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domingo, 13 de octubre de 2013

Del Libro “TARIJA, Bosquejo Histórico” de Tomás O’Connor d’Arlach CAPÍTULO XV



Empezaba el año de 1815, y los guerrilleros del Alto Perú no habían podido aunar sus esfuerzos para combatir al enemigo común. “Pezuela al tener conocimiento de que a sus espaldas se enarbolaba de nuevo la bandera de la libertad, se apresuró a volver de Salta, y con el fin de reprimir a las diversas guerrillas que se organizaran, envió algunas partidas de su ejército, las que no tardaron en ser derrotadas por flojas en Tarija y por Camargo en Cinti(1).
Por esta época regresó de Chuquisaca, en cuya universidad acababa de recibirse de abogado, el doctor José Julián Pérez, nacido en Tarija el 16 de Febrero de 1780, e hijo legítimo del señor Juan Pérez Estrada y la señora doña María Agustina Echalar. A pesar de ser hijo de una familia eminentemente realista y apegada a sus títulos nobiliarios, José Julián sintió desde niño arder en su alma el fuego del patriotismo y el amor a la libertad, y en Chuquisaca cultivó relaciones con jóvenes de su edad que fueron más tarde próceres de la República, contándose entre estos, Bernardo de Monteagudo.

Desde su llegada a Tarija, el joven doctor Pérez fue un ardiente propagandista de los principios democráticos y ejerció, con su talento y su fortuna, gran influencia en el vecindario. A la vez aquellos principios tenían también dos fervientes propagandistas: los talentosos clérigos José Mariano y Sebastián Ruyloba, dos hermanos igualmente inteligentes y patriotas, ambos nacidos en la ciudad de Tarija, el primero en Septiembre de 1771, y el segundo en Enero de 1777. Don Sebastián era en aquellos días, el consejero obligado de los patriotas y el obligado orador cuya fácil y brillante palabra electrizaba a su auditorio, y el pueblo, sobre el cual tenía gran ascendiente, le llamaba: el pico de oro. Años más tarde se trasladó a La Paz, donde dirigió una alocución en griego a Bolívar el día que este llegaba a dicha ciudad, (18 de Agosto de 1825), la que mereció entusiastas elogios del Libertador, quien dijo que este clérigo tarijeño era uno de los sacerdotes más ilustrados y eruditos que conocía. Dn José Mariano, al saber la aproximación del Libertador a Potosí, donde éste hizo su entrada triunfal el 5 de Octubre de 1825, se dirigió a dicha ciudad, aunque ya muy enfermo, pero con una gran ansiedad de conocer al Padre de la Patria, anhelo que no realizó porque habiéndose agravado su enfermedad, murió en Potosí, cuatro días antes del arribo del gran Bolívar a dicha ciudad.
Si entre los pocos intelectuales de esa época, los patriotas contaban en sus filas al doctor Pérez y a los dos clérigos Ruyloba, los realistas contaban en las suyas a don Eduardo Torres, el primer poeta tarijeño, educado en Chuquisaca y amigo íntimo de Pérez, a pesar de la divergencia de sus opiniones políticas, que entonces ocasionaban profundas divisiones hasta en miembros de una misma familia.
Además de buen poeta, Torres era también hábil político y valeroso militar, y se distinguió siempre por la firmeza de sus convicciones, por su rectitud y acrisolada honradez. Cuando el General don José Manuel de Goyeneche arribó a Chuquisaca, Torres fue nombrado diputado por el Cabildo de Tarija, cerca de aquel temible jefe realista, para tratar con él asuntos de importancia relativos a la provincia de Tarija, de la que este General, le nombró más tarde, gobernador, en reemplazo del coronel Melchor José de Lavín, puesto que desempeñó por algún tiempo, en 1812.
Antes de ser gobernador de la provincia de Tarija, Torres había organizado varios regimientos de caballería para sostener la causa del rey, y se encontró en los combates de Concepción, Río Blanco, Cinti, Chichas y Oruro, peleando en todos con notable arrojo. Combatió victoriosamente a la cabeza de sus tropas, en Padcaya, San Agustín y Rumicancha y era capitán del famoso regimiento español San Carlos, hasta la retirada de Challapata, siendo entonces nombrado ayudante del General Pezuela. Tomado prisionero por las fuerzas patriotas argentinas en 1817, fue conducido a un presidio de Tucumán, ciudad en la que falleció en 1818.
El año de 1816, fue de mayores y más importantes acontecimientos políticos y militares en la provincia de Tarija. En el mes de Marzo, gobernaba en ella el caudillo patriota coronel Ramón Rojas. “Camargo, dice, un historiador español, había vuelto a reunir los indios alzados del partido de Cinti, protegido al efecto, por algunos caballos del comandante La Madrid, a quien el General Rondeau había dado la comisión de recoger dispersos de los de Viluma e insurreccionar el país. Un destacamento del primer regimiento persiguió con tanta actividad a La Madrid, que le obligó a replegarse con pérdidas, hacia Tarija; más, noticioso el brigadier Olañeta, de que este peligroso faccioso se disponía a marchar a Jujuy, cuartel general de Rondeau, destacó una columna que le saliera al encuentro, la cual tuvo la suerte de alcanzarlo y de batirlo, con nueva pérdida de hombres y armas” (2).
A fines de Marzo el brigadier don Pedro Antonio de Olañeta resolvió atacar la plaza de Tarija, y en la mañana del 5 de Abril, avanzaba sobre la ciudad, por el camino de San Lorenzo. El valiente caudillo don Ramón Rojas, con sus tropas, salió al encuentro de las fuerzas realistas, y en la altura de las Barrancas, en las puertas de la ciudad, se trabó el combate, que fue recio y encarnizado, peleándose con denuedo por ambas partes. Viendo Rojas que sus bravos soldados tarijeños se concluían y que la derrota se pronunciaba inevitablemente en sus filas, desesperado se metió en lo más reñido del combate, cuando, a pocos instantes, una lluvia de balas lo hecho por tierra, que dando heroicamente muerto en medio del campo de batalla. De sus soldados, los pocos que escaparon de la muerte, unos cayeron prisioneros del General Olañeta, quien, victorioso, ocupó la ciudad esa misma tarde, y otros encabezados por Manuel Rojas, llamado vulgarmente Rojitas, sobrino de don Ramón, fugaron por la quebrada del Monte, inmediata a la ciudad.
La muerte del guerrillero Rojas, fue una gran pérdida para los independientes de la provincia de Tarija, como lo fue para los de la provincia de Cinti la del caudillo Camargo, quien murió dos días antes, batido por el batallón de Castro, en el combate librado en un cerro cerca de Culpina. (3 de Abril de 1816).
Don Ramón Rojas, hijo legítimo de don Cipriano Rojas y doña Bárbara Girón, nació en Tarija, en Noviembre de 1753.
“Notables fueron el valor y la actividad de Rojas en sus campañas contra los realistas. Llegó a capitanear el famoso regimiento Dragones infernales, el que un día fue sorprendido por las tropas del General Olañeta en Tojo, batido y tomados de él cien prisioneros”(3).
Era un patriota acérrimo; valeroso, exaltado e indomable, parecía, nos referían personas que le conocieron, un hombre de la Revolución Francesa, Alto, delgado, de rostro moreno y constitución nerviosa, vestido de sencillo uniforme militar, llevando siempre la espada al cinto y una pluma azul en el sombrero, su presencia era imponente y gallarda su apostura.
Su sobrino don Manuel, nacido también en Tarija, era un joven inteligente, simpático y de fácil y persuasiva palabra; rápido en sus movimientos y de un valor y una audacia a toda prueba. Sin embargo, la piedad, la generosidad y la gratitud que tanto distinguieron a su tío don Ramón, no eran cualidades que le adornaban. Sus soldados carecían completamente de la disciplina y proverbial honradez que distinguía a los de Méndez, y eran el terror del vecindario de Tarija.
El coronel Lavin salió de la ciudad de Tarija, a la cabeza de competentes fuerzas realistas, en persecución de las montoneras patriotas, a las que logró batir y derrotar completamente en los combates que libró con ellas en Concepción, Padcaya, Orozas, Cuyambuyo y Yesera. Algunas montoneras de estas lograron rehacerse bajo el comando de Méndez, pero fueron nuevamente batidas por las tropas realistas en Canasmoro, cerca de San Lorenzo, (Junio de 1816), y “Los vencedores entraron en Tarija, llevando a las colas de sus caballos, las cabezas de los patriotas (4).
Refiriéndose a estos días, el historiador español García Camba, escribe: “El General Rondeau estaba en Jujuy con 1.500 hombres, y Güemes en Salta. Se aseguraba que en Humahuaca había como 40 dragones y en el puesto del marqués de Tojo, 30, y que el marqués se hallaba en Casavindo con la indiada de sus Estados reunida, pero que experimentaba mucha deserción. En consecuencia, dióse orden a la vanguardia para que se moviera sobre Casavindo, a fin de alejar de allí al expresado marqués.
“Como la aparición de partidas enemigas por el frente de nuestra línea hacía temer por la conservación de Tarija que formaba la izquierda y se estimaba importante, salieron el 17 de Junio, para dicha villa, el 29 regimiento y el escuadrón de San Carlos que debía quedar en ella de guarnición.
“A principios de Julio llegó a Tarija el 29 regimiento, batiendo y dispersando a los enemigos que se le presentaron. Siguió su persecución el escuadrón Blandengues, que impidió la reunión que los grupos dispersos intentaban, y toda la provincia de Tarija hasta el río Bermejo, parecía por entonces sosegada. En este concepto, el segundo regimiento dispuso su regreso al cuartel general (5), como se le había prevenido; pero, la tranquilidad de Tarija era más aparente que real, y no fue de larga duración”(6).
Efectivamente, tan luego como salió el segundo regimiento de Tarija, Méndez en San Lorenzo, Avilés en Tojo, los Uriondo en Concepción y Rojas don Manuel en Padcaya, organizaron nuevas fuerzas, alcanzando éstas a más de mil doscientos hombres, entre los de infantería y los de caballería. Sabiendo estos caudillos patriotas que el coronel realista Lavín regresaba con una respetable fuerza a Tarija, se reunieron todos y ocuparon la ciudad, resueltos a esperar en ella al enemigo. Conociendo este movimiento el jefe realista, redobló su marcha y llegó a Tarija el 14 de Octubre, 1816, librándose un sangriento combate, en el cual los patriotas volvieron a ser completamente derrotados, dejando en el campo más de cien muertos y otros tantos heridos de los suyos, cayendo el resto prisioneros y habiendo los guerrilleros patriotas, logrado huir en distintas direcciones. La provincia de Tarija quedó otra vez, totalmente sometida a la autoridad de los españoles.
Entre tanto, desde Buenos Aires atizaba el fuego de la rebelión y prestaba grandes servicios a la causa de la patria, el notable personaje tarijeño doctor José Julián Pérez, quien, por su brillante talento y notorios merecimientos, había sido elegido diputado por Buenos Aires a la soberana asamblea de las Provincias Unidas del Río de La Plata, que funcionó en dicha capital, de 1813 a 1815, habiendo llegado a ser miembro de la Junta de Gobierno o Triunvirato, en unión de los ilustres argentinos Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte(7).
Por su talento, su ilustración y su elocuencia, Pérez adquirió gran prestigio en Buenos Aires donde llegó a ocupar la más alta posición social, como orador y como miembro del Parlamento, primero, y del Poder Ejecutivo después. Fue, en fin, José Julián Pérez un distinguido tarijeño que prestigió y honró a su país; pues fuera de haber desempeñado los cargos que acabamos de mencionar, ya en 1812, cuando funcionaba en Buenos Aires la Junta de Gobierno llamada Gobierno Ejecutivo, presidida por el doctor Feliciano Chiclana, don Manuel de Sarratea y don Juan José Paso, el doctor Pérez ocupaba el puesto de secretario de gobierno en compañía del gran Rivadavia, que ocupaba el de secretario de guerra y el ilustre doctor Vicente López que desempeñaba el de secretario de hacienda.
Estaba el doctor Pérez en la época más brillante de su alta figuración social y política cuando se produjo en él un repentino cambio, un decaimiento moral y material que alarmó a sus numerosos amigos en Buenos Aires. El mal progresaba y la ciencia fue impotente para contenerlo. La enfermedad que había empezado a manifestarse por una lánguida tristeza terminó por una locura rematada y el ilustre orador tarijeño, en medio de la consternación de sus relaciones, fue trasladado a un manicomio donde murió en 1826.
Volviendo a la ocupación de Tarija por las fuerzas realistas que comandaba el coronel Lavin, dice García Camba: “El coronel Lavin ganó en Tarija una brillante acción. Un tiro de cañón disparado en el campo en la madrugada del 14 de Octubre anunció a Lavin la proximidad del enemigo, y reunida la tropa realista, tomó dicho jefe 90 caballos y algunos infantes y salió en busca de los contrarios con toda su acreditada decisión, encargando a su segundo en el mando, el resto de la tropa para el cuidado y defensa de las trincheras levantadas en la villa. Hallábanse no a mucha distancia de ésta formados en batalla, como 500 caballos y 700 fusileros enemigos con un cañón de a dos; Lavin contaba por un lado, con la mejor calidad de su tropa, engreída además con las repetidas ventajas conseguidas anteriormente, y no consultando por otro,más que su propia valentía, acometió a los contrarios, que lo esperaron con firmeza y pusieron en apuro; pero logró por fin arrollarlos, con muerte de más de cien hombres, haciendo muchos prisioneros y cogiéndoles 73 fusiles, el cañón de campaña y considerable número de caballos ensillados(8). Este combate tuvo lugar en el punto llamado Guerra Huaico, en Tolomosa, a dos leguas de Tarija, y en él fueron derrotados los caudillos tarijeños Méndez, Uriondo, Mendieta, Avilés, Rojas y Garay. “Lavin entró en la ciudad de Tarija, en la tarde de ese día (14 de Octubre) llevando amarradas en la cola de los caballos las cabezas de los prisioneros que habían hecho degollar en el campo de batalla, parodiando, dice un notable historiador contemporáneo, al salvaje Atila, rey de los Hunos”. Miguel Ramallo.—Batalla de Guerra Huaico.
Mientras estos sucesos se desarrollaban en la provincia de Tarija, en la ciudad de Tucumán funcionaba la célebre Asamblea. Constituyente que declaró solemnemente la independencia americana, (9 de Julio de 1816).
Por el mes de Noviembre volvió a Tarija el General Olañeta con la mayor parte del batallón Cazadores, y alguna fuerza de caballería.
El 12 del mismo mes arribó al cuartel general español de Cotagaita, el virrey del Perú, General José de La Serna, con el batallón Gerona.
El escuadrón Cazadores que trajo a Tarija el General Olañeta, hallábase en una expedición por nuestra frontera, reuniendo ganado, cuando corrió la noticia de que el ejército argentino en número de seis mil hombres, avanzaba sobre las posiciones realistas. “El General en jefe, agrega García Camba, se propuso salir a su encuentro con las tropas disponibles, reuniéndolas a las de la vanguardia que ocupaban Yavi, y al efecto hizo marchar a Tupiza, el 15 y 16 de Noviembre, a los batallones Gerona y Voluntarios de Castro que estaban en Cotagaita y trasladó al mismo pueblo, el 17, su cuartel general. Más, aquellas voces eran esparcidas de intento por el marqués de Tojo, que avanzaba sobre Yavi, con seiscientos hombres de a pie y el escuadrón de Dragones infernales de Güemes. A su aproximación a aquel punto y en el concepto de que era Belgrano con todas sus tropas, el segundo regimiento, el batallón Partidarios y una brigada de artillería que estaban allí, se replegaron a Moraya, abandonando equipajes y pertrechos, por hallarse las bestias de carga pastando a larga distancia. Los enemigos entraron seguidamente en Yavi, saquearon los equipajes y se entregaron a un total descuido, persuadidos de que la precipitada retirada de los nuestros no les permitiría detenerse hasta Suipacha o Cotagaita, en cuya confianza ni cuidaron de establecer avanzadas ni observaciones para su propia seguridad. Avisado con anticipación el brigadier Olañeta, regresó rápidamente a Moraya, y habiendo unido a su división el primer regimiento que había adelantado hasta Mojo para sostenerla, marchó con la mayor prontitud sobre Yavi. El marqués de Tojo, que no contaba con la posibilidad de tan pronta visita, quedó del todo sorprendido, se levantó de la mesa en que estaba almorzando, tomó un caballo en pelo y huyó, y a su ejemplo hicieron otro tanto la mayor parte de los suyos; el resto tomó posición de un cerro vecino, donde con su resistencia causaron la pérdida de un oficial y algunos soldados; pero pagaron todos con la vida, tan temerario empeño. Entre tanto continuaba la más activa persecución sobre los fugitivos, en los que se hicieron 350 prisioneros con más el comandante general marqués de Tojo, el comandante Quezada y el caudillo indio Caba, que fue inmediatamente pasado por las armas, y los demás conducidos al cuartel general de Tupiza, en donde recibió La Serna el Parte de tan fausta noticia” (9).
El marqués de Tojo, coronel Juan José Fernández de Campero, al verse sorprendido en las circunstancias que acaba de describirnos el General García Camba, tuvo sobrada razón de huir precipitadamente, desde que toda resistencia debía ser inútil y aún temeraria ante la gran superioridad de fuerzas enemigas que cayeron tan de improviso sobre él y las suyas; como inútil y temeraria fue la resistencia opuesta por el grupo que intentó combatir desde un cerro inmediato; grupo de valientes, es verdad, pero que ya sin objeto resistieron, y que, como dice García Camba, pagaron todos con la vida tan temerario empeño.
Este marqués, nacido en Tarija y que muy bien había militado en los ejércitos del rey, pero que, americano y patriota de corazón, se plegó a la causa de la independencia desde que ella fue proclamada por Buenos Aires en 1810, sacrificó toda su fortuna por la patria, a la que estaba sirviendo eficazmente, cuando fue sorprendido por los españoles en Yavi y tomado prisionero. En tal calidad llegó a Tupiza, de donde fue conducido preso a Potosí y de allí a Lima, de donde, a fines de Julio del año 1817, fue llevado con destino a España, rigurosamente preso, pero al llegar a la isla de Jamaica, cayó gravemente enfermo y falleció allí, siendo tan sensible desaparición una gran pérdida para su país y para la patria.
El General La Serna pasó revista a sus tropas el 26 de Noviembre en Yavi, y el 27 pasó a Libilibi, donde llegó el batallón español Gerona y una compañía del segundo regimiento. Allí, dice el historiador que acabamos de citar, "resolvió marchar con esta fuerza a Tarija, con el doble objeto de reconocer la topografía del país y las tropas que mandaba y volver a ocupar aquella villa y provincia, que el escuadrón San Carlos y el 29 de Cazadores, mandados ambos por el coronel graduado don Antonio Vigil, habían abandonado en el concepto de que todo el ejército de Belgrano avanzaba sobre el nuestro. El General en Jefe emprendió su movimiento el 28 de Noviembre y acampó el 30 en los molinos de Tolomosa, a cuatro leguas de la ciudad de Tarija; a media noche volvió a ponerse en marcha con el ánimo de sorprender al gobernador enemigo Uriondo; pero este había de antemano enviado a Salinas su gente y equipajes, y aquella misma noche se retiró el también con muy pocos caballos, frustrándose así el proyecto del General La Serna. Entró éste, sin embargo, el 19 de Diciembre, en Tarija, para poner orden en los negocios de la provincia; y en el mismo día llegó también del valle de San Juan, el escuadrón Cazadores que mandaba Vigíl”(10).
Como se ve, Uriondo anduvo más avisado, y más estratégico que sus adversarios, pues mientras se proponían sorprenderlo, con fuerzas superiores a las suyas, el General La Serna viniendo del Sud y el coronel Vigíl del Norte, él, a la aproximación de aquellos a Tarija, abandonó la ciudad y se internó hacia el Oriente, dejando burlados a los españoles.
Desde el 1° de Diciembre quedó, pues, la ciudad de Tarija nuevamente ocupada por las fuerzas realistas.
El General La Serna se alojó en la casa que era después, del médico don Luis Prieto, en la que es hoy calle del Comercio, a media cuadra de la plaza Luis de Fuentes. Este distinguido General que fue más tarde virrey del Perú y creado Conde de los Andes, atendió durante el tiempo de su permanencia en Tarija, con laudable esmero a la administración y gobierno de la provincia, cuyo vecindario le recordó con gratitud por su justificación y magnanimidad.
En los primeros días de ese mismo mes de Diciembre, salió de la ciudad de Tarija el coronel Vigíl con el escuadrón Cazadores y dos compañías de infantería, sobre la provincia de Salinas, (hoy provincia O’Connor), en persecución del caudillo Uriondo el cual, con la pequeña fuerza de que disponía, se internó en el Chaco, sin exponerse a librar combate con las tropas de Vigíl, muy superiores a las suyas, en número, armamento y disciplina.
En estos mismos días, el Cuartel General español, dio orden al brigadier Olañeta, que se hallaba en Yavi, para que, sin pérdida de tiempo, marchara sobre Humahuaca con los batallones de Cazadores, Partidarios, Voluntarios de Castro, el primer escuadrón de Cazadores, el de Dragones de la Unión y cuatro piezas de campaña, cuyas tropas, partiendo simultáneamente desde Tupiza, Talina y Yavi, debían reunirse en los campos del marqués. Entonces, el General La Serna, después de encargar el mando de la provincia de Tarija al brigadier don Antonio María Álvarez, se puso en marcha para Yavi, donde arribó el 24 de Diciembre, previniendo para este punto, la reunión de los demás cuerpos que habían de concurrir al movimiento comenzado por Olañeta, incluso el batallón peninsular Extremadura, que se hallaba ya en La Quiaca.
“Como el General en Jefe, escribe García Camba, iba a quedar a gran distancia de su base natural de operaciones con el movimiento hacía Tucumán, definitivamente resuelto por el virrey, encargó al General Tacón la conservación y defensa de las provincias de Charcas y Potosí, y confió al brigadier O’Relly el mando de las sub delegaciones de Chichas y Cinti, dejando a sus inmediatas órdenes sobre novecientos hombres; la guarnición de Tarija, donde mandaba el brigadier Álvarez, y que componía de 320 infantes de los regimientos 1° y 2° del Cuzco, y 100 hombres de caballería del 2° escuadrón de Cazadores y la columna del capitán tarijeño don Manuel José Vaca(11) dejó, finalmente a cargo de sus respectivos gobernadores las provincias de Cochabamba, Oruro y La Paz, con prevención de que remitiesen a Potosí los contingentes de dinero y de reclutas para el ejército, con la debida seguridad”(12).
Ocupada la provincia de Tarija por numerosas fuerzas realistas y gobernada por el brigadier Álvarez, todos los caudillos patriotas, desorientados, vagaban por diferentes puntos con las pequeñas partidas que les quedaban, huyendo de la persecución de los vencedores. Uriondo, perseguido por Vigíl, se metió en el Chaco, siendo protegido allí por la filantropía de los misioneros franciscanos; Méndez se remontó por los rincones de Sella, Manuel Rojas andaba prófugo por la región del Bermejo, lo mismo que Avilés y el hermano de Uriondo. Pedro Antonio Flores, emigró a Buenos Aires y allí se encontraba cuando más tarde, el terrible jefe español, general Ricafort, le confiscó todos sus bienes, y cuando regresó a Tarija, después de la victoria de Ayacucho, se encontró sin casa ni cosa alguna. Reincorporada la provincia de Tarija al Alto Perú, por el movimiento popular del 26 de Agosto de 1826, el coronel Flores siguió prestando sus servicios al país, y en 1828, el gobierno del General Velasco le nombró comandante militar de Salinas y en 1842, el del General Ballivián le envió el título de administrador de correos de la ciudad de Tarija, cargo que desempeñó hasta su muerte, acaecida el 5 de Julio de 1843.
Al terminar el año de 1816, la provincia de Tarija se hallaba en plena dominación de los realistas, que triunfantes, habían logrado ocuparla totalmente con sus armas.
El 19 de Enero de 1817(13), la columna realista del coronel Marquiegui sorprendió y atacó con denuedo, en el Río de las Piedras, al caudillo tarijeño don Manuel Rojas, quien con su pequeña partida, se hallaba en aquel punto, después de la ocupación de la plaza de Tarija por el General La Serna. El combate fue recio, pero llegó la noche y quedó indeciso el resultado; más, en la madrugada del 20, Rojas que acababa de ver reforzada su partida de tarijeños por cuatrocientos gauchos de los de Güemes, volvió a atacar con brío a la columna enemiga, la que se retiraba ya en derrota, cuando llegó en su socorro Olañeta, que pudo rehacerla y con toda ventaja atacar a Rojas, cuyas fuerzas habían sufrido grandes pérdidas en el combate, que le obligaron a dejar el campo y en él muchos muertos de los suyos y de los enemigos.
A fines de Enero, el brigadier don Antonio María Álvarez, que se hallaba muy delicado de salud, dejó la gobernación y se ausentó de Tarija, con cuyo motivo vino en su lugar el comandante don Mateo Ramírez. El coronel Vigíl fue, al mismo tiempo llamado al cuartel general.
A pesar del cuidado y vigilancia de los españoles, el activo y valeroso General argentino don Gregorio Araoz de La Madrid, tomó en los primeros días de Marzo, la plaza de Humahuaca y se apoderó del parque íntegro que allí tenían los realistas, resolviendo poco después, marchar sobre Tarija, de cuyo gobierno se había ya hecho cargo el comandante Ramírez, teniendo allí una buena fuerza a sus órdenes.
Los guerrilleros tarijeños al tener conocimiento, por los excelentes bomberos de que disponían, de este movimiento del General La Madrid, volvieron a redoblar su actividad y a reunir gente en algunos puntos alejados de la capital de la provincia, y con las mayores precauciones para no ser sorprendidos.
Por aquellos días, las pequeñas industrias y el comercio de Tarija sufrían una completa paralización; pues todas las fuerzas vivas del país estaban reconcentradas en la política y en el gran movimiento revolucionario que trajo por resultado la independencia.

(l) Comp. de Historia de Bolivia, citado.
(2) Memorias del General Andrés García Camba
(3) Historia de Bolivia por M. J.. Cortés.
(4) M. J. Cortés. Ensayo sobre la H. de Bolivia.
(5) El cuartel general estaba entonces en Cotagaita.
(6) Memorias del General Andrés García Camba.
(7) En el Redactor de la Asamblea de las Provincias Unidas del Río de La Plata, se lee: ‘El señor Manuel de Luzuriaga entró al congreso en reemplazo del doctor José Julián Pérez, que fue nombrado miembro del Triunvirato".
(8) Memorias citadas
(9) García Camba, Memorias citadas
(10) Memorias citadas
(11) Este capitán Vaca nació en la ciudad de Tarija; era hombre muy vivo y muy valiente; partidario leal y decidido del rey, cuya causa sirvió hasta el último momento. Murió de más de 80 años de edad.
(12) Memorias citadas
(13) En esos días se retiró de Tarija el General La Serna, dejando de Gobernador al brigadier Antonio Ma. Álvarez.


Del Libro “TARIJA, Bosquejo Histórico”
de Tomás O’Connor d’Arlach
Editorial Don Bosco
La Paz – Bolivia. 1974


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