Se ha presentado un análisis acerca de la primitiva explotación indígena del Cerro Rico de Potosí y de la forma en la que la existencia de este riquísimo yacimiento habría sufrido una especie de “ocultamiento” a los españoles el momento de la entrega de Porco, poco después de la batalla de Cochabamba, interpretando este hecho como intencional por parte de los incas para no descubrir su existencia a los españoles (“La explotación indígena del Cerro Rico”. Revista Miradas del 17 de enero de 2013).
Los hechos podrían haber ocurrido de esa forma, pero hay otras interpretaciones que es necesario analizar dadas las profundas implicaciones que podría tener tanto en la concepción de la historia del Cerro Rico en sí como en la de nuestra historia, en general.
Existen desde luego incongruencias en el análisis citado en varios puntos. No se toma en cuenta, en primer lugar, que la presencia inca en el Collasuyo se remonta tan sólo a la época en la que tuvo lugar la conquista realizada por el inca Túpac Yupanqui, aproximadamente en 1480, es decir, a escasos 50 años antes de la llegada de los españoles. Todos los territorios del Collasuyo, hasta ese momento, comprendieron reinos en evolución independiente en los cuales esa conquista vino a constituir un durísimo revés, ya que se trataba de milenarias culturas con “reinos” bien establecidos e individualizados. Entre ellos se encontraba el de los qaraqaras, en cuyo territorio estaban ubicados tanto Porco como Potosí.
Minas del Collasuyo
De acuerdo con Murúa (Libro I, Capítulo XXV), cuando Túpac Yupanqui completó la conquista de los territorios del Collasuyo: “'dio orden de descubrir minas, y así en aquel tiempo parecieron y fueron descubiertas las de Porco y Tarapacá, de plata, y las de Chuquiapo y de Carabaya, de oro más precioso y de mejores quilates que el celebrado de los antiguos de Tibar '”.
No existe, evidentemente, mención de Potosí, ocurriendo lo mismo con todos los cronistas que documentan la historia de los incas en ese tiempo. Esto no puede ser una mera coincidencia, puesto que nadie habría podido soslayar un hecho de tanta significación de haberlo conocido. Todos insisten en lo de Porco como un yacimiento minero importante, pero ninguno se refiere a Potosí, lo cual es extraño puesto que las fuentes que utilizaron todos ellos fueron las que proporcionaban los mismos incas, incluyendo dentro de ellos a los quipucamayoc, quienes no habrían podido evitar mencionar algo de semejante consideración.
Por lo tanto, en los aproximadamente 58 años que mediaron entre la conquista inca del Collasuyo y la entrega a los españoles de Porco, a fines de 1538, la propia existencia de Potosí era probablemente desconocida para los incas. La referencia que se hace de que Potosí era “'un sitio densamente poblado'//'con una fuerte y organizada presencia inca'” en 1400 es equivocada, debido a que la conquista inca de estos territorios recién tuvo lugar 80 años después.
Potosí era, en cambio, conocido por los qaraqaras ya que éstos, de acuerdo con los hechos aludidos por el trabajo de referencia, habrían explotado el yacimiento desde por lo menos 400 años antes de la conquista española.
El hecho de que el inca Paullo hubiera convencido a Comsara, cacique o rey qaraqara, de entregar Porco a los españoles sin mencionar a Potosí es igualmente indicativo de que los incas no estuvieron en realidad informados de su existencia. Aparentemente, los qaraqaras habrían “ocultado” a los propios incas la existencia de Potosí, puesto que si éstos lo hubieran conocido no habrían dejado de explotarlo extensivamente como hicieron con todos los otros yacimientos que nombraron. La mención de que habría habido presencia inca en la zona antes la llegada de los españoles es por lo tanto muy discutible.
Pueblos avasallados
Este hecho, que pudiera parecer extraño, no lo es en realidad si se tiene en cuenta que los pueblos y naciones conquistadas por los incas no eran en realidad incas, nunca lo fueron. Éstos, por el contrario, los sometieron para imponerles un vasallaje que, con toda seguridad, nunca fue de su agrado y trataron siempre de rebelarse de alguna forma, tal como sucedió con otros pueblos sometidos de la misma forma, como en el caso de los chancas, que se aliaron en cuanto pudieron a los españoles para derrocar a los incas, sus verdugos inmediatos.
El cronista citado anteriormente indica, al respecto, que los collas “'por la mala voluntad con que llevaban la sujeción de los ingas, que poco había los habían conquistado'//'trataron muy en secreto, de común consentimiento, de rebelarse'//'previniéndose para la guerra y defensa'” y Túpac Yupanqui “'salió (del Cusco) con infinito número de gente para el Collao '//' empezando la guerra a fuego y sangre'”.
En esas circunstancias, por lo tanto, es muy probable que Comsara no solamente hubiera ocultado la existencia de Potosí a los españoles en Cochabamba, sino que él y sus predecesores habrían tenido esa misma actitud incluso con los propios incas, quienes, en consecuencia, no llegaron a conocer la existencia de Potosí, pensando, seguramente, que era una riqueza que había que conservar de alguna manera.
Este hecho nos muestra, por lo tanto, una nueva faceta de nuestra historia, nunca puesta de relieve, que revela una inconformidad oculta en contra de los incas que pudo haber sido determinante para que Comsara llegara finalmente a concertar un acuerdo con los españoles, viendo en ellos una posible tabla de salvación para liberarse del yugo incaico.
Hacia la “desincanización”
Es indudable que hace falta “reescribir” muchos de los capítulos de una historia concebida a base de la “adhesión” a un imperio que en los hechos fue funesto para muchas de las milenarias culturas que se desarrollaron en nuestro territorio y que pretende hacernos aparecer como “incas” cuando, en realidad, nunca lo fuimos. Debería resaltarse, por el contrario, la forma injusta e inhumana en la que aquéllos nos sometieron y avasallaron, ya que condenaron a muchas de esas culturas a la extinción, pura y simple, tal como ocurrió con las que habitaron los valles de Cochabamba y Tarija.
Éstas son razones de más para plantear que se haga una revisión de nuestra historia y se lleve a cabo un proceso de “desincanización” de todo lo que hasta este momento se ha enfocado como “inca”, descuidando y olvidando lo que nuestros pueblos sintieron y sufrieron en su oportunidad.
*Mario E. Barragán es profesor emérito de la UMSA de La Paz.
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domingo, 16 de junio de 2013
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