacotas. Ponce Sanjinés se basaba en que estos nombres no tienen sentido en quechua, pero sí lo tienen en aymara.
Por ejemplo, Manco Khapaj en aymara equivale a Mallku Capaca, que equivale a "jefe poderoso”, dice la historiadora.
De esta forma, Ponce Sanjinés consignó una lista de 49 soberanos tiwanacotas, que para Montaño eran verdaderos reyes, los cuales están consignados en su libro El imperio de Tiwanaku. Sin embargo, todavía queda por investigar al resto de los gobernantes citados por Montesinos, afirma la autora.
El legado
Montaño dice que los incas mantuvieron y aprovecharon lo que quedaba del imperio tiwanacota, como el ayllu, que era una de sus instituciones.
Incluso la ideología era la misma, pues en Tiwanaku existía el Putisuyo, que significa cuatro partes, lo cual fue tomado por los incas, que constituyeron el Tawantinsuyo. "La ideología era la misma”, afirma la investigadora.
El legado de Tiwanaku hasta ahora permanece vigente, asegura Montaño, quien argumenta que además de la vigencia del idioma aymara, todavía se hacen sahumerios y se tiene devoción por los achachilas y otras deidades, como por ejemplo el Ekeko, que en Tiwanaku representaba al dios del trueno y se llamaba Ekako, el cual era representado con joroba.

Es necesario recuperar la memoria de Tiwanaku, afirma la historiadora, para así mejorar la autoestima de los bolivianos, que son herederos de esta antigua cultura. "Tiwanaku fue un imperio, un Estado rico, basta ver sus construcciones”, dice.

En 1644, Fernando de Montesinos escribió Memorias historiales y políticas del Perú, obra en la cual afirmó que en una batalla murió el último rey de Tiwanaku.

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