Buscador

lunes, 17 de febrero de 2014

Mestizaje y amores de los conquistadores

El mestizaje en América hispana no fue sólo un producto de la sumisión de las mujeres indígenas a manos de los conquistadores españoles. De hecho, hubo historias de amor que contradicen la leyenda negra de España en América.
Y no es porque durante la conquista española del imperio inca no se produjesen hechos sangrientos ni las graves injusticias que se asocian a una campaña de colonización como aquélla.
Claro que hubo violaciones y desafueros, pero no fueron la tónica dominante.
Según la investigación de la historiadora Carmen Martín Rubio, que ultima una nueva biografía de Francisco Pizarro que va a dar mucho que hablar, conviene estudiar sin los prejuicios de la leyenda negra los tempranos amores de los primeros españoles en el Nuevo Mundo, destaca el diario español ABC.

¿Y si la curiosidad y la atracción mutuas entre los exitosos guerreros europeos, venidos de los confines del mundo, y las princesas incas hubieran puesto el ejemplo nada más comenzar la conquista? ¿Fue también una conquista, digamos, galante acorde con ese amor que preconizaban los libros de caballerías de finales del siglo XIV, que aunaban la esencia de los códigos de la Edad Media y el romance renacentista?
Ambas son dudas razonables.
Martín Rubio mantiene que no fue sólo el producto de la sumisión de las mujeres indias, ni de la violación generalizada y el rapto como esclavas y criadas.

"No se trata de negar la historia, sino de conocerla mejor. Los españoles hemos asumido, a menudo sin rechistar, sin sentido crítico, esa visión culpable de un hecho que dio nacimiento a un mundo diferente, más de lo que los conquistadores esperaban. La mayoría de las veces, esta situación fue voluntaria, pues los conquistadores despertaron en ellas una gran curiosidad y, sobre todo, el deseo de conocerlos íntimamente”, escribe la polémica Carmen Martín Rubio.

Una nueva raza

Como base, la historiadora investiga las numerosas relaciones esporádicas que voluntariamente brotaron durante esos años, "de las cuales comenzaron a surgir los mestizos y las mestizas: es decir una nueva raza, o casta, mezcla de la amerindia y de la europea mediterránea”.
Lo más curioso es que el mestizaje ya existía entre los incas.
Según han demostrado los análisis científicos de la momia Juanita de Arequipa -una joven ofrendada hacia 1450 al apu o monte Ampato-, "su padre procedía de Corea y su madre era natural de Puno, ciudad situada al sur del actual Perú. Este dato revela una realidad de la historia de América poco conocida en España, tristemente: la navegación de los pueblos del Pacífico”, añade la historiadora española.

En el Caribe, por otra parte, los caciques entregaban a sus hijas a los capitanes una vez que establecían la paz con los españoles.
De estas uniones surgieron algunas apasionadas historias de amor "como la de Alonso de Ojeda y Guaricha, bautizada Isabel; la de Vasco Núñez de Balboa con Anayansi, hija del cacique de Caretas, y asimismo la relación que Diego de Almagro mantuvo en Panamá con una mujer aborigen, de la que nació su hijo Diego de Almagro el Joven”, sostiene.
Y en Perú también, según reivindica Martín Rubio.
El gran cronista Garcilaso de la Vega Inca era hijo de la princesa Isabel Chimpu Ocllo y del capitán Garcilaso de la Vega, pariente del poeta de igual nombre. O los hijos que los hermanos de Francisco Pizarro, Juan y Gonzalo, tuvieron con señoras pertenecientes a la nobleza inca.

Las princesas incas estaban rodeadas por el lujo y el misterio en aquellos primeros años de conquista española.
"Según relata el cronista Pedro Pizarro, las mujeres que Atahuallpa llevó a Cajamarca cuando fue hecho prisionero eran muy hermosas, tenían los cabellos largos y caídos sobre los hombros; sus túnicas estaban adornadas con piedras preciosas y llevaban los rostros ocultos por preciosas máscaras de oro fundido”.
El inca escogía a las más bellas del imperio. Su alto rango social "constituía un gran atractivo para los conquistadores, máxime al legalizar sus propiedades la Corona española” con el matrimonio mestizo.

Pizarro, encantado
El propio Francisco Pizarro, un hombre tosco, aguerrido e intolerante, "no se libró de caer rendido ante los encantos de dos de aquellas princesas, cuando ya era un hombre de edad avanzada y, aunque no se casó con ellas, las tomó por esposas en los últimos años de su vida”, agrega la historiadora con seguridad.
Desde luego, cualquiera que fuese su intención, en los albores de la sociedad hispánica en América se promovió el mestizaje desde la cúspide social.
No era, únicamente, una cuestión simbólica que reflejaba el encuentro de dos mundos, sino también una herramienta de legitimación de un poder que sin duda estaba en plena transformación. Esa incipiente E spaña provenía de la construcción de un país en procura de una identidad nacional que había derribado ocho siglos de presencia musulmana y tenía el gran reto de abandonar el lastre del Medioevo y trazar el rumbo del Renacimiento europeo.
Por supuesto, la legitimación de un acuerdo entre partes interesadas a través del matrimonio era un modelo para hombres que, en su momento, sirvieron a los Reyes Católicos y a sus hijos, que la habían practicado y lograron que su reino, España, cobrase una nueva dimensión.
Esa conveniencia política se tradujo en una nueva sociedad criolla, mestiza y leal a la Corona.

La azarosa vida del conquistador

La azarosa vida del conquistador
La vida de los conquistadores es pura adrenalina, su sangre y su siglo corren aceleradamente por biografías vertiginosas.
Por ejemplo, Francisco Pizarro viaja a Italia a los 17 años, lucha en los Tercios junto al Gran Capitán y aprende la ciencia militar. Al comenzar el siglo XVI viaja a América.
En 1513 aparece junto con Vasco Núñez de Balboa, descubriendo el Pacífico, en una expedición en la que oye por primera vez a los indígenas hablar del rico reino del Birú.
En 1526 comienza a buscar el mítico imperio y en 1534 toma Cusco, tras una década de sacrificios, horrores y hambrunas, superando indisciplinas y desafíos que, aún hoy recordados, cortan el aliento.
Pizarro gobierna y enriquece a la Corona como pocos, ya que las grandes minas están en sus dominios. La corriente de oro y plata de Perú, Charcas y Potosí, que inunda Europa y funda el capitalismo, mana de su gobierno que, luego, capitalizaría un Estado absolutista empeñado en derrotar allá donde fuere los vientos de la Reforma religiosa, sembrando Europa y el mundo conocido de hogueras y sambenitos, ajustes de cuentas y fundamentalismo católico, no exento de brutalidad y oscurantismo.
Ésa era la mentalidad de los conquistadores, que en principio se negaron a abrazar cualquier atisbo de modernidad renacentista y trasladaron a América las taras del feudalismo medieval, fraccionando la tierra y construyendo una sociedad de amos y siervos que bien se mantendría hasta mediados del siglo XIX.
Según Albert Balcells, historiador y especialista en asuntos relacionados con el periodo de conquista y colonización de A mérica Latina, "evidentemente hay cierto romanticismo heroico en la conquista y en los actores de la gesta hispana, pero la realidad muestra que aquellos que se aventuraron a cruzar el Atlántico, seducidos por la magia de El Dorado, se comportaron como señores feudales que se cobraban el derecho de pernada en los nuevos territorios a modo de prolongación de la España que un día dejaron atrás y que muy pocos volvieron a pisar vestidos con honores y oropel”.

Las cartas de Pizarro revelan otra imagen del conquistador

Francisco Pizarro es tal vez el más controvertido de los conquistadores, según nos cuenta la leyenda negra.
Audaz y determinado en sus hechos de armas, la historia no le perdona que colonizara el imperio de los incas a sangre y fuego, librando cruentas pugnas por el poder con sus subordinados, que también querían una porción de la riqueza descubierta.
Sin embargo, las cartas que escribió en su momento y que de hecho son poco conocidas reflejan una figura mucho más compleja.
Se trata de un estadista con sentimientos y escrúpulos ante las decisiones difíciles que debió afrontar, y también con algunas ideas muy claras que a la larga se convertirían en las virtudes fundacionales del Nuevo Mundo hispano, como la apuesta por el mestizaje, el mandato (tantas veces fracasado) de tratar bien a los indios y la pacificación.
Eso es lo que asegura la historiadora Carmen Martín Rubio, quien publicará una biografía sobre el conquistador, que aparecerá el próximo año y está llamada a cambiar estos prejuicios.
Según sus conclusiones, antes de juzgarle no debemos olvidar que Pizarro viene de una cuna humilde. "Aunque pertenece a una familia aristocrática de Trujillo fue rechazado por su padre. Tal vez ese hecho influye en el afán de superación que gobierna toda su biografía”, comenta la historiadora española.
Pizarro es hijo ilegítimo, se cría con su madre y su abuelo materno, campesinos y roperos. Es un niño que no aprende a leer. Se conserva la partida de bautismo y allí se le consigna como Francisco González, con el apellido de la madre. "No llevará el apellido de su padre hasta los 12 años”, apunta Carmen Martín R ubio.
Ese hecho marcaría definitivamente su vida y oscurecería su carácter.

No hay comentarios:

Publicar un comentario