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jueves, 16 de julio de 2015

El 'ajuar' de Murillo se apodera de José Saavedra



Llega julio y un viejo conocido regresa a casa de los esposos Saavedra, como cada año desde 2009. Ella, Elena Ramallo, sabe que deberá convivir con el recién llegado, en tanto que él, José Saavedra, deja, casi de manera inconsciente, que el visitante tome control de su vida.

“En estos días me toca dormir con Pedro Domingo Murillo”, afirma convencida Elena. El ajayu (alma) del prócer se apodera de José al inicio de las fiestas julias. Su compañera desde hace 23 años siente su ausencia porque al vestir los trajes de época que mandó a elaborar —bordados por artesanos de la calle Los Andes y por los que pagó hasta $us 1.500— es requerido por periodistas y autoridades para entrevistas y actos oficiales.

José nació el 20 de noviembre de 1950 en Santa Cruz. Vivió en varias ciudades del país porque su padre, Santos Saavedra, fue oficial del Ejército. Cursó primaria en Beni, secundaria en Cochabamba y estudió Economía y Derecho en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Hace 25 años que se hizo paceño.

Desde sus 17 se dedicó a la actuación. Participó en 20 obras de teatro y en nueve filmes, entre ellos Quién mató a la llamita Blanca de Rodrigo Bellot. Pero la producción Fuego de libertad (2009), del director Miguel Huarina —en la que encarnó a Pedro Domingo Murillo— lo atrapó y no deja el personaje, desde entonces.

Este hombre de 64 años poco sabía del héroe libertario, pero tras su participación en esa película empezó a leer sobre la biografía de Murillo y a observar imágenes para actuar igual que el protomártir independentista. “Es digno representar a un hombre que ofrendó su vida por una causa justa”, afirma José al borde las lágrimas por la emoción. Habla con la entonación del ciudadano del siglo XXI, pero la mayoría del tiempo usa la solemnidad del paladín del siglo XIX.

Y no es algo circunstancial, lo hace todo el año: estudia, recrea y prepara nuevos discursos para cada ocasión. Encarnar a Murillo incluso le quita el sueño a medida que se acerca la efeméride paceña. “Cada julio soy feliz”.

Le llueven invitaciones de la Gobernación y de la Alcaldía de La Paz para los actos oficiales. “Y si no me invitan igual voy, porque yo soy don Pedro Domingo Murillo, tengo que estar allí, y punto”, sentencia.

“Don Pedro, por favor una fotito”, le suelen pedir transeúntes y el pecho le salta, aunque también hay críticas. “Algunos de mis amigos me dicen: ‘Cómo es posible que un abogado, economista y empresario esté haciendo esos papelones’, pero a mí no me interesa lo que hablen porque me encanta personificar a Murillo. Mis cinco hijos me dejan surgir”, afirma José, propietario de Saavedra Motors, una empresa de alquiler de vehículos.

Elena le brinda abnegado apoyo. Se encarga de su peinado —la extensión del cabello es tarea de una estilista profesional—, de dejar impecables sus trajes y siempre lo acompaña. Ella llena un álbum con recortes de prensa de cada aparición de don Pedro (o don José, da igual).

Reflexiones del ‘Murillo’ del siglo XXI

* ¡Cómo es posible que quieran cambiar el nombre de la plaza que lleva mi nombre! Se arma la batalla…

* Lo único que pido es la unidad entre todos y que se respete la libertad de expresión y la democracia, que todas las autoridades trabajen el progreso de nuestra nación, transparentando los casos de corrupción porque ¡la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar!


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