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jueves, 28 de agosto de 2014
La última movilización minera del siglo XX, 28 años después
“Bolivia se nos muere”, dijo Víctor Paz el 29 de agosto de 1985 al promulgar el Decreto 21060. Un año después, el movimiento minero sindicalizado, que emprendió la Marcha por la Vida para evitar el mayor despido laboral de la historia, quedó agonizando en Calamarca.
Róger Cortez, en 1986 diputado por el Partido Socialista-1 (PS-1), pone como prueba de la debilidad en la que quedó el movimiento minero, —el corazón de la Central Obrera Boliviana (COB)— el protagonismo de otros actores que en los años 90 salieron a las calles para rechazar las secuelas de la capitalización, uno de los efectos que se le endilga al decreto de Víctor Paz.
La Marcha por la Vida “fue el último intento (de los mineros) de replicar su ética en medio de una ofensiva neoconservadora, una minería que dejaba de tener un rol principal y una crisis de la izquierda desprestigiada por la UDP (Unión Democrática y Popular)”, describió Cortez.
La marcha, detenida para siempre a 60 kilómetros de La Paz, se forjó en ese panorama. La Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) inició un “paro forzoso” el lunes 18 de agosto de 1986, según informó entonces el periódico Presencia, contra el incumplimiento gubernamental de revitalizar la economía minera tras el inicio del periodo neoliberal inaugurado por el 21060.
La norma promovía el “retiro voluntario” o “relocalización” de los mineros. “La situación (...) sigue siendo la incertidumbre. Se mantienen las presiones para que los trabajadores se acojan a los retiros voluntarios”, dice un comunicado de esa fecha.
Desde el 21060 a ese lunes, las minas Siglo XX, Matilde, Corocoro y otras se habían paralizado y se prevía la misma suerte para otras más. El precio de la libra fina de estaño se había desplomado hasta los dos dólares, cuando el costo de producción era cercano a los ocho dólares.
Comibol. Desde el martes 19, el paro de la FSUTMB sumó las adhesiones de las centrales obreras departamentales de todos los departamentos. La COB llama a paro para el jueves 21 y viernes 22 (Presencia) y se programan manifestaciones en Oruro y La Paz.
Paralelamente, esa semana hasta antes del 27 son comunes titulares anunciando que el Gabinete tratará el tema de la reactivación de Corporación Minera de Bolivia (Comibol) “como respuesta concreta a las movilizaciones”, diría varias veces el ministro de Informaciones de entonces, Herman Antelo Laughlin. Otro leitmotiv de los titulares de esos días fueron las exhortaciones de la Iglesia al diálogo. También fue común encontrar denuncias gubernamentales de una “subversión de extrema izquierda”.
“La situación sobrepasa a la de un simple paro. (...) Esto es lo que consideramos una subversión”, afirmó el ministro del Interior Fernando Barthelemy, ese 20 de agosto. El 21 y 22 se dio el paro de la COB y de la FSUTMB. En Oruro y Potosí, donde el Gobierno desplazó militares, se registraron enfrentamientos.
La tarde del 21, en Oruro, los mineros anunciaron la Marcha por la Vida: “La marcha es un hecho”, dijo Filemón Escóbar, dirigente minero que siete días después pediría a sus compañeros retirarse para evitar enfrentamientos. En contraparte, el Gobierno lanzaba bombas de ensayo con declaraciones sobre el estado de sitio.
Solicitada. El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el 22 de agosto, manifestó su apoyo a Paz Estenssoro y condenó “las acciones de provocación promovidas irresponsablemente por una pseudoizquierda antinacional y cipaya (mercenaria)”.
El 22 salió de Oruro la primera columna, se habló de 5.000 trabajadores, por la noche llegaron cerca de Caracollo. El 23 pasaron por Panduro, mientras que en la carretera La Paz-Oruro el Gobierno los esperaba con tanques. Se esperaba lo peor. El Gobierno se negaba a negociar “bajo presión”. El 23 y 24 se plegaron a la movilización mineros de todos los centros productores.
El 25, el Gobierno decretó la “descentralización minera” o cooperativización de 13 minas de Comibol que ahora podían ser arrendadas al cooperativismo libre para que no se siga “funcionando a pérdida”. Los mineros llegaban ese día a Sica Sica y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) se plegaba a la marcha.
Los periodistas daban por hecho que la marcha llegaría a La Paz el viernes 29 y la FSTMB rechazaba el decreto de descentralización y pedía hacerse cargo de Comibol. La marcha llegaba a Patacamaya el 26 de agosto.
El 28, Última Hora informó la intervención de la marcha: “Sorpresivo cerco se hizo a los mineros”. Presencia, en cambio, tenía como titular central otra exhortación de la iglesia y como un titular subordinado “Gobierno aprobó aplicación de medidas de Excepción (estado de sitio)”
A una hora de haber sido decretada la medida, unidades militares rodearon Calamarca, donde estaba el grueso de los marchistas. “A cien metros de la población está un convoy de caimanes mientras un cordón de efectivos cercó todo el poblado”, informó Última Hora, medio que también hablaba de 260 detenidos en todo el país tras la medida de excepción.
Detenidos. “Enmascarados detuvieron en Oruro a Adán Rioja”, decía Presencia; “Los asesores de Siles Zuazo (Tamara Sánchez y Félix Rospigliosi) fueron detenidos por sujetos armados”, informó Última Hora. El líder de la COB Juan Lechín estaba lejos, asistiendo a una invitación en Bruselas. Afirmó “no estar sorprendido por el estado de sitio” (Última Hora, 29 de agosto).
Por su parte, el ministro del Interior, Barthelemy, un día antes decía que la movilización “era justa”. Al día siguiente afirmaba que los mineros pretendían “el derrocamiento del presidente”.Como síntoma de la derrota, los líderes sindicales en la clandestinidad anunciaban la radicalización de las medidas, cuando la marcha ya había sido desmovilizada en Calamarca.
Posteriormente, ganó la postura del MIR-MASAS o del dirigente minero Filemón Escóbar: obtener beneficios sociales para los relocalizados, lo que significó el paso a un segundo plano de los mineros como organización capaz de enfrentar al Estado. “Al final el sistema pudo dar beneficios extraordinarios y ése fue el tiro de gracia para el movimiento obrero. Cómo una demanda de intención subversiva se puede convertir en la cuerda amansadora que está requiriendo el sistema. Ahí termina todo”, juzga Cortez.
Tras la desmovilización y la acogida masiva de los trabajadores mineros a la relocalización se dice que muchos se fueron al Chapare y dieron fuerza al movimiento cocalero. Cortez rechaza esa tesis en función de datos de la composición demográfica del trópico de Cochabamba. Allí, los cocaleros vieron la forma de organizarse y adoptaron varios mecanismos que habían aplicado los mineros. “Así nació el sindicato campesino en los años 20 y 30 y así se vio luego en el Chapare”, interpreta Cortez, 28 años después.
La COB conmemora
Mineros
El secretario de la Central Obrera Boliviana (COB), Juan Carlos Trujillo, informó que junto a la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) conmemorarán en Calamarca los 28 años de la Marcha por la Vida.
Asistencia
El presidente Evo Morales confirmó que participará de la conmemoración de la movilización.
Líder
El dirigente minero y de la Central Obrera Boliviana Huracán Ramírez fue uno de los pocos que se sostuvo en la posición de no cobrar la indemnización y permanecer en la Corporación Minera de Bolivia.
Walter Montenegro AMELLER (*): Culpables... son muchos
Rostros quemados por el sol, pies ampollados por el recorrido, niños que son amamantados por sus madres mineras, jóvenes de la minas que participan de la marcha expresan: “continuaremos con esta movilización, porque de ella depende nuestra vida, nuestro futuro... o moriremos aquí”.
Si tomamos esas palabras, coincidiremos en que la minería, por los errores administrativos desde la misma fecha en que se nacionalizó, ha muerto gradualmente. Los gobiernos expoliaron la misma fuente de riqueza del país, convirtieron a Comibol en el botín de guerra, donde los más ambiciosos le exprimieron hasta dejarla inerme como está ahora.
La pregunta surge ahora: ¿será solo la destrucción de la FSTMB? ¿Cuál será el destino de la Central Obrera Boliviana?, ¿surgirá otra dirigencia sindical? Culpables de toda esta situación son muchos, pero los que la juzgarán son aún más.
(*) Walter Montenegro fue escritor y diplomático [Última Hora, 28-VIII-86]
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