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lunes, 31 de agosto de 2015
Chuquisaca Recuento del terremoto del 48
Pero el seísmo no solo produjo daños en la infraestructura de las construcciones civiles y eclesiásticas. También motivó a una espontánea movilización popular —que se tradujo en una acción solidaria— para socorrer a las personas e instituciones más afectadas.
Sucre, 27 de marzo de 1948. Parece un día como cualquier otro. La población está inmiscuida en sus quehaceres cotidianos. Son aproximadamente las 18:30 cuando, de pronto, un leve movimiento de la tierra les quita la tranquilidad a todos, que de inmediato escuchan un ruido diferente… Dicen que ese sonido se parece al que producen los camiones al pasar; el que hace crujir las paredes y techos. Entonces, se apodera el terror. El “temblor” es el anuncio de un terremoto brutal.
Casi todos corren fuera de los edificios; otros caen; la mayoría se balancea tratando de conservar el equilibrio en su lugar. Llega el pánico, los gritos, el llanto, la histeria... A esta altura, la gente ha salido a las calles y ha empezado a ver cómo casi todo está desplomado. Prácticamente todas las casas y edificaciones públicas han sufrido algún tipo de daño: eran de barro y el sacudón había logrado que los adobes cedan y caigan irremediablemente.
Los registros
En la escala de Ritcher, el terremoto ocurrido hace 67 años fue de 6 grados, un número que se considera destructivo. La intensidad fue de VII, según la escala de Mercalli.
Increíblemente, de acuerdo con la información existente sobre el tema, fallecieron tres personas y el desastre dejó una veintena de heridos. Sin embargo, el investigador Norberto Benjamín Torres evidenció mediante el libro de entierros del Cementerio General de Sucre que en esos días solo se verificó la sepultura de una sola persona, la señora Petrona Márquez, de 56 años de edad.
Este y otros datos inéditos se encuentran contenidos en el libro “Terremoto de 1948 en Sucre. Su impacto en el Patrimonio Arquitectónico Tomo 1”, escrito por el mismo Norberto Torres.
Según el arquitecto Moisés Torres Chivé, esta obra es un gran aporte historiográfico, no solo porque aborda una temática interesante de la historia reciente de Sucre, sino porque describe y analiza, a través de fuentes primarias y fotografías inéditas, el proceso de reconstrucción y restauración de los edificios públicos, eclesiásticos y particulares que sufrieron las consecuencias del terrible sismo.
La magnitud e intensidad del terremoto se hizo evidente en las viviendas y, de manera especial, en las edificaciones públicas que constituyen el casco histórico, el mismo al que la UNESCO concedió en 1991 el título de “Patrimonio Cultural de la Humanidad”.
Acción solidaria
Pero el seísmo no solo produjo daños en la infraestructura de las construcciones civiles y eclesiásticas. También motivó a una espontánea movilización popular —que se tradujo en una acción solidaria— para socorrer a las personas e instituciones más afectadas. “Es algo común que el ser humano se una en la desgracia; se vuelve solidario y no se aprovecha del otro. Por ejemplo, no hubo hechos vandálicos en las casas e instituciones públicas, menos en las iglesias. La desgracia les llegó a todos: ricos, pobres, importantes y anónimos”, comenta Torres a ECOS.
El Comité de Auxilio
Mediante el Decreto Supremo 1090, del 30 de marzo de 1948, se creó el Comité de Auxilio y Restauración de Sucre, que dirigió el proceso de las obras durante varios años. Reconocidos profesionales desempeñaron cargos y administraron la operación en forma óptima.
Para la refacción de los edificios públicos se creó una Asesoría Legal y una Sección Técnica que orientaba la restauración y reconstrucción proyectada. Para fiscalizar el manejo del dinero presupuestado, intervino la Junta de Almonedas.
En reconocimiento a ese trabajo eficiente, un decreto del 19 de mayo de 1948 le otorgó a dicho Comité el carácter de institución privada. El 28 de noviembre de 1949 esa norma fue elevada al rango de Ley de la República.
“El Comité tenía que publicar todo a través de la prensa. No se ocultó nada. El manejo y control fue ejemplar”, destaca Torres.
Una reacción acertada
El investigador cita en su libro una serie de decretos que posibilitaron la reconstrucción de Sucre; por ejemplo, la suspensión de todas las actividades públicas y particulares hasta que se garantizara la habitabilidad de los edificios. O la congelación de precios de los jornales y materiales de construcción que regían hasta aquel 27 de marzo.
Se centralizaron los fondos provenientes de colectas que se realizaron en el país, de donaciones oficiales y particulares que llegaron desde el extranjero.
También se liberó del pago de impuestos a la propiedad inmueble: universitaria, municipal, departamental y nacional, por cinco años desde el día del terremoto.
En la reconstrucción de los edificios se dio prioridad a las dependencias municipales, como el Mercado Central, el Teatro 3 de Febrero, el Cementerio General y el Palacio Consistorial, además de una decena de escuelas, oficinas universitarias y los antiguos templos de las iglesias.
Lo más dañado
El patrimonio eclesiástico fue el más dañado; por ejemplo, la iglesia de Santo Domingo, las torres del oratorio de San Felipe de Neri y el templo de San Miguel. Lastimosamente, algunas refacciones modificaron el diseño inicial de determinados recintos.
Además del trabajo de ingenieros, arquitectos y albañiles especializados de las empresas contratistas que se adjudicaron los proyectos de reconstrucción y restauración, Torres destaca la labor de soldados anónimos que se desempeñaron en las obras asignadas por el Comité de Movilizaciones, que a su vez fue designado por el pueblo en una reunión masiva en 1947.
“Comparo la unión de ese entonces con la realidad de hoy, cuando no se valora nada”, reflexiona Torres. “Lo que ahora disfrutamos les costó mucho a los abuelos y bisabuelos; es lamentable cómo ahora no se respetan los edificios públicos, todo el tiempo pintan las iglesias con propaganda política en una ciudad que vive del patrimonio”.
Tomo II
Pronto verá la luz el Tomo II de “Terremoto de 1948 en Sucre. Su impacto en el Patrimonio Arquitectónico”. Su autor, Norberto Torres, adelanta que tratará sobre la refacción de las casas particulares y contendrá testimonios escritos y orales de los que vivieron el terremoto. También allí se explica cómo se creó FANCESA.
Según Torres, la necesidad obligó a la población a crear su propia fábrica de cemento. “Eso es algo increíble, nadie les regaló nada, y hay que destacar que ellos no se pusieron como dueños, sino que determinaron que esté a cargo de la Alcaldía, la Universidad San Francisco Xavier y la Prefectura”.
También destaca lo costoso que fue traer a profesionales expertos y maquinaria de Alemania para posibilitar el funcionamiento de FANCESA.
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