ACTIVIDADES DE LA EMBAJADA CHILENA
La Ley que autorizaba la suscripción del tratado de alianza con el Perú y una posible declaración de guerra, que por su carácter debía mantenerse en estricta reserva, llegó a conocimiento del embajador de Chile, Santiago Lindsay, al día siguiente de su promulgación.
Había una coincidencia de finalidades extraordinaria entre las preocupaciones del embajador chileno, la congoja de los empresarios obligados a perder sus privilegios y las expectativas de los políticos opositores, similitud que unía a todos en el propósito común de derrocar al Presidente. Fue, pues, muy natural que faccionaran un solo plan de acción y obraran de consuno.
Mientras los políticos, encastillados en el Parlamento y el Gabinete, urdían y ejecutaban maniobras, para desprestigiar al general Morales, creando el clima propicio para cualquier definición, el Embajador cumplía su papel, preparando, por medio del halago y el soborno, el personal que debía convertir en realidad las finalidades conspirativas.
Como encontrara más asequible al coronel Federico Lafaye, pariente y adepto de Morales, abundó en invitaciones a éste sujeto, hasta comprometerlo en un plan de eliminación directa del Presidente.
EL ASESINATO COBARDE
La tarde del 27 de noviembre de 1872, los confabuladores consideraron llegado el momento de proceder. Lafaye asistió por última vez a la Embajada de Chile, de la que salió para dirigirse al Palacio, portando una diminuta pistola. Iba predispuesto para tronchar la vida del general Morales.
Esa misma noche aprovechando de que el Presidente le daba la espalda, al cruzar la puerta de su escritorio hacia sus habitaciones interiores, donde se retiraba después del trabajo diurno, Lafaye le disparó, a quemarropa, un primer balazo.
La terrible sorpresa de verse agredido por su mismo sobrino, le hizo proferir al Presidente con angustioso acento:
–¿Tú a mí, Federico?
Y el asesino con odio reprimido contestó:
–Sí yo a Ud.- y siguió disparando hasta vaciar su cacerina, para estar seguro de haber cumplido su compromiso aleve.
A poco de haberse desplomado el cuerpo exánime del general Morales, empezaron a llegar los autores intelectuales del atentado, como buitres reunidos al olor de la carroña. Todos venían ávidos de poder, a reclamar el puesto que apetecían, presurosos, en el festín macabro.
Dos días estuvo el cadáver tendido en el lugar del crimen, sin que los asesinos pudieran encontrar un argumento valedero, para explicar los motivos del suceso inaudito, hasta que la pueril argucia llegó al Palacio, sugerida por la misma embajada:
¡Lafaye había disparado su revólver, reaccionando ante una ofensa inferida por Mora-les, que lastimaba su dignidad militar!
Recién al tercer día, el 30 de noviembre, fueron sepultados los restos del insigne patriota, del héroe de las barricadas de La Paz, del mandatario magnánimo y austero. La ciudad íntegra se cubrió de luto. Marchó a la morada póstuma con afectado cortejo, y el Ejército, por orden de su jefe, don Hilarión Daza, le rindió los máximos honores milita-res.
El pueblo de La Paz recibió atónito la noticia luctuosa, sin poder explicarse lo sucedido. Ignoraba que su paladín había sido vilmente asesinado, para frustrar sus intentos supremos de defender la Patria amenazada por intereses chilenos.
ANÁLISIS DEL CRIMEN
Historiadores antiguos y modernos han copiado unánimemente la burda e infantil explicación que se ha dado sobre la muerte del Presidente Agustín Morales, conclusión interesada que dieron en ese momento los autores intelectuales del atentado, para encubrir el crimen.
Nosotros afirmamos que aquel delito no fue un simple homicidio voluntario, sino un asesinato premeditado y nos afirmamos en los siguientes razonamientos:
1.- Para la nación chilena y para su embajador Santiago Lindsay, era cuestión de vital importancia la eliminación del Presidente Morales, por estos motivos:
a) Porque Chile debía impedir la suscripción del tratado de alianza con el Perú y la Argentina, que podía dificultar la conquista de Cobija, Calama, Atacama y Tarapacá.
b) Porque la compra de barcos y de armamento, propuesta por Morales, podría nivelar fuerzas, postergando la ocupación militar de los mismos territorios.
c) Porque, para el embajador Lindsay, el Presidente Morales era un escollo insalvable, que haría fracasar sus gestiones diplomáticas y destruiría su prestigio personal.
2.- Para los miembros del partido “Rojo” la desaparición del general Morales, equivalía a la obtención automática del gobierno, ya que él mismo había incurrido en el error de entregarles el dominio de uno de los poderes del Estado.
3.- Para los empresarios y latifundistas, también era indispensable la muerte del Presidente honrado, que les sometía a la pérdida de las granjerías obtenidas en el periodo siniestro de Mel-garejo y les obligaba a pagar impuestos devengados.
4.- Si para estas grandes fuerzas que actuaban al unísono, la desaparición del Presidente era una cuestión de impostergable urgencia, sería muy ingenuo pensar que, un suceso tan esperado, les hubiera llegado fortuitamente, coincidiendo en fecha, forma y lugar con sus proyectos e intereses.
5.- El criminal, Federico Lafaye, además de ser pariente, era el protegido del general Morales, quien le consiguió ascensos en su carrera y le nombró edecán, sin embargo de su mediocridad intelectual.
Seguramente Lafaye creyó amasar rápida fortuna estando en compañía de su Exce-lencia, pero, la honradez del mandatario, que imponía sobriedad a todos sus subordinados, desilusionó al edecán, en cuanto a sus ambiciones personales. Por esta circunstancia se explica que, estando tan allegado a su pariente y protector, hubiese aceptado, a espaldas de éste, las invitaciones que le hacía la embajada chilena.
De principio debió haber comerciado sus informaciones, sobre la misión reservada de Adolfo Ballivián, el tratado de alianza con el Perú, etc. Y luego de haber dado pruebas evidentes de su “lealtad” a sus anfitriones, habría recibido y aceptado la propuesta definitiva del asesinato.
La verdad es que, desde muchos días antes Lafaye, visitaba la embajada de Chile y la tarde del día luctuoso salió furtivamente de la misma, para dirigirse al teatro del crimen.
6.- Al entrar al Palacio, Lafaye ya portaba una pistola, que por su pequeña dimensión y forma, podía llevarla inadvertida.
Los militares de su época, cuando reque-rían estar armados, usaban revólveres de calibre normal, 45, 38 y 32 milímetros. Las pistolas automáticas eran muy poco conoci-da en aquellos tiempos y mucho menos, las muy diminutas de calibre 22, 18 y 16, que seguramente fueron fabricadas para que las damas pudieran ocultarlas en sus bolsones. Estos adminículos, que por su pequeño volu-men, parecían inofensivos, usados a quemarropa podían causar la muerte.
Lafaye obtuvo el arma precisa con toda seguridad de la misma embajada, debido a su rareza, habría sido difícil conseguirla en el comercio local. Aprovechando de su volumen insignificante, pudo llevarla oculta y extraerla el momento preciso para disparar sobre el cuerpo del general Morales.
Además, el disparo inicial no lo hizo afrontando la mirada de la víctima, sino que, como todo vil asesino, esperó que diera media vuelta, para herirle a traición.
Después de disparar el primer cartucho, Lafaye pudo haber suspendido su agresión, como sucede casi a todos los homicidas voluntarios. Pero Lafaye, aún desoyendo las insinuaciones lastimeras de Morales, siguió disparando hasta terminar su cacerina; con lo que demostró su odio acumulado y el deseo preconcebido de asegurar la muerte de la víctima.
7.- Habiendo procedido Lafaye con premedita-ción y alevosía, la muerte del mandatario insigne, fue un asesinato vulgar y, de ningún modo, un homicidio fortuito.
8.- La explicación de que Lafaye había dispara-do en defensa de su dignidad y honor militar, es infantil y falsa. Este sujeto no conoció dignidad ni honor en ningún momento de su vida. El mayor galardón y el verdadero honor de un militar, es defender a su patria; Lafaye no con-currió al llamado que Daza hizo a todos los militares en retiro, durante la campaña del Pacífico, y se refugió en las tiendas del invasor. Desde allí desempeñó, en plena guerra, el papel de agente secreto del gobierno chileno y realizó viajes desde Santiago hasta Perú y Bolivia, desempeñando su misión indigna de traidor.
9.- Los tribunales militares ante los cuales La-faye fue sometido a juicio, por asesinato del Presidente Constitucional, con excepción del Juez de Primer Instancia, coronel Hermógenes Pizarroso, demostraron descarado favoritismo a su persona, bajo la presión de los gobiernos imperantes y la influencia de la Mafia.
En sus fallos parciales, tergiversaron la índo-le del crimen, faltando a los más elementales preceptos de la Ley penal. Ni siquiera para guardar apariencias de justicia, las autoridades policiarias, administrativas o judiciales, ordena-ron el apresamiento del delincuente. ¡El ase-sino no sufrió ni un solo día de prisión!
10.- Los autores intelectuales y beneficiarios, que habían constituido un consorcio secreto al que nosotros denominaos Mafia, y la masone-ría chilenófila de la época, lanzaron el anatema del tirano sobre la figura insigne de don Agustín Morales, con objeto de que su memoria fuera olvidada y que la posteridad no investigara los verdaderos entretelones de su muerte. ¡Magis-tral y macabra táctica empleada por los enemi-gos de la Patria, la de cubrir a sus víctimas con el velo del oprobio!
CONCLUSIÓN
El Presidente Morales, a nuestro criterio, de-be ser considerado como uno de los mejores gobernantes de Bolivia, por su alto concepto de la justicia, del deber y, sobre todo, por su reco-nocido patriotismo.
Durante su administración no se persiguió a nadie, ni siquiera a los cómplices de Melgarejo, que habían cometido tantos crímenes públicos y privados. Aún al delincuente Cnl. Quintín Quevedo, -que colaboró a Muñóz y Melgarejo en sus excesos; que asoló la ciudad de Potosí sin piedad alguna; que dirigió personalmente el brutal asalto a las barricadas de La Paz, y que, por último, incurrió en delito de alta traición a la Patria, al haber encabezado una expedición armada desde el país enemigo-, lo dejó en ab-soluta libertad para que siguiera jugando en la política del país.
Morales respetó la libertad individual como el atributo más noble del ser humano.
Quiso imponer el respeto a la Ley, a la pro-piedad privada y la restitución de los bienes comunitarios. En su afán patriótico, realizó el último intento de restituir el Litoral del poder chileno, y de impedir, por medio de las armas, el avance del rapaz invasor.
Este crimen fue planificado por la Mafia, ma-sonería y los gobernantes chilenos de enton-ces.
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martes, 1 de octubre de 2013
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