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domingo, 12 de julio de 2015

Desmitificando a la Juana del 12 de julio



Dos libros firmados por el profesor Norberto Benjamín Torres confirman la versión de que la heroína Juana Azurduy de Padilla no es la misma que se recuerda todos los años en fechas como hoy, 12 de julio, sino una homónima de la época.

Tanto en “Manuel Asencio Padilla 1774-1816, una biografía documentada” como en “Juana Asurdui de Padilla. Perspectivas y documentos – Tomo 2” (ambos del sello Ciencia Editores), el investigador y escritor sucrense de origen argentino se encarga de desmitificar aquel dato erróneo presentando fuentes documentales primarias.

En los últimos años, varios investigadores se encargaron de demostrar que la mariscala Juana Azurduy de Padilla no nació el 12 de julio de 1780, tal cual se enseñó desde siempre en los establecimientos educativos, y que sus padres tampoco fueron Matías Azurduy y Eulalia Bermúdez, sino Isidro Azurduy y Juliana Llanos.

Hasta antes de estas constataciones, toda la información con que se contaba al respecto era una partida de nacimiento de la parroquia de Santo Domingo (12 de julio de 1780, libro 39, folio 35), en la que se menciona a una niña llamada Juana Azurduy, hija legítima de Matías Azurduy y Eulalia Bermúdez. Esta Juana no es la heroína chuquisaqueña, según lo descubierto por lo menos hace tres años. La revista ECOS publicó en julio de 2012 los resultados de un trabajo efectuado por Hugo Canedo Gutiérrez en ese sentido (ver recuadro en la siguiente página).

Manuel Asencio
En la presentación del primero de los libros de Torres al principio mencionados, el historiador William Lofstrom destaca la importancia de los documentos encontrados por el autor, con relación a Padilla y Azurduy, y hace notar que él no cae “en la tentación de ensalzar al personaje, o a su esposa, con los halagos poéticos y líricos que hasta ahora han caracterizado la mayoría de las obras bibliográficas de los dos guerrilleros…”.

Lofstrom, reconocido investigador de nuestro medio, califica de “documentos clave” los que expone Torres en este libro luego de haberlos extraído del Archivo General de la Nación Argentina, así como de colecciones de documentos sobre las guerras de la independencia publicados en el país vecino y relacionados con la lucha de Padilla.

El más valioso de esos documentos, según el mismo historiador, es la transcripción de una amarga carta que Padilla le dirigió desde La Laguna al general José Casimiro Rondeau el 21 de diciembre de 1815, reflexionándole con franqueza sobre el desdén del Tercer Ejército Auxiliar hacia los altoperuanos. “Usted me ordena atacar al enemigo, de cuyas manos usted ha recibido la más vergonzosa derrota”, llega a decirle el líder guerrillero al General en Jefe del Ejército Auxiliar del Perú.

Otro capítulo contiene una de las pocas cartas autógrafas de Padilla, en la que se da cuenta de la interrelación entre los líderes guerrilleros altoperuanos. El valor de esta obra literaria, en todos los casos, radica también en la presentación de facsimilares que son transcritos en la página contigua, modernizando la ortografía pero manteniendo la escritura original de los nombres.

Juana Azurduy
En su segundo libro, Torres avanza en la investigación del contexto familiar y genealógico de Juana Azurduy, profundizando en su relación con el mayorazgo de las haciendas de Cachimayu en Charcas y en su ascendencia por vía paterna, es decir, con los Azurduy y Otálora. Así, Joseph Asurdui y Otálora y Francisca Gonzales del Pino tuvieron un hijo, Isidro Asurdui, que a su vez formó una familia con Juliana Llanos. Isidro y Juliana fueron los padres de Juana, la guerrillera de la independencia).

Luego, el autor presenta documentación de respaldo de los actos de la pareja formada por Juana Azurduy y Manuel Asencio Padilla.

En otro capítulo, ensalza la figura de las mujeres patriotas en la lucha independentista, la mayoría anónimas para la historia oficial, algunas residentes en la villa potosina, otras en Cochabamba. Aunque, según concluye el mismo Torres, “lo que la historia de Juana Asurdui demuestra es que el rol de algunas mujeres en la lucha por la independencia fue más que pasivo”.

El más valioso de esos documentos, según el historiador Lofstrom, es la transcripción de una amarga carta que Padilla le dirigió desde La Laguna al general José Casimiro Rondeau el 21 de diciembre de 1815, reflexionándole con franqueza sobre el desdén del Tercer Ejército Auxiliar hacia los altoperuanos

LAS EVIDENCIAS DEL ERROR HISTÓRICO

En julio del año 2012, ECOS publicó los resultados de una investigación de Hugo Canedo Gutiérrez, potosino radicado en Sucre hace más de 40 años, bajo el título: “Doña Juana y un nuevo enigma”.

El reportaje comenzaba así: “Hasta ahora, se conocía que sus padres eran Matías Azurduy y Eulalia Bermúdez, supuestamente fallecidos cuando ella contaba con apenas siete años. Que su boda con Manuel Ascencio Padilla se había producido, según la mayoría de las versiones, en 1805. Y que tenía una sola hermana. ¿La mariscala Juana Azurduy de Padilla pudo haber nacido de otra pareja y, por lo tanto, ser otra mujer, diferente a la que nos contaron hasta hoy? El origen de la nueva polémica que ronda a esta figura emblemática es una partida de nacimiento perteneciente a una tal Melchora Azurduy”.

En su investigación, Canedo presenta como pruebas la partida de matrimonio de Juana Azurduy y Ascencio Padilla. En la parroquia de Ravelo (antes Moromoro, cantón de la provincia Chayanta, departamento de Potosí, donde vivió sus primeros años la patriota de la guerra por la independencia), el investigador encontró el 29 de mayo de 2012 un voluminoso libro de matrimonios entre los que aparecen las partidas de tres mujeres apellidadas Azurduy: Cecilia, Juana y Rosa.
“Las tres partidas de matrimonio dicen: ‘hijas legítimas de Isidro Azurduy y de Juliana Llanos’”, explicó Canedo en esa oportunidad a ECOS, para luego aseverar que, en consecuencia, “eran hermanas”. Hermanas que tenían una más, de nombre Melchora.

De esa forma, llegó a la conclusión de que la Juana de la independencia llevaba por apellidos Azurduy Llanos.

Aquella vez, el mismo Canedo presentó como otro importante hallazgo el año de matrimonio de Juana y Manuel Ascencio. Casi todos los historiadores coincidían por entonces en que fue en 1805 y que al año siguiente nació su primer hijo. Sin embargo, él sostuvo que se casaron en mayo de 1799 y que el mismo mes, pero de 1800, tuvieron a su primogénito.

Para mayor sorpresa, hizo notar que en ninguna de las cuatro partidas de matrimonio de las supuestas hijas de Isidro Azurduy y Juliana Llanos se especifica que los padres de las desposadas estuvieran muertos. “En ese tiempo, cuando no asistían los papás, en alguna parte colocaban ‘finado’ o alguna referencia al respecto… Es más, don (Manuel) Ascencio ha sido también testigo en el matrimonio de (sus presuntas cuñadas) Rosa y Melchora Azurduy”, explicó. De ser así, los padres de Juana no hubiesen fallecido cuando ella tenía siete años de edad.
En esos días del año 2012, Fernando Suárez divulgó también una investigación, basada en fuentes documentales primarias y con resultados similares, incluso más abundantes porque este historiador chuquisaqueño estudió durante aproximadamente cinco años la vida de Juana Azurduy.
Por su parte, William Lofstrom, en una investigación de aquel año titulada “Una nueva visión de Juana Azurduy de Padilla en el sesquicentenario de su muerte”, afirmaba que era muy poco lo que se sabía sobre la infancia, ascendencia y el rol que cumplió Juana Azurduy en el período posterior a la declaración de la independencia boliviana, en 1825.
En esa línea, Lofstrom señalaba que Matías Azurduy, segundo hijo de Micaela Azurduy y tejedor de oficio, dejaba un rastro al haber otorgado una fianza a favor de un preso por hurto de ganado cuando tenía 17 años, lo que implicaba que habría sido padre de Juana Azurduy cuando tenía 15.

Por otra parte, “Eulalia Bermúdez, la madre de doña Juana, nació, vivió y murió en la más absoluta anonimidad histórica, pues no hay una sola escritura pública que la mencione”, apuntaba él, que sin embargo encontró escrituras notariales entre 1770 y 1785 de sujetos apellidados Bermúdez; luego, la rareza de este apellido le permitía suponer que estaban emparentados con la supuesta madre de Juana.

El propio Lofstrom citaba en su trabajo reflexiones del genealogista Juan José Leñero, quien sostiene que la guerrillera chuquisaqueña perteneció, sin lugar a dudas, al linaje troncal de los Azurduy y Otálora, dueños del mayorazgo de Cachimayu, pero que “el estado actual de su filiación permanece en el mismo enigma que hace algunos años” porque “…no se ha encontrado otra documentación, como podría ser el acta de matrimonio o alguna escritura pública”.

Esto lo escribió Lofstrom justo antes de que se hicieran públicos los trabajos de investigación de Canedo, Suárez y, este último año, las importantes publicaciones de Torres.


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