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domingo, 31 de agosto de 2014

EL CONVENTO FRANCISCANO DE TARIJA DURANTE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA

EN DICIEMBRE de 1810, el P. Antonio Comajuncosa, Cronista del Convento de N.S. de los Ángeles de Tarija, terminó de escribir su “Manifiesto histórico, geográfico, topográfico, apostólico y político del Colegio Seminario de Propaganda Fide de N. Señora de los Ángeles de la Villa de San Bernardo de la frontera de Tarija”; ahí nos da un cuadro completo de las Misiones en ese año, concluyendo con el siguiente resumen general: “Pueblos reducidos 22; Padres conversores en las Misiones 36; Cristianos adultos 9.197; cristianos párvulos 6.928; Gentiles adultos 6.031; Gentiles párvulos 1.480; matrimonios por la Iglesia 2.560; total de almas 23.636”

Las Misiones poseían además 16.043 cabezas de ganado vacuno; 1.341 de ganado caballar; 399 de mular y burros y 1.595 entre ovejas y cabras.
Se extendían las Misiones desde Centa, en la región de Salta, hasta las puertas de Santa Cruz y todas tenían Iglesia, casa, escuela, campos labrados, y cuanto se necesitaba para el desarrollo y formación religiosa y humana de los indios encomendados a sus cuidados y conversión.
Las Misiones entre los fieles comprendían toda la región del actual Norte argentino, todo, el Alto Perú, hasta las ciudades de Ocopa y de Moquegua de donde habían salido los franciscanos de Tarija y donde tenían todavía lazos muy estrechos de hermandad y colaboración.
La vida religiosa de Tarija se centraba esencialmente alrededor del convento franciscano el único que quedaba de los cinco que se habían fundado en esta ciudad y donde, además de la asistencia religiosa, “se enseñaban letras a los seglares”, según informe del Discretorio del convento, al Revmo. Comisario de Indias. Con esto, la comunidad franciscana de Tarija había alcanzado el máximo de su expansión, de su actividad e importancia en el ambiente misional de América. El mismo P. Cumajuncosa así termina su Manifiesto “Nosotros con nuestras Misiones hemos formado un cordón para contener las furiosas violencias de los bárbaros, desde Santa Cruz de la Sierra, hasta la ciudad de Jujuy y hemos guardado a todos los pueblos de sus fronteras, librándolos de innumerables incursiones de los bárbaros enemigos... Demos gracias a Dios que, sin embargo de nuestra inutilidad y de la dureza de estos indios, ya tenemos pacificadas todas estas fronteras... y esperamos, con paciencia, que, por su misericordia, llegaremos a conquistar todas estas bárbaras naciones, si no nos faltan operarios que puedan trabajar en la viña del Señor”.
La estadística del personal, al primero de diciembre de 1811, señala 54 religiosos sacerdotes y 11 hermanos legos.
En fecha 6 de abril de 1818, el Superior del convento, en su Informe Anual, consigna los siguientes datos estadísticos: “Misiones que aún quedan al Colegio dos: Itau y Salinas, Sacerdotes existentes en el Colegio: cinco; Sacerdotes en las Misiones, cuatro (uno dudoso, ese criollo de Salta, misionero en Centa y amparado por los Patriotas), religiosos, legos, ocho”.
¡Qué triste cambio había sucedido para este Colegio de Tarija!
Las guerras y guerrillas de la Independencia Americana habían pasado, durante siete años, una y otra vez por estos territorios como furioso vendaval destruyendo la obra paciente y sacrificada de los misioneros. El P. Alejandro Corrado en su “Historia del Colegio Franciscano de Tarija y sus Misiones”, nos dice: “En poco tiempo las cuatro Misiones de la Frontera de Sauces se perdieron completamente... y, en menos de cinco meses, las catorce Misiones de la Provincia de Cordillera, dejaban también de existir”. “De los misioneros, veinte y dos estaban presos, ocho emigrados, cuatro obligados a servir de capellanes en el ejército y otros, ancianos, o por los sufrimientos de la prisonía habían fallecido. Pero ¿cuál fue en realidad la situación del convento franciscano de Tarija en esos años turbulentos y ,en particular, la actitud de sus religiosos frente al Gobierno español y a las tropas y “Caudillos de los patriotas y de los gauchos de la frontera”, como llaman los documentos a los jefes de la insurrección americana de Tarija?.
El P. Alejandro Corrado, en su obra citada, nos dibuja el cuadro en que podemos colocar nuestra respuesta. “La historia de la guerra Americana nos refiere las dolorosas vicisitudes por las cuales pasó Tarija en la segunda década del siglo XIX. Clavada en medio de las Provincias del Río de La Plata, que se habían proclamado independientes, y las del Alto Perú, sujetas todavía a la Metrópoli, se hallaban tan pronto ocupadas por las tropas de la Patria, como por las del Rey”.
El personal del Colegio era, en su gran mayoría, de origen español. Algunas de las listas de personal que tenemos, indican el origen de los mismos, distinguiendo los de las numerosas “naciones” españolas y los “americanos”. Pero no debemos olvidar que algunos de los religiosos “españoles”, habían venido a Tarija hacía más de treinta y cuarenta años y su espíritu se había identificado con el alma de este rincón de América.
Pero, con todo, hay que recordar que el primer y principal elemento que influye en la actitud de los religiosos de Tarija frente al problema de la independencia de América, es de carácter esencialmente religioso y psicológico. Todo misionero que salía de España para, América, juraba convertir a estos infieles para Dios y para el Rey, El Rey, a veces antes que el Papa, representaba a Dios en la tierra y traicionar este juramente era como separarse de la Iglesia católica.
Entre los años 1799 y 1814, vivió en el convento de Tarija el Padre Fr. Juan José del Patrocinio Matraya, -originario de Lucca Italia— y entrado en la Orden franciscana en Arequipa fue fanático defensor de los derechos del Rey y autor de varias obras de carácter filosófico, teológico, jurídico, político y social.
En su obra principal “El moralista filatélico, o el confesor imparcial instruido en las obligaciones de su ministerio etc.”, por su composición usa, sin duda, mucho material de la biblioteca del convento; afirma lo siguiente: “Las leyes emanadas de los Señores Reyes de España, bien sean contenidas en las Recopilaciones u Ordenanzas, o bien lo sean en Cédulas y Ordenes Reales, obligan estrechamente a los americanos españoles a su cumplimiento, por Decreto de de Dios, por cuya delegación las dictaron” (Pág. 13). Y en la “Carta Consultiva sobre la obligación que tienen los eclesiásticos de denunciar a los traidores, etc”, escrita en Potosí por Pedro Vicente Cañete en respuesta a una consulta hecha al mismo P. Matraya y contestada ampliamente por el mismo desde La Plata y que refleja también el pensamiento del entonces Arzobispo Don Benito María Moxo, dice claramente: “No descubrir al traidor (patriota) es culpa tan grave que cualquiera que lo supiese, por cualquier manera y no lo descubriere, es traidor y debe morir por ello” (Pág. 35). Asimismo, las órdenes y disposiciones que llegaban de los superiores religiosos de España, no eran menos terminantes. Vamos a citar la “Carta Pastoral del Comisario General de Indias a sus súbditos”, por lo que se refiere al respecto. Escrita en 1816, después de una larga disertación sobre los derechos reales, los beneficios traídos por el gobierno del Rey, de las obligaciones que se tiene “de desengañar a cuantos podéis; hacer que todos los pueblos se declaren por el Soberano; que proporcionen al Gobierno todas las noticias y todos los auxilios convenientes; y que no encuentren en ellos, los rebeldes, ninguna acogida” y muchas otras insinuaciones y disposiciones, termina textualmente: “Ni debo olvidar aquellos, que en estos días aciagos han llenado de amargura y cubierto de confusión a su Madre la Religión, declarándose por el desastroso partido de la insurrección. Debo buscar por todos los medios a estas mis ovejas descarriadas y hacer cuanto pueda para reducirlas al redil. Por las entrañas de Jesucristo le suplico no se abandonen por más tiempo al camino de la iniquidad. Entren en sano consejo y vuelvan al gremio de la Religión. Retrocedan de los caminos malos y conviértanse de veras a su Dios. Y encargo a todos los Prelados que si ven en ellos señales de reconocimiento, los reciban con todo amor, y como tiernos padres y próvidos médicos, consultando a su honor, procuren consolidarlos en los sentimientos de un verdadero arrepentimiento por medio de unos ejercicios espirituales y separándolos de malas compañías y de cuanto les pueda ser ocasión de recaídas...” Pero, si tercos en su iniquidad, lo que Dios no permita, persisten en seguir en el camino errado de la insurrección, sigan el anatema fulminado por el Santo Concilio de Toledo, que fulmino yo en especial contra ellos, y mando a los RR.PP Provinciales y Guardianes que le fulminen individualmente contra todos y cada uno de sus súbditos, que dentro el término de un mes, contado desde el día que se recibieren estas nuestras letras, no se sometieren a estas nuestras amorosas amonestaciones. Cualquiera de nosotros, tal es la sentencia del Santo Concilio IV de Toledo, o de los Pueblos de toda España que por conjuración o estudio de ella violare el juramento de fidelidad hecho a favor de su Patria y por la conservación de la salud del Rey, o matase al Rey y tiránicamente usurpase el Trono Real, sea maldito en la presencia de Dios Padre y de sus Ángeles; extráñesele de la Iglesia Católica que profanó perjuró y sepárese de toda la sociedad de los cristianos etc.” y esta maldición es repetida por tres veces: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo...” “sepáresele de toda la Comunión de los Cristianos, nada participe de éstos, antes bien, sea eternamente condenado con el diablo y sus ángeles, y los cómplices de su conjuración participen de igual castigo, para que una misma pena de perdición aflija a los unidos para lo malo en una sociedad delincuente... ellos y sus compañeros sean malditos en la venida del Señor y tengan su parte con Judas Iscariote. Amén. Estos son, Padres y Hermanos míos, mis deseos; esta es mi voluntad; esto es lo que os manda vuestro superior Prelado “8 del mes de agosto de 1816. Fr. Juan Buenaventura Bestard C.G. de I”.
También en este convento de Tarija, cumpliendo órdenes superiores fue renovado solemnemente el juramento al Rey y a la Constitución española. Tenemos la descripción de este acto solemne en una relación escrita por el P. Guardián Fr. Esteban Primo: “reunida toda la Comunidad a son de campana tañida a estilo religioso, y a hora competente, en el coro de nuestra iglesia, en el cual, estando todos juntos, les hizo presente el fin para que eran llamados; luego, saliendo de la cabeza de mi Comunidad al medio del coro y lugar dispuesto para tan solemne acto, puesto de rodillas en presencia del Augusto y Divino Sacramento del altar y las manos sobre los Santos Evangelios, hice el Juramento en la forma siguiente: Juro por Dios N. Señor y por estos Santos Evangelios de guardar y hacer guardar la Constitución Política de la Monarquía Española sancionada por Cortes Especiales y Extraordinarias de la Nación, y jurada por nuestro Augusto Soberano, y de ser fiel a S.M. el Rey Nuestro Señor. Luego, puesto de pie, exhorté a mi comunidad a que prestase el mismo juramento y les dije en alta voz ¿Juráis por Dios N. Señor y por los Santos Evangelios de guardar la Constitución Política de la Monarquía Española sancionada por las Cortes Especiales y Extraordinarias de la Nación y jurada por nuestro Augusto Soberano y de ser fieles al Rey?. Y todos respondieron: Sí, juro” (Libro de las Actas discretoriales, Págs. 62 y 63).
Pero, con todo, consultadas cartas y documentos de la época, debemos reconocer que tamaño aparato legal y psicológico, sin duda muy eficaz y muy duro para el alma religiosa y española, no llegó a destruir ni a sobreponerse a sentimientos de amistad y de intereses comunes, religiosos, políticos y sociales que doscientos años de convivencia habían creado entre los misioneros franciscanos de este convento, la población tarijeña y, en su tiempo, con algunos de los cabecillas y jefes de la insurrección.
Citaremos en primer lugar al P. Alejandro Corrado, Historiador de este Colegio de Propaganda Fide, que en su obra ya citada (Pág. 293) nos dice: “nadie que rectamente piense condenará el comportamiento de nuestros misioneros (en su amor a España y a los intereses del Rey); no podía ni debía ser diverso...Sin embargo no desconocían, antes lamentaban y condenaban los hechos que habían dado y daban impulso a la revolución. Un humilde lego, el hermano Arizmendi (religioso de este convento y “americano” de Potosí), escribiendo al Virrey Pezuela, dice francamente: Parece que éste es uno de los motivos de la insurrección que sufrimos, el atropellamiento a todo derecho, especialmente de las sabias y justas leyes españolas. Y las quejas públicas de estas se puede atribuir a ser una de las principales causas de la desgraciada insurrección que padecemos. Viendo que los mismos que, por su ministerio y empleo las deban hacer observar, son los primeros que las atropellan y así oprimen a los infelices vasallos. Viendo que déspotas, los más obligados, no respetan las reales leyes, Excmo. Señor, ¿qué harán los que se ven oprimidos por la fuerza?”.
El primer contacto directo que encontramos, entre nuestro convento y los jefes de la insurrección en Tarija, es un Decreto de septiembre de 1811, de la Junta subalterna de Tarija, firmado por José Antonio de Larrea, y Joseph Francisco Gutiérrez del Dozal en que “se concede licencia al Reverendo Padre Conversor (de Tariquía), para que pueda venir a este Colegio... dejando, al mismo tiempo, a Lorenzo Ruíz de Mendoza para que ampare, en posesión, los terrenos, muebles y ganado de dicha Misión, cuidando que nadie se introduzca y padezcan menoscabo las cosas pertenecientes a ella”
Aunque este documento no tenga mucha importancia bajo el aspecto político, demuestra el interés de las autoridades de Tarija por los asuntos del convento franciscano.
Después de esto tenemos una carta del Gobernador Patriota de Tarija, Pedro Domingo Flores, el guardián del convento, Fr. Esteban Primo, para que, el mismo Guardián y demás Padres hábiles de Tarija, por la inminente invasión realista, se preparen para salir a fin de “que quede esta Villa en todo abandono”... “Se lo provengo a V.P. que, sin dar lugar a otras providencias, se ponga listo con su Comunidad y las alhajas y preciosidades de su Iglesia, que irán seguras caminando V.P. conmigo hasta donde se precise, dejando en ese convento al Padre más imposibilitado al cuidado de él”. Dios guarde V.P. muchos años. Tarija Octubre 16 de 1814”. Como vemos las relaciones entre el convento y los alternos gobiernos, realistas y patriotas de Tarija, se hacen más tensas después de 1813. Tenemos otra carta del mismo Gobernador Patriota, Pedro Antonio Flores, al mismo Guardián Fr. Esteban Primo, con un sentido algo enigmático. Desde Cinti ha llegado a Tarija una carta, parece muy importante, dirigida al mismo Superior del convento y que éste abre y lee en presencia del Gobernador, Por esta carta se manifiesta una correspondencia entre el Guardián del convento y un señor Dn. Juan Baca, cosa que preocupa al Gobierno Patriota. Por lo tanto, se dice que la carta del Gobernador: “siendo necesario a este Gobierno orientarse al sujeto que condujo la escuela a Dn. Juan Baca, a cuyo mandato y sujetos que concurrieron al efecto, espera que V.P. lo ilumine e ilustre sobre este particular a la mayor brevedad posible en contestación. Dios guarde a V.P. Tarija; 23 de octubre de 1814. Pedro Antonio Flores”.
Del mes de diciembre de 1815, tenemos una orden firmada por José Antonio Larrea y por su Ayudante Mayor, Don José María Aguirre, donde se ordena un inventario general de alhajas, plata labrada y otros bienes de los templos de esta Villa y demás Curatos para que se disponga de ellos cuando convenga y, en lo que se refiere a este convento”, “para que, en el día de mañana, a las tres de la tarde, se sirva, el Guardián, mandar se pongan de manifiesto todas las alhajas de su convento a efecto de hacer el indicado inventario y que se cumpla la orden antecedente”.
En diciembre de 1816, es el ejército real, con sede en Tarija, que se encuentra en apuros, y manda al oficial Mansilla, para que, prestadas o vendidas, exija herramientas de la herrería del convento, “lo que siempre se reputará por un nuevo servicio al mérito que el Colegio tiene contraído en la justa causa del Rey”.
A los siete días del mes de mayo de 1821, desde Hornillos, el Gral. Pedro Antonio Olañeta, escribe la siguiente carta al Guardián del Colegio de Tarija: “Siéndome indispensable trasladar mi Cuartel Gral. de Vanguardia al punto Humahuaca con todas las oficinas, incluso el hospital, me veo en la precisión de suplicar a V.P. ordene al religioso facultativo de Medicina se traslade prontamente a Tupiza a atender a los enfermos que, por su gravedad, no pueden trasladarse a Humahuaca. Esperando este favor de la caridad del Colegio, y el religioso Facultativo a quien se le satisfarán mensualmente el sueldo que le corresponda. Dios guarde a V.P. Pedro Antonio de Olañeta”.
Después de todo lo anterior, nos complace considerar particularmente las relaciones de nuestro convento de Tarija con dos Jefes de los ejércitos y guerrillas de la Independencia que echan una luz particular sobre este período tormentoso de nuestra historia tarijeña. Se trata del General Manuel Belgrano y del Patriota tarijeño Francisco Uriondo.
Veamos en primer lugar las relaciones del convento con el Gral. Manuel Belgrano quien, entre las preocupaciones y afanes de la guerra, encuentra todavía el tiempo y disposición de ánimo para preocuparse de los pequeños problemas del convento de Tarija.
Un religioso de nuestro convento, Fr. Manuel Mosquera, desea volver a su tierra de España. El Discretorio del convento, considerando la escasez del personal, quisiera oponerse, pero no puede hacerlo abiertamente porque las leves son favorables al religioso quien sale del convento y se traslada a Jujuy con intención de pasar a Buenos Aires y a España. Estamos a principios de 1813, los Ejércitos de las Provincias Unidas, han entrado victoriosos en Salta y Jujuy. El Gral. Manuel Belgrano se encuentra también en Jujuy. Es conocido por su espíritu cristiano y dispuesto hacia la religión. El Discretorio del convento de Tarija le dirige una carta insinuándole convenza al P. Mosquera a suspender su viaje a España. El Gral. Belgrano contesta pidiendo informes sobre los motivos del viaje y si el P. Mosquera tiene derecho o no para volver a su tierra. El Discretorio reconoce todos los derechos y razones del indicado Padre para su viaje, pero, lo que observa, es “que debía haberse movido a compasión al ver que, de estos diez religiosos, juntamente con él, dos están ciegos, otro ya septuagenario, otros dos de sesenta y cuatro y sesenta y ocho años, con sus achaques habituales y que, de los restantes, apenas se puede hallar uno con perfecta salud...” debía haberse convidado a prestarnos este corto socorro todo el tiempo que durase la necesidad”. “Por estos referidos motivos y porque la Junta Superior de Buenos Aires, que ya tenía el gobierno de estas Provincias, con fecha de 3 de julio de 1810, por súplica de este Discretorio le hizo, nos concedió, que no se diese licencia de desincorporación a ningún religioso, aunque hubiese cumplido el decenio legal, hasta que viniesen otros que supliesen su falta, hemos procurado detener a este religioso”.
La contestación de Belgrano no se hace esperar. La carta del Discretorio es del día ocho de mayo de 1813. El día 18 del mismo mes, desde Jujuy, Belgrano contesta de su letra y puño: “Jujuy 18 de mayo de 1813 — Visto : respeto a la imposibilidad de trasladarse, por ahora, al Reino Español, el Padre Fr. Manuel Mosquera y a la escasez de Religiosos que representa la Comunidad del Colegio de Propaganda Fide de la Villa de Tarixa, de que es alumno; háganle saber a dicho Religioso se restituya al expresado Colegio hasta mejor oportunidad, anoticiándose esta resolución al Padre Presidente para su inteligencia. (Firmado) Belgrano”.
Lo que admira en todo esto, es la confianza con que los franciscanos de Tarija escriben, al Gral. Belgrano, y, por otro lado, al aspecto profundamente humano, superior a toda pasión política de este ilustre Prócer de la Patria que le merece el siguiente saludo firmado individualmente por los religiosos de este convento: “Dios guarde a V.S. los muchos y felices años que le deseamos, para la pública tranquilidad de estas Provincias”.
En septiembre de 1813, las tropas de Belgrano habían penetrado hasta las Misiones de Acero, Tayarenda y Tapera destruyéndolas completamente y llevándose a los seis Padres que le servían. En esta ocasión, todo el pueblo de Tarija, por medio de su representante, el Alcalde de 2° Voto, presentaba al Jefe del Ejército de la Patria una solicitud para la libertad de aquellos Padres y su remisión a este Colegio. Parece que esta carta nunca llegó a poder de Belgrano.
En febrero de 1814, el Gobernador por la Patria en Santa Cruz, Dn. Ignacio Warnes, no tanto en venganza, sino para condescender a las instrucciones de algunos que, bajo la capa de un ardiente patriotismo encubrían el hambre que les devoraba de los bienes de las Misiones, envió unas partidas a las indicadas Misiones para prender los 14 Padres que las servían y a su Prefecto, los cuales fueron llevados presos a Santa Cruz y detenidos en Chanés y otros puntos de la campiña cruceña (P. Corrado - Obra cit.)
En abril de 1818, de todas las Misiones del Colegio de Tarija, quedaban únicamente las de Itau, y la de Salinas, y esto, dice el P. Corrado, “porque el afecto que Dn. Francisco Uriondo (uno de los caudillos de los Patriotas de la Frontera), conservaba a nuestros Misioneros, había impedido la destrucción total de aquellos establecimientos”. Al respecto de estas dos Misiones y de las relaciones con el caudillo Uriondo, tenemos bastantes, noticias qué nos complace transcribir. En una larga relación de 1818, se dice “...por estas infaustas insurrecciones que han penetrado hasta los indios infieles, son las dos Misiones (de Itau y Salinas) y Frontera, donde están el refugio de las tropas de la Patria cuando las de Nuestro Soberano ocupan esta Plaza; por aquí podrá inferir V. Rma. (Obispo de Salta) el estado espiritual en que pueden hallarse.
En cuanto a lo temporal están más deterioradas. En Salinas, aunque sólo dejé más de cuatrocientas reses, dudo tenga cincuenta en el día. En Itau sólo dejaron unos toros alzados y unos terneros de meses que no pudieron conducir a esta Villa para sostener la guarnición de la Patria. Dicen los insurgentes que “cuanto tienen las Misiones es del Estado, y así lo han tomado todo como suyo sin el menor remordimiento”. Con todo, gracias al afecto y protección de Don Francisco Uriondo, eran las únicas dos Misiones que quedaban a este Colegio. El P. Conversor de Itau, Fr. Saturio Ruíz, en cinco distintas ocasiones, había sido salvado del destierro y prisión, gracias a Uriondo.
En julio de 1818, el Brigadier Canterac penetraba hacia esta frontera para desanidar de ella a los Patriotas que, derrotados en la Cuesta de la Soledad, se replegaban hasta la Misión de Itau y de aquí, llevándose al P. Ruíz, amigo de Uriondo, se pasaban hacia Orán, dejando libre en la Misión, al segundo Conversor P. Buenaventura Gonzáles. Las tropas españolas, comandadas por el Coronel Vigil y el Teniente Coronel Barandalla, entraban en la Misión que saqueaban e incendiaban completamente, llevándose al P. González en la forma más brutal e indigna. Tenemos de estos hechos una extensa carta de protesta del P. Izquerdo, superior del convento, al Gral. La Serna, fechada el 12 de agosto de 1818, que nos da una relación detallada y termina con las siguientes consideraciones: “El Teniente Coronel Barandalla, comisionado para prender al P. Conversor, saquear e incendiar la Misión, podía haber tomado de los enemigos lecciones de humanidad, veneración y respeto con que deben ser tratados los sacerdotes; pues el oficial de los gauchos, no permitió se hiciese robo alguno y proporcionó animales para conducir al p. Ruiz, con alguna comodidad”.
El P. Corrado se pregunta: ¿Cuál fue el motivo del odio de los realistas contra los padres de Itau y Salinas?. Unas comunicaciones epistolares cambiadas entre estos y los patriotas; y la idea de que impedían la exportación de productos de la frontera, causando así la carestía suma que sufría entonces Tarija”. Verdadera la primera afirmación, pero, completamente falsa la segunda.
Después de 1820, días más serenos amanecían para Tarija y para nuestro Convento. Dice el P. Corrado: “Volvió a reinar la paz. Nuestros Padres emigrados pudieron, con seguridad, restituirse al Colegio, donde, en 1820, se hallaban reunidos trece misioneros. Estos, aunque ancianos y cansados, con nuevos bríos acometieron las antiguas tareas y su voz apostólica volvió a oírse en las aldeas y curatos de esta comarca llamando a la paz y a la penitencia a todos los corazones ulcerados por los odios y maleados por los vicios a consecuencia de la pretéritas calamidades”.
El convento franciscano de Tarija, que había sorteado, aunque con grandes sacrificios y pérdidas, la tremenda tempestad de las guerras de independencia americana, podía sentirse satisfecho por haber conservado intactas sus instituciones internas y su contacto con el pueblo de Tarija, su biblioteca y sus archivos no habían sido tocados; en ningún momento, sea por parte de los realistas, como de los patriotas, no hubo atropellos o violaciones de domicilio en contra del convento. El P. Corrado, en su obra tantas veces citada, nos dice y nos hace comprender el motivo de esta realidad: En primer lugar la fuerza moral y religiosa de este convento que lo colocaba más arriba de toda contienda permitiéndole dirigir, al mismo tiempo, cartas a los jefes realistas como patriotas. Después ese grupo de religiosos antiguos, que habían unido su vida y sus ideales con la vida e interés de Tarija, y habían creado, alrededor del convento, una defensa moral y cívica, difícilmente franqueable sin despertar la reacción de todo un pueblo “Y añadimos —dice el mismo historiador- que es notorio cómo en aquellos tiempos aciagos, hallaban a su vez, en este Colegio, consuelo y protección tanto patriotas como realistas”.
Más arriba de los Decretos Reales y de los Anatemas de los Superiores de España, en este rincón de América, había triunfado una vez más, la caridad cristiana y la hermandad franciscana, preparando el camino para nuevas empresas religiosas y misioneras para el vetusto convento de Tarija.

Bibliografía:
P. Antonio Comajuncosa:
Manifiesto histórico, geográfico, topográfico, Apostólico y político del Colegio Seminario de Propaganda Fide de Tarija - 1810.
P. Alejandro Corrado;
Historia del Colegio Franciscano de Tarija y sus Misiones - 1884.
P. Juan Joseph Matraya y Ricci:
El Moralista Filatélico Americano o el Confesor Imparcial - Lima 1819.
Pastoral del Comisario de Indias a sus Súbditos. Madrid. 1916.
Cartas — Relaciones y Documentos particulares del Archivo Franciscano de Tarija.

Del Suplemento “Presencia Literaria
del periódico Presencia”
La Paz - Bolivia

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