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jueves, 16 de julio de 2015

206 años del encendido de la tea de la libertad

La revolución del 16 de julio de 1809 no es un hecho aislado e insignificante, marcó el inicio de la independencia americana, que fue el intento más importante hasta ese momento, para conseguir la emancipación del Alto Perú de la corona española.

La gesta de La Paz es considerada, según varios historiadores, la primera revolución libertaria e independista de América, debido a que no consideran emancipadora el movimiento de Chuquisaca (el 25 de mayo de 1809).

Hace 206 años, la tarde del 16 de julio, un grupo de próceres paceños liderados por Pedro Domingo Murillo, que desde tiempo atrás se reunía clandestinamente, daba los últimos toques para la sublevación armada cuidadosamente preparada, aprovechando la tradicional celebración de la festividad de la Virgen del Carmen (hoy patrona de la ciudad).

Esa noche, cuando se realizaba la procesión, los revolucionarios tomaron el cuartel de Veteranos y a los gritos de "Abajo Fernando Séptimo, viva la revolución, abajo la corona, viva la libertad", se tomó las armas almacenadas allí. Pidieron Cabildo Abierto y depusieron al gobernador Tadeo Dávila, al obispo Remigio de la Santa y Ortega y organizaron una Junta Tuitiva cuya presidencia y jefatura de las tropas se encomendó a Domingo Murillo.

El 27 de julio, se lanzó la famosa proclama de la Junta Tuitiva, cuya redacción se atribuyó al sacerdote Medina, y que declara abiertamente la independencia de los pueblos del Alto Perú de las colonias, siendo el primer documento de esta índole en América. Fue enviada a las principales ciudades en espera de su pronunciamiento.

Ante el peligro de la aproximación de tropas realistas comandadas por José Manuel Goyeneche, los revolucionarios se aprestaron, para la defensa, marcharon hasta Chacaltaya a esperar al enemigo. En estas circunstancias, se produjo una contrarrevolución liderada por Pedro Indaburo que apresa a Murillo acusándolo de traición. Repuesto el orden, Indaburo fue ajusticiado por Antonio de Castro.

Poco después llegaron las fuerzas de Goyeneche que obligaron a los patriotas a replegarse a los Yungas donde, entre octubre y noviembre, fueron derrotados en los combates de lrupana y Chicaloma.

Los primeros días de diciembre, Murillo fue apresado en Zongo. Luego, fueron cayendo los restantes cabecillas, como Castro y Lanza, que fueron ajusticiados luego del combate de Chicaloma. Como Goyeneche había sido acusado de traidor, extremó su crueldad con los patriotas para lavar estas sospechas.

Algunos patriotas fueron condenados a prisión perpetua en las Malvinas y las Filipinas previa confiscación de sus bienes.

El 29 de enero de 1810, en acto público, se cumplió la sentencia de muerte para nueve patriotas: Pedro Domingo Murillo, Juan Antonio Figueroa, Basilio Catacora, Apolinar Jaen, Buenaventura Bueno, Juan Bautista Sagárnaga, Melchor Jiménez, Mariano Graneros y Gregorio García Lanza.



LEGADO

Antes de morir, Pedro Domingo Murillo pronunció lo que había de ser una verdadera profecía: "Compatriotas, yo muero, pero la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar, ¡viva la libertad!".



PROCLAMA DE LA JUNTA TUITIVA

“Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria. Hemos visto con indiferencia por más de tres siglos, sometida nuestra primitiva libertad, al despotismo y tiranía de un usurpador injusto, que degradándonos de la especie humana, nos ha reputado por salvajes y mirado como esclavos. Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez, que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de su humillación y ruina.

Ya es tiempo pues de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad, como favorable al orgullo nacional del español. Ya es tiempo de organizar un sistema nuevo de gobierno fundado en el interés de nuestra patria altamente deprimida por la bastarda política de Madrid. Ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título, y conservadas con la mayor injusticia y tiranía. Valerosos habitantes de La Paz y de todo el imperio del Perú, revelad vuestros propósitos para la ejecución, aprovechaos de las circunstancias en que estamos, no miréis con desdén la felicidad de nuestro suelo ni perdáis jamás de vista la unión que debe reinar en todos, para ser en adelante tan felices como desgraciados hasta el presente”.

Nuestra Señora de La Paz, 22 de julio de 1809





PROTECTORA DE LOS REBELDES

La Virgen del Carmen fue reconocida como protectora de las rebeliones libertarias del 16 de julio de 1809 en La Paz.

El obispo de la ciudad de La Paz, Remigio de la Santa y Ortega, en ese tiempo excomulgó a la Virgen por los acontecimientos revolucionarios, aunque después de volver de un viaje a La Paz la absolvió.

Dio instrucciones al cabildo eclesiástico para que se celebre una misa de acción de gracias por el retorno de la Virgen del Carmen a la Iglesia de San Agustín, allí le quitó el gorro frigio que le pusieron los revolucionarios y le restituyó la corona de oro y el cetro de los que le habían despojado.

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