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domingo, 11 de agosto de 2013

El Guayaquil de los libertadores

• Por: Alfonso Gamarra Durana - Miembro de la Real Academia de la Lengua y de la Academia de Historia de la Medicina



EL DESARROLLO DE LA

ENTREVISTA

En la cintura ecuatorial de América, dos hombres que querían libertar un continente, acercaron sus existencias en los momentos culminantes de sus epopeyas, en una entrevista que por casi un siglo estuvo en el más hermético misterio. Ocurrió el 27 julio de 1822 entre el ponderado Protector del Perú y Bolívar, poseedor de un empuje exuberante y que tenía una especial aversión a las coronas. Ambos vencedores inigualables en batallas.

Lo que hacía determinar en estos dos personajes libertarios su fuerte pasión contra los españoles venía en la vehemencia de su sangre y procedía del choque de su valentía en sus seres, "o sea el duelo entre el opresor y el oprimido, entre el desposeedor y el desposeído, vivos ambos en su carne. Estos eran los dos impulsos que animaban a San Martín y Bolívar: ambición napoleónica, resentimiento mestizo" (5).

Ellos sabían el móvil de sus pasos que los reunió a puertas cerradas y sin testigos. Todo lo que se conocía durante mucho tiempo de la entrevista derivaba de unas cuantas cartas e ínfimos documentos; también se ignoraba el lapso que duraron las pláticas. Muchos años después, en 1915, cuando el profesor colombiano José M. Gonoaga dio a conocer el Protocolo Oficial de la Entrevista, que había quedado oculto, se empezó a abrir el arcano. Este Protocolo estaba suscrito en fecha 29 de julio, dos días después del encuentro histórico, por J. G. Pérez, secretario del caraqueño, dictado por el propio Bolívar para ser enviado al general Francisco de Paula Santander, canciller de Colombia, y a Antonio José de Sucre, Intendente del Departamento de Quito.

Desde antes de la reunión, ambos caudillos contaban con la anexión de Guayaquil para acrecentar los territorios que apoyaban. Desde un comienzo la situación era más favorable para el argentino pues la Junta Independentista de Guayaquil le había demostrado todo apoyo, pero San Martín estaba atareado formando sus tropas para combatir en las serranías del Perú. Bolívar se mostró más hábil porque entró en Quito con despliegue impresionante el día 13 de junio. Los quiteños firmaron libremente la anexión de esas regiones a la República de Colombia. Cuatro días más tarde el Libertador envió al argentino un oficio testimoniándole su admiración, la comunicación de los triunfos de Bomboná y Pichincha –habían actuado con él tropas del ejército peruano-, y al mismo tiempo le indicaba que las armas colombianas estaban dispuestas a secundar los planes independentistas de San Martín. Éste era partidario de que los pueblos decidieran su destino mediante un plebiscito, pero Bolívar respondía señalando que no bastaba la voluntad de una provincia sino que su suerte debería ser determinada por los acontecimientos en conjunto que resolvería la nación entera. Él sabía que de esa forma conseguiría sus fines de que la antigua audiencia de Quito, incluyendo el puerto de Guayaquil, pasaría a ser territorio colombiano. No obstante que la escuadra peruana ya estaba en el puerto de Guayaquil Bolívar le ganó de mano, se dio modos para retener amistosamente a las tropas peruano-argentinas en Quito mientras él con sus soldados se presentaba en Guayaquil impidiendo que se realizara la decisión popular (2).

El 25 de julio las insignias del Protector estaban flameando en lo alto de la goleta "Macedonia". La noticia le llegó a Bolívar, que no había recibido respuesta del oficio en que comunicaba de las victorias de las armas libertadoras. Envió a bordo a uno de sus edecanes, el coronel Torres, para que hiciera entrega de una carta privada. Le avisaba que la visita le había sorprendido y no le permitía prepararle la recepción que honrara a su rango, y le anunciaba el deseo de tener una conferencia sobre el bien futuro de la América Meridional (3). En esta carta deslizó la frase "Usted no dejará burlada la ansia de estrechar en el suelo de Colombia (Guayaquil) al primer amigo de mi corazón y de mi patria…". Ya en tierra, San Martín recibió los saludos protocolares y luego se entrelazaron los afectos entre los edecanes, mientras San Martín y Bolívar, escribió el coronel Rufino Guido, ayudante oficial argentino, "cerraron las puertas por dentro y los edecanes estaban a la mira de que nada les interrumpiera. Así permanecieron por hora y media, siendo éste el primer acto de la entrevista, que según la expresión de ambos, había sido por tanto tiempo deseada".

"Ante dos testigos, ambos generales sostuvieron largas conversaciones sobre las cuales se supo poca cosa y aun esto mucho tiempo después." Así escribe Emil Ludwig con su bella prosa lo acontecido entonces. "No se discutió en absoluto la cuestión de la bandera, es decir, de la atribución de la ciudad y del territorio de su jurisdicción. Para ello, San Martín hubiera tenido que exigir sin vacilar ruptura y combate, pero no estaba dispuesto a hacerlo ni como jefe del ejército, ni por su carácter, ni por su estado de ánimo del momento. En realidad, el Perú fue puesto en seguida sobre el tapete, y todo versó sobre la cuestión de la forma del estado, república o monarquía. Éste fue el punto de disensión entre estos dos hombres, cuyas propuestas no habían sido establecidas ni con precipitación, ni por azar, ni por interés personal, sino como consecuencia de una larga evolución" (6). Y anota tajantemente el axioma de Bolívar: "Y yo creo que el tiempo de las monarquías fue y que, hasta que la corrupción de los hombres no llegue a ahogar a la libertad, los tronos no volverán a ser de moda en la opinión".

Bolívar le manifestó a modo de información: "Hemos satisfecho sus deseos de consultar al pueblo; mañana (28 de julio) se reúnen los electores para decidir el destino de estos territorios, y después afirmó rotundamente: "Pero ha de saber usted que contamos con la voluntad del pueblo y la voluntad de los votos de la Asamblea" (3).



LAS AFIRMACIONES

DEL PROTOCOLO

El Protector pasó de inmediato a tratar temas militares de su interés –continuó el Protocolo- "se quejó mucho del mando y sobre todo de sus compañeros de armas, que últimamente le habían abandonado en Lima. Aseguró que iba a retirarse a Mendoza; que había dejado un pliego cerrado para que lo presentase en el congreso, renunciando al Protectorado y que también renunciaría a la reelección que contaba se haría en él; y que luego que ganara la primera victoria, se retiraría del mando militar, sin esperar a ver el término de la guerra", añadiendo:

"Antes de retirarme pienso dejar bien puestas las bases del gobierno: éste no debe ser democrático, porque en el Perú no conviene; debe venir un príncipe de Europa, solo y aislado, a mandar el Perú".

-A América –respondió Bolívar- no conviene, ni a Colombia tampoco, la introducción de príncipes europeos, porque son partes heterogéneas a nuestra masa. Si puedo, me opondré a ello, mas, sin oponerme a la forma de gobierno que cada uno quiera darse.

-La venida del príncipe, en todo caso, será para después -fue la réplica del Protector.

"Si los discursos del Protector son sinceros -consigna el Protocolo- ninguno está más lejos de ocupar tal trono. Parece muy convencido de los inconvenientes del mando" ("Me he desembarazado de una carga que ya no podía sobrellevar- habría dicho después de presentar su renuncia ante el Congreso peruano) (3).

José de San Martín elogió la Federación de Estados Americanos que alentaba su interlocutor, como base de la existencia política del continente, agregando que Chile no sería óbice, pero sí Argentina en ingresar por la desunión y la desorganización del conjunto. Después de referirse a la situación militar en el protectorado y de manifestar seguridad en el triunfo, expuso que el asunto de fronteras se arreglaría porque se encargaría de tramitarlo en el Congreso, porque contaba con el apoyo necesario. Añadió que el colombiano podía pedir todo al Perú y él aceptaría "pues sé que puedo esperar otro tanto de Colombia".

En el Protocolo constaba que su oferta fue franca e ilimitada, y se añadía. "La venida del Protector a Colombia (nótese que la entrevista fue en Guayaquil antes de la realización del plebiscito) no ha tenido carácter oficial…/…y "no ha tenido ningún objeto ni político ni militar, no habiendo hablado siquiera de los auxilios que ahora van de Colombia al Perú".

Con esas notas del coronel José Gabriel Pérez, secretario de Bolívar, cuenta la Historia en lo referente a aquel diálogo (2). Como derivación, Bartolomé Mitre escribió vacilante y desconcertado que las puertas cerradas determinaban que "el misterio consistía únicamente en el fracaso de la entrevista misma". En la actualidad se puede discutir si hubo alguna frustración como consideraba Mitre desde su lado: "Los protagonistas son los árbitros de un nuevo mundo político. El mundo pone el oído atento y no oye nada. Uno de los protagonistas desaparece silenciosamente de la escena, cubriendo su retirada con palabras vacías de sentidos. El otro ocupa silenciosamente su lugar…"

Con esos razonamientos habrá debatido Bolívar los planes políticos de San Martín, porque nunca aceptó ideas monárquicas, él quería la completa libertad de la Patria. Y por sobre todas las situaciones el aniquilamiento de los realistas. El venezolano tenía una personalidad que incitaba a la admiración, porque era persuasivo e inteligente en el trato sicológico a las personas. Mientras que San Martín era serio para pensar con la estrictez de un militar acostumbrado a manejar tropas con disciplina y a no perder la pureza espiritual por obtener éxitos personales o condecoraciones efímeras, éste último "obró como sólo saben hacer los caracteres nobles, como un gran soldado que se retira voluntariamente de una posición: en lugar de aceptar con toda naturalidad las tropas de refuerzo de Bolívar, le ofreció combatir a sus órdenes como simple general. Bolívar poseía un sentimiento demasiado profundo del orgullo y del honor, para no inclinarse ante un gesto de tanta grandeza" (6).

Al mismo tiempo que supo admirar también la entereza del argentino, no aceptó sus muestras de generosidad. No hizo comentarios de ninguna clase, porque el respeto recíproco iluminó el magnífico escenario. Ambos callaron para la Historia, que por su parte había elegido al único que seguiría recorriendo los caminos de la Gloria.



REFERENCIAS

1. E. de Gandia: Bolívar y la Libertad. Pág. 87. Editorial Oberón, Buenos Aires, 1957.

2. Bartolomé Mitre: Historia de San Martín. T. III, pág. 608.

3. Hechos mundiales. La gesta de Simón Bolívar. Año 3. No. 30. 80 páginas. Empresa Editora Zig-Zag, Santiago de Chile. 1970. Director: Edwin Harrington.

4. Eduardo Ocampo: Detractores e impugnadores del Libertador. Presencia Literaria, La Paz. 21/VIII/83.

5. S. de Madariaga: Bolívar. Ed. Hermes. México, 1953.

6. Emil Ludwig: Bolívar. Caballero de la gloria y de la libertad. Editorial Diana. México D. F., 1969.

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